'Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a �l'
Monday, May 14, 2018
*Brother Richard DeMaria
Nota del editor: Después de trabajar en la Arquidiócesis de Miami, el Hermano Richard DeMaria pasó seis años como misionero en África. En 2016, fue diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), mejor conocida como enfermedad de Lou Gehrig. En su blog mensual, “Journey to Death” (Jornada Hacia la Muerte), del que se extrajo este segmento, lleva una crónica sobre su peregrinación de fe para aceptar esta enfermedad.
'Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él'
“Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él”. Mi padre solía decirme eso cuando me preocupaba el futuro. A veces, cuando trato de imaginar el futuro de mi vida en esta jornada, me preocupa no poder tolerar la pérdida. Por ejemplo, anoche apenas pude lograr alzar mi mano hasta mi cara para rascarme. ¿Cómo será cuando no pueda hacer nada por mi cuenta?
Entonces recuerdo el consejo de mi padre: cruzaré ese puente cuando llegue allí. En los últimos años, he aprendido que los problemas parecen peores cuando los anticipamos, que cuando los atravesamos.
Me viene a la mente una historia: siempre que alguien se lastimaba, me salía de la multitud y permitía que se presentara alguien con más experiencia. Una vez, mientras estaba en un paseo por el río con algunos de los novicios, uno de ellos se cortó un pie severamente. No había otro adulto en la excursión. Intervine con una confianza increíble, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo. Resultó que hice lo correcto y todo estuvo bien. Ese es un ejemplo de cuando las cosas fueron más fáciles al cruzar el puente que al anticiparlo.
Así es como me siento en cuanto a esta enfermedad: cuando tenga que atravesarla, la gracia y la fortaleza estarán presentes para padecerla.
Muchas personas me escriben para decirme que me tienen en sus oraciones. Sospecho que están orando para que mejore. Me parece que lo que sucede es que sus oraciones me ayudan a mantener este espíritu positivo ante la pérdida diaria. Así que continúen con las oraciones y no se desanimen si no informo sobre mejorías en la salud. Más bien, atribúyanse el mérito cuando lean sobre mi actitud positiva.
Una de mis próximas decisiones tiene que ver con la alimentación. Estoy comprometido con el principio de que no estamos obligados a aprovechar remedios extraordinarios. Pero, ¿usar un tubo de alimentación es un remedio extraordinario? Pensaré en eso cuando llegue allí. En este momento, estoy muy bien alimentado con la ayuda de un asistente, e incluso he aumentado de peso, algo que no es común con esta enfermedad.
Hace poco vi una película (“It's Not Yet Dark”) sobre un joven en Irlanda que fue diagnosticado con ALS. Cuando decidió utilizar un respirador artificial, hizo el comentario de que todos elegirían eso en lugar de morir. Pensé que yo no haría esa elección, pero su comentario me ha obligado a reflexionar más. Me pregunto: ¿esto es una cobardía de mi parte, ceder tan fácilmente a esta enfermedad? ¿Me falta el valor para luchar por vivir más tiempo?
Al principio, cuando desarrollé esta enfermedad y hablé de aceptarla, mis amigos africanos respondían: “¡No digas eso!” Me di cuenta de que lo veían como una forma de debilidad y una falta de virtud varonil, un fracaso en valorar la vida lo suficiente. Ahora me pregunto si están en lo correcto: ¿me estoy rindiendo con demasiada facilidad? Yo creo que no.
El hombre de la película a la que hice referencia era joven: era padre de cuatro niños pequeños y aún no había logrado su meta de hacer una gran película (un objetivo realista, dados sus primeros logros como director de cine). En otras palabras, todavía no había vivido su vida; tenía mucho más por lograr.
Esa no es mi situación: no soy joven, sino que he vivido 75 años. Puedo decir que he logrado todo lo que necesitaba lograr; nada queda pendiente en mi “lista de cosas que hacer antes de morir”. Mi único deseo en la vida era trabajar como maestro con los pobres. Afortunadamente, pude hacerlo, a pesar de que no logré evitar largos períodos en administración. Trabajé con los migrantes pobres del suroeste de Florida y con los estudiantes pobres de África. ¿Qué más puedo pedir? En retrospectiva, he tenido la dicha de interacciones profundas con muchos estudiantes, la mayoría de los cuales permanece hoy en mi vida.
Si tuviera más años, ¿qué quisiera hacer? Los usaría para dar más tutoría.
Si tuviera más tiempo, pudiera hacer una última contribución en el campo de la teología. Creo que estoy llegando a una cierta comprensión de la fe que podría compartir con el mundo.
En todo caso, estoy satisfecho con mi vida. También estoy ansioso por experimentar el momento místico que estoy seguro ocurrirá en mi muerte. Mi hermana Gail dice que no me estoy dando por vencido, sino eligiendo cómo quiero hacer la transición a la vida que le sigue a esta. Por esta razón, mi intención es rechazar cualquier medio extraordinario para mantenerme vivo.
El fundamento de mi fe es mi observancia de que en este mundo existe una dinámica que siempre se aplica: de la muerte viene la vida. O para decirlo de otra manera: sin la muerte no hay vida.
Por eso no tomaré ninguna medida extraordinaria para mantenerme vivo, sino que me esforzaré por dar la bienvenida con los brazos abiertos al Señor, que viene a llevarme a él.
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