El Papa Francisco sobre el llamado de Dios a la santidad: defiendan toda la vida humana
Monday, June 4, 2018
*Tony Magliano
¡Alégrense y regocíjense, Jesús les llama a ser santos!
Ah, pero puede ser que respondan: “La santidad es para personas santas como el Papa”. Sin embargo, el Papa dice que la santidad es para ustedes y para mí, y que todos somos llamados por Dios “para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor” (Ef. 1:4).
En su nueva exhortación apostólica Gaudete et Exsultate (“Alégrense y Regocíjense”), el Papa Francisco nos recuerda que el Señor ha fijado metas muy altas para ustedes y para mí: “Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada” (http://bit.ly/GaudeteEtExsultate_esp).
El Santo Padre escribe: “Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él”.
Pero común a todas las formas de santidad debe ser un profundo amor especial por los vulnerables y los pobres, cercanos y lejanos.
El Papa Francisco escribe que las diversas miserias experimentadas por innumerables seres humanos deberían hacer que los cristianos sientan “una sana y permanente insatisfacción” que debiera inspirarnos a orar con profundidad y a trabajar sin cansarnos para ayudar a todos los que sufren.
Este amor debe ser vehemente, constante e incondicional. No puede excluir a nadie, ni siquiera a nuestros enemigos.
Pero muchos católicos y otros cristianos piensan que su única preocupación sobre la vida — en detrimento de todos los demás asuntos sobre la vida — es la más importante de todas. El Santo Padre llama a esta mentalidad un error “nocivo e ideológico”.
En lugar de clasificar los asuntos sobre la vida, el Papa Francisco los conecta; nos instruye a verlos como partes esenciales de un todo.
Él insiste con fervor en que “la defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte”.
El Papa Francisco insiste claramente en lo que el valiente cardenal de Chicago, Joseph Bernardin (ya fallecido) llamó “la ética consistente de la vida”, que exige la protección absoluta e igual de la vida y la dignidad de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, y todos los demás entre ambas, sin excepciones (https://bit.ly/2rfEpIt).
Desafortunadamente, multitudes de católicos no están comprometidas con esta enseñanza importante y esencial.
He encontrado muchos católicos profundamente comprometidos con poner fin al aborto, pero con frecuencia no se oponen a la guerra, lo que siempre conlleva matar a innumerables personas inocentes.
Y, por otro lado, he encontrado muchos católicos profundamente comprometidos con el activismo por la paz, pero que son indiferentes a la guerra del aborto librada contra bebés inocentes.
Pero el Papa Francisco no pertenece a bando alguno. Más bien, está claro en que no debemos clasificar subjetivamente los asuntos sobre la vida, sino conectarlos todos con objetividad.
Revivir esta antigua enseñanza de la Iglesia Católica primitiva — insistir en que no haya derramamiento de sangre en lo absoluto — es tanto el criterio de mayor moralidad, como el más lógico de mantener. Le proclama a los gobiernos, las empresas, la sociedad y el mundo entero que nadie es prescindible, y que cada persona creada a imagen y semejanza de Dios debe ser amada y protegida.
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