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¿Busca algún estímulo después de este escandaloso ciclo eleccionario? ¿Alguna inspiración para lo que está por venir? ¿Una buena manera de enriquecer el Adviento? ¿Ejemplos de santidad que le ayuden a ser el discípulo misionero para el que fue bautizado? Entonces permítame recomendarle la nueva serie en DVD del obispo Robert Barron, Catholicism: The Pivotal Players(Catolicismo: Los Protagonistas Esenciales).

Pivotal Players da seguimiento a la inmensamente exitosa mega-serie de 10 partes del obispo Barron, Catholicism (Catolicismo), la presentación más convincente sobre la sinfonía de verdades católicas jamás creada para los medios modernos. A través de la serie original aparecieron figuras claves de la historia católica para ilustrar esta verdad de la fe o aquella faceta de la experiencia católica. Ahora, con Pivotal Players, seis de las personalidades más destacadas de la historia católica asumen un rol protagónico, y la aventura de sus vidas sirve para profundizar nuestra comprensión de la "fe que ha sido transmitida a los santos" (Judas 1:3).   

Los seis son Francisco de Asís, Catalina de Siena, Tomás de Aquino, John Henry Newman, G.K. Chesterton y Miguel Ángel Buonarroti: el reformador, la mística, el teólogo, el convertido, el evangelista y el artista. Dos son doctores de la Iglesia – y un tercero pudiera llegar a serlo. Varios de ellos inspiraron a los sucesores de san Pedro; otro regañó a un Papa de manera categórica. Dos eran ingleses y conversos del anglicanismo: uno sutil y el otro gigantesco; uno el catedrático de Oxford por excelencia; el otro, el mejor ejemplo del genio anglo-excéntrico. Uno aspiraba a ser caballero andante antes de su abrupta transformación al evangelicalismo radical. Otro era, sin duda, el mayor genio de la historia humana, cuyo talento extraordinario abarcaba la escultura, la pintura, la arquitectura, la poesía y otros campos. Cuatro eran italianos (si permiten el anacronismo para un umbro, un sienés, una especie de napolitano, y un florentino devoto). Cada uno de ellos era el análogo humano de lo que los astrofísicos llaman una "singularidad", alguien a quien no se le aplicaban las viejas reglas de la gravitación espiritual.

Y, además de la intensidad apasionada de su fe católica, compartieron algo más en común: cada uno vivió en un momento de crisis para la Iglesia, y cada uno ayudó a la Iglesia a tratar tal crisis de manera creativa, a la vez que se mantenía fiel a sí misma.

Francisco de Asís y Catalina de Siena vivieron en momentos en que el catolicismo institucional se había quedado dormido en los laureles y perdido su liderazgo evangélico. Al crear algo completamente nuevo en la vida católica – la orden religiosa mendicante dedicada a la evangelización – Francisco inspiró en la Iglesia un nuevo radicalismo evangélico centrado en la experiencia gozosa de la salvación. Catalina de Siena hizo posible que el papado volviera a ser el centro de unidad para todo el mundo católico, tal como Cristo quería que fuera, al persuadir (o, mejor, al avergonzar) al Papa Gregorio XI para que regresara a Roma desde su exilio político en Aviñón.

Tomás de Aquino injertó el "nuevo aprendizaje" de Aristóteles en la teología católica, una síntesis creativa que dio a la Iglesia herramientas conceptuales que hoy en día continúan siendo poderosas. Al hacerlo, ayudó a crear lo que conocemos en Occidente como la educación superior, mostrándole a la Iglesia cómo incorporar lo mejor de la "modernidad" de su época a la vida intelectual y espiritual, sin perder el contacto con las verdades que había poseído durante mucho tiempo como un legado del Señor.

Miguel Ángel vivió durante aquel tiempo de asertividad humana a veces impetuosa que llamamos el Renacimiento; su arte teológicamente motivada (explicada por el obispo Barron en lo que quizás es la parte más brillante de Pivotal Players) enriqueció el humanismo de inspiración clásica de su época al unirlo con el relato bíblico de la persona humana.

Más cercanos a nuestra época, Newman y Chesterton fueron figuras claves en la elaboración de una respuesta católica a la revolución científica y los demás cambios dramáticos que daban nueva forma a nuestra manera de pensar – y cómo imaginábamos nuestro lugar a la luz de los acontecimientos – durante los siglos XIX y XX. El hecho de que cada uno de ellos lo hiciera con una prosa maravillosamente enriquecedora, ayudó a demostrar la vitalidad continua de la mente y el espíritu católicos en una era cada vez más escéptica; a la vez de legarle a la Iglesia del siglo XXI los modelos de apologética que siguen siendo convincentes en un tiempo como el nuestro, en el que el escepticismo a menudo se insensibiliza hasta convertirse en cinismo, o simplemente aburrimiento.

De cada una de estas personalidades tocadas por Dios hay cosas importantes que aprender para los retos que enfrenta el catolicismo en el mundo posmoderno del siglo XXI. Felicitaciones al obispo Barron por traerlas a nuestra atención de manera fascinante.

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