Un diagn�stico de ELA
Monday, November 13, 2017
*Brother Richard DeMaria
Nota del editor: Después de trabajar en la Arquidiócesis de Miami, el Hermano Richard DeMaria pasó seis años como misionero en África. En su blog mensual, “Journey to Death” (Jornada Hacia la Muerte), del que se extrajo este segmento, lleva una crónica sobre su peregrinación de fe para aceptar esta enfermedad.
Hace casi dos años, mientras trabaja en Kenia, comencé a sentir que cuando caminaba, me cansaba con facilidad. En enero de 2016, al regresar a mi casa para el funeral de mi cuñado, todo el mundo se dio cuenta de que parecía estar exhausto por el viaje. Dado que tenía planes para venir a los Estados Unidos a finales de abril por mis vacaciones bienales, se decidió que debería permanecer aquí, e inicié una serie de visitas y pruebas médicas.
Nada surgía para explicar mi debilidad, pero el médico sugirió la posibilidad de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), mejor conocida como enfermedad de Lou Gehrig. Muchos meses, pruebas y consultas más tarde, los médicos concluyeron que tengo una variante de la enfermedad, pero hay tantas, que es imposible predecir el futuro. Por ejemplo, Steven Hawking tiene una variante de ELA que le ha permitido vivir durante más de 40 años. Mi médico tiene un paciente que ha vivido 30 años. Otros mueren en un año. Así que no sé mucho más, excepto que estoy enfermo, y que debemos continuar observando el progreso de la enfermedad.
En realidad, no estoy sorprendido por este resultado, sino decepcionado por la incertidumbre que queda. Por eso, para mí cobra más importancia seguir el consejo de “vivir un día a la vez”.
Lo que me sorprende es lo tranquilo que estoy. Esta calma no es producto de la ignorancia sobre cómo esta enfermedad toma lenta pero inevitablemente las capacidades de uno hasta que llega la muerte. Durante siete años visité anualmente a mi primo, Tom, mientras él y su esposa luchaban con valor, heroicamente, contra los estragos de la enfermedad, y sé muy bien que una batalla de siete años es atípicamente larga.
¿Qué me produce esta calma? Mi fe en el dicho de que Dios nunca nos envía una cruz sin la gracia para soportarla. Mi experiencia en la vida siempre ha demostrado que eso es cierto, y por eso estoy seguro de que de alguna u otra manera desarrollaré, tarde en la vida, la humildad para aceptar la pérdida inevitable de fuerza y habilidades.
También espero que esto me lleve a una experiencia más profunda de unidad con mi Dios de sorpresas. Además, espero llegar a un entendimiento más profundo de la teología que enseña que estamos llamados a realizar en nuestros sufrimientos lo que falta en el sacrificio de Jesús.
Mi calma también proviene de saber que durante este tiempo me acompañarán una familia amorosa, mis hermanos de mi comunidad religiosa, y un tesoro de amigos que siempre me ha apoyado a través de mis años. Esto no lo haré solo.
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