�Dejen que los ni�os (tranquilos) se acerquen a m�?
Monday, May 19, 2014
*Dan Gonzalez
Este año, el Quinto Domingo del Tiempo Ordinario marcó un hito: ¡mi esposa y yo pudimos escuchar la misa por primera vez en cinco años!
Pero, ¿no asisten a la misa cada semana? SÃ, asistimos. Pero este domingo fue especial. Nuestros dos niños (Zoe, de 4 años, y Matthew, de 5) se graduaron del Cuarto de Niños, y pudimos sentarnos con la comunidad general y escuchar la misa. ¡Efatá!
¡Oh, el controvertido Cuarto de Niños! Pocas cosas en la misa provocan un debate tan acalorado y vehemente.
Por una parte, algunos lo ven como una necesidad. Los niños inquietos y agitados pueden distraer a la asamblea de la oración y la contemplación. La misma misa exige observar perÃodos de “silencio sagradoâ€:
“Debe guardarse también, en el momento en que corresponde, como parte de la celebración, un sagrado silencio… Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristÃa, en el 'secretarium' y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada". (Instrucción General del Misal Romano, #45)
"La Liturgia de la Palabra se debe celebrar de tal manera que favorezca la meditación… Además conviene que durante la misma haya breves momentos de silencio, acomodados a la asamblea reunida, gracias a los cuales, con la ayuda del EspÃritu Santo, se saboree la Palabra de Dios en los corazones y, por la oración, se prepare la respuesta. Dichos momentos de silencio pueden observarse oportunamente, por ejemplo, antes de que se inicie la misma Liturgia de la Palabra, después de la primera lectura, de la segunda y, finalmente, una vez terminada la homilÃa". (Instrucción General del Misal Romano, #56)
Todos hemos experimentado la quietud reverente que arropa a la asamblea cuando los fieles terminan de responder “pero una palabra tuya bastará para sanarmeâ€. De pronto, un niño deja salir un grito que perfora el silencio. O el momento en que la música del juguete de un niño o el sonajero de un bebé rompe la quietud después de la Comunión.
¿SerÃa mejor reunir a estos niños en su propio salón, para permitirle a la asamblea celebrar en silencio, mientras se protege a los padres abochornados de miradas indignadas? Mamá y papá pudieran concentrarse en la misa sin tener que perseguir a sus hijos, y liberados de la necesidad de tener que suprimir los gritos de los niños. Todos ganan, ¿verdad?
Bueno, el otro lado pudiera interpretar esto como segregación – un rompimiento de la comunidad cuyo fin es impedir la participación, en vez de motivarla. Muchos perciben el mensaje tácito como un “no son bienvenidos†– una colonia de leprosos en nuestros dÃas. Las ventanas de cristal convierten el Cuarto de Niños en una verdadera pecera a la que se asoman los feligreses cuando pasan por allÃ. Esta sensación de aislamiento puede ser muy familiar, especialmente si el niño tiene problemas fÃsicos, emocionales o del desarrollo.
Este grupo puede interpretar el ostracismo como una indiferencia descarada del mandamiento del Señor, “Dejen que los niños vengan a mÃ, y no se lo impidan porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos.†(Mt. 19:14)
Además, algunos padres bien intencionados traen a sus niños enfermos que tosen y estornudan, y con mucha firmeza, consciente y vigorosamente, ofrecen el saludo de la paz. ¡Esto convierte al Cuarto de Niños en una incubadora húmeda y a prueba de sonidos, donde nadie puede escucharte gritar!
Entonces, ¿qué hemos hecho?
Para nosotros, los primeros años en el Cuarto de Niños fue un tiempo en el que nuestros niños, sencillamente, permanecÃan mientras duraba la celebración. TenÃamos libros y crayones, nada ruidoso que pudiera interrumpir a los demás. Si estaban enfermos, mi esposa y yo asistÃamos a misas en horas distintas para que uno se quedara en la casa con ellos. Si en el Cuarto de Niños habÃa otros niños enfermos, orábamos por lo mejor y pasábamos el Purell.
Según iban creciendo, comenzamos a enseñarles el vocabulario: “Señala cuál es el sacerdoteâ€. “¿Cuáles son los acólitos?†“¿Dónde está el altar?â€
Luego, pasamos a las partes de la misa: “Mira, el sacerdote se inclinará y luego besará el altarâ€. “Hagamos juntos la señal de la cruzâ€. Y después de la Comunión: “¿Por qué das las gracias?â€
Ahora, cuando el diácono desfila con el Libro de los Evangelios, mi hijo Matthew me mira. Aguanta la respiración con anticipación, y sonrÃe animadamente si la lectura es de su tocayo. El Ciclo A es el que más le agrada. (Si quieren obtener ideas muy buenas, lean la serie de siete partes, “Forming Children and Youth for the Massâ€, por Joyce Donahue, sobre la capacitación de niños y jóvenes para la misa).
Pasamos cinco años en el Cuarto de Niños, y usamos ese tiempo y espacio como punto de aprendizaje, un nido espiritual en el que nuestros polluelos se nutrieron hasta prepararse para volar con el resto de la bandada.
Dejar el Cuarto de Niños fue como un rito de iniciación, alcanzar la madurez.
Ese domingo, nuestra primera incursión en la misa ocurrió sin complicaciones. Sin embargo, escogimos sentarnos en un banco que se encontraba a seis pies de una puerta de salida, por si habÃa una recaÃda.
Y ustedes, ¿cómo ven el Cuarto de Niños? ¿Es un “Alcatraz†del cual escaparse, o es un refugio para los niños inquietos? ¿Su uso debe ser obligatorio o voluntario? ¿Debe eliminarse de las parroquias o extenderse? ¿Cuál es su experiencia?
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