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Sé que es algo temprano para escribir mensajes para el Día de las Madres. En mi caso, puede ser un poco tarde para escribir un panegírico para mi madre, que murió hace casi 17 años. No obstante, hay algo que me gustaría compartir con ustedes que son padres, y aquellos que lo serán. Cuando un padre se presenta ante el Señor para el juicio final, la pregunta más importante que debe enfrentar es si cumplió o no su deber como cristiano y transmitió la fe a sus hijos.

Transmitir la fe es más complicado que enviar a los niños a las clases semanales de catecismo y los ensayos para su primera confesión, Primera Comunión y confirmación. Los sacramentos no son ceremonias de graduación. Los sacramentos son parte de una jornada. 

Aquí es donde mi madre entra en mi vida espiritual. Independientemente de sus defectos, ella hizo muchas cosas bien, pero lo que hizo con fidelidad, amor, valor y atención excepcional fue transmitir la fe. Desde el momento en que nacimos, fuimos incorporados a la comunidad de fe. Digo “incorporados” porque no nos arrastraron a la iglesia para ser bautizados, o al templo para ser bendecidos, y no regresar después.

Había mucho más. La fe era parte de nuestra cultura doméstica. Recuerdo que el primer libro ilustrado que leí fue la historia de Moisés. De ahí en adelante, leí cada historia de la Biblia. La fe era parte de nuestro recreo porque antes de acostarnos, la lectura era un ritual y un momento divertido para mí. Los símbolos religiosos estaban presentes en cada habitación de nuestra casa. Me enseñaron a prestarles atención. Recuerdo que mi madre insistía en que inclinara mi cabeza cada vez que pasaba ante un crucifijo que estaba en el vestíbulo de la entrada. Inclinarse ante el crucifijo y el altar en la iglesia no era algo nuevo para mí. Las oraciones de la mañana, la tarde y la noche formaban parte de nuestra rutina familiar. Orábamos antes de ir a la escuela.

Ya mayor, rezaba el santo rosario con mi mamá todos los días a las siete de la noche. No tengo idea por qué tenía que ser a esa hora, pero puedo decirles que tampoco tengo idea de lo que se veía en televisión a las siete de la noche. Ese era el momento para la oración de la tarde. Luego había oraciones nocturnas que se rezaban a la hora de acostarse. La primera oración que aprendí fue el Padre Nuestro. Como crecí en un hogar bilingüe, mi madre se aseguró de que pudiera orar en dos idiomas. Después de eso, se agregaron otras oraciones, incluidas las oraciones en la mesa.

Mi madre nos enseñó la moral judeocristiana sin hacer proselitismo y sin regaños. Regresaba a casa y le contaba sobre algo que había visto en la escuela o en la calle, y ella se detenía a escuchar. Si era algo bueno, me explicaba cómo debería imitarlo, porque era del agrado de Dios. Si era malo, me explicaba la importancia de evitarlo, porque era un pecado y el pecado podría llevarte al infierno. Mi madre no tenía miedo de palabras como “pecado” e “infierno”. Aunque utilizaba esos términos, yo no sufro de trastorno de estrés postraumático. En todo caso, sufro de tener una conciencia culpable cuando cometo una falta.

Un incendio destruyó gran parte de nuestra casa cuando yo tenía unos 11 años. Tomó varios meses reconstruirla, pintarla y hacer todo lo que es necesario para rehabilitar una casa. Nunca olvidaré estar afuera en un día muy frío de marzo a las tres de la madrugada, en pijamas y abrigado con una manta, mirando las llamas que salían de una de las ventanas del piso superior. Cuando el fuego finalmente se extinguió, le pregunté: “¿Qué vamos a hacer?”

Mi madre permaneció callada por un momento. Luego dijo: “No tengo idea. Pero no nos preocupemos por eso. Busquemos un lugar cálido para dormir. Dios siempre tiene un plan y Él nos dirá qué hacer en el momento adecuado”. 

Desde la infancia nos inculcó esa creencia. “Dios tiene un plan”. Y “Solo Dios sabe”. Siempre nos aseguró que la Providencia nos cuidaba.

Como cualquier buen judeocristiano, íbamos a la iglesia todos los fines de semana y también en los días sagrados. Hasta que tuvieras la edad suficiente para pagar tus propias cuentas, no había posibilidad de dormir hasta tarde y de no ir a la iglesia.

Lo mejor que aprendí de ella fue el amor a Dios y el amor al prójimo. Mi madre atendió a niños cuyos padres no podían cuidar de ellos, y vivían con nosotros hasta que los padres estuvieran listos para llevárselos a casa. Un niño vivió con nosotros alrededor de tres meses.

La vi entrar a la iglesia para visitar al Santísimo Sacramento en camino a casa. No me preguntaba si quería entrar. La seguía con naturalidad y me arrodillaba frente al tabernáculo. No había duda de que Cristo vivía en esa pequeña caja. No había excusa para conducir o caminar frente a la iglesia y no detenerse para saludar a su residente soberano.

Al recordar estas cosas, me parece que su perseverancia a la hora de transmitir la fe a sus hijos superó cualquier falta que tuviera a la hora de su muerte. Esa es la primera vocación y la más importante de la crianza de los hijos. Todas las necesidades estaban cubiertas: el techo sobre la cabeza, la comida en la mesa, la matrícula escolar y las facturas médicas. Pero como ella dijo en una ocasión: “Darles a tus hijos las cosas materiales que necesitan no los llevará al cielo. En el cielo no permiten bicicletas. Tienes que dar más”.

Comments from readers

Anne DiBernardo - 03/08/2018 11:59 AM
This is a beautiful testimony that every parent needs to read! Thank you and God bless you, Brother Jay! Anne DiBernardo
Ed Suazo - 03/06/2018 07:11 PM
Excellent article, Brother Jay! Thanks for sharing your experience as a child - I am sure this will inspire present and future generations. 'Glad to know you are feeling better. God bless', Ed Suazo
Rev. Mr. Armando de Leon - 03/06/2018 02:15 PM
What a great article. My mom and grandmother passed 27 and 37 years ago today respectively, and I remember how they taught us to pray, gave us the gift of faith, and made my sister and myself the Christians we are today. There may not be bikes in heaven, but there sure as heck is a very special front row seat for moms. May they rest in His light and peace.
Olivia Baca - 03/06/2018 12:02 PM
Este bello articulo me transporto a mi ninnez, me recordo plenamente las ensennanzas de mi madre, igual que el padre Rivera no tenago ningun postrauma por que me ensennaran la existencia del bien y del mal.
James - 03/05/2018 05:57 PM
Loving Catholic Mothers are a huge blessing. Thank you for this article, In Unity,
LOURDES BATHARD - 03/05/2018 01:42 PM
I love this article. It reminds me of how my mother instilled Faith into our home as well. She led by example, never forcing any of us to do anything, but showing us how it is done? Today we continue that tradition with our own families.

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