No hagamos un trato... al menos este trato
Monday, June 12, 2017
*George Weigel
Ayudar a los que se han separado de la Iglesia Católica a regresar a la plena comunión es un esfuerzo noble. Pero tales reconciliaciones no pueden conducirse como si fueran el equivalente eclesiástico de las negociaciones laborales: usted da un poco aquí, y nosotros daremos un poco allá. La única unidad de la Iglesia digna de serlo es la unidad dentro de la sinfonía completa de la verdad católica.
Esto nos lleva a la rumoreada reconciliación entre la Iglesia y los seguidores del difunto arzobispo francés Marcel Lefebvre. Mientras se considera con frecuencia que las quejas de los lefebvristas sobre la liturgia post-Vaticano II constituyen el corazón de su cisma, los puntos de ruptura más fundamentales implican la enseñanza del Concilio sobre el derecho humano fundamental de la libertad religiosa, y la acogida por el Concilio del diálogo ecuménico e interreligioso, que incluye la afirmación conciliar de que hay elementos de verdad y santidad en otras comunidades cristianas, y ciertamente en creencias no cristianas.
Ahora, según el arzobispo Guido Pozzo, alto funcionario del Vaticano que participa en las discusiones con los lefebvristas, puede ser posible zanjar las diferencias que el arzobispo Lefebvre creó al admitir que las enseñanzas del Vaticano II no tienen el mismo peso doctrinal. En este escenario, se le daría un pase a los lefebvristas en lo que tiene que ver con la afirmación del Concilio sobre la libertad religiosa, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, y regresarían a la plena comunión a través del mecanismo de una "prelatura personal", la misma estructura que gobierna al Opus Dei.
Esta es una muy, muy mala idea.
Es cierto que el Vaticano II habló sobre una "jerarquía de verdades" dentro de la única fe católica y apostólica. Pero eso no significa que algo de lo que el Concilio enseñó es más o menos cierto (lo que significaría que algo del Vaticano II es más o menos falso, o al menos más o menos dudoso). Hablar de una "jerarquía de verdades" significa simplemente que algunas de las verdades que la Iglesia Católica enseña están más cerca del Misterio Pascual de Jesucristo crucificado y resucitado que otras.
La Iglesia enseña la verdad del Nacimiento Virginal y la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ambas doctrinas son verdaderas, pero el Nacimiento Virginal está más cerca del Misterio Pascual que la Inmaculada Concepción. Del mismo modo, el Vaticano II enseñó que la revelación divina es real y que la libertad religiosa es un derecho humano fundamental. La realidad de la revelación divina es una verdad más cercana al corazón de la fe que la verdad de que la libertad religiosa es un derecho de las personas que debe ser reconocido en la ley. Pero ambos son verdaderos.
Al seguir el ejemplo del arzobispo Lefebvre, el clero de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX) – miembros ordenados del movimiento lefebvrista – ha afirmado que lo que el Concilio enseñó sobre la libertad religiosa es falso porque contradecía la enseñanza católica establecida, afirmación que tiene que ver más con la agitación en la política francesa post 1789 que con un relato serio de la historia de la doctrina católica sobre iglesia-estado. El fundamento del rechazo de la FSSPX a la libertad religiosa importa menos que el mismo hecho. Restituir al clero de la FSSPX a la plena comunión con Roma, al mismo tiempo que se le permite cruzar los dedos detrás de sus espaldas cuando hace la profesión de fe y presta el juramento de fidelidad sobre la libertad religiosa (y el ecumenismo) podría, por una extraña ruta ultra-tradicionalista, consagrar el "derecho a disentir" dentro de la Iglesia.
Eso sería un desastre. Tal “derecho” a la “disensión fiel” ha sido reclamado durante mucho tiempo por los progresistas católicos, sobre todo con respecto a la Humanae Vitae, la encíclica de Pablo VI sobre los métodos adecuados para regular la fertilidad, y Ordinatio Sacerdotalis, la carta apostólica de Juan Pablo II que reafirma que la autoridad de la iglesia para ordenar solo se extiende a los hombres. Los reclamos de "disensión fiel" siempre han sido rechazados por la máxima autoridad docente de la Iglesia.
Hacer un trato con la FSSPX y el movimiento lefebvrista según la hipótesis del arzobispo Pozzo – para que a esta nueva prelatura personal se le conceda un derecho a rechazar ciertas enseñanzas del Concilio Vaticano II – sería hacer la sinfonía de la verdad católica más discordante que melódica. Daría aún más validez a la disensión en la izquierda católica. Esto reforzaría la noción de que la doctrina no se trata de la verdad, sino del poder.
Y hacer todo eso dañaría inmensamente la Nueva Evangelización.
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