�Qu� es un hermano?
Monday, January 12, 2015
* Br. Jay RIVERA FFV
Con frecuencia, me preguntan: “¿Qué es un hermano?” La mayoría de los católicos no tienen idea porque no han sido educados sobre la vida religiosa. En muchas de nuestras parroquias y escuelas hay sacerdotes diocesanos (o seculares) y hermanas religiosas, por lo que se nos ha entrenado para pensar en un paradigma bastante limitado: los hombres se convierten en sacerdotes, y las mujeres en monjas – y, por cierto, no son monjas sino hermanas, pues una monja es una religiosa de clausura.
Tengo varios buenos amigos que son sacerdotes diocesanos. Me da pena cuando intentan explicar qué es un hermano. A menudo nos explican en términos de lo que no somos. Dirán algo así como: “Los hermanos no dan misa ni confiesan”. Imaginen a una creatura de otro planeta que no hable nuestro idioma y pregunte: “¿Qué es un sacerdote?” y uno conteste: “Los sacerdotes no tienen hijos”. Ese poquito de información no es muy útil.
Por otro lado, están quienes intentan explicar qué es un hermano al describir lo que hacen los hermanos. Eso tampoco ayuda mucho. Con frecuencia, escucharán a la gente decir: “Los hermanos enseñan, son enfermeros, hacen trabajo social, cocinan, administran escuelas, sirven a los sacerdotes, son monjes, frailes, dirigen comedores de beneficencia, y demás”. Todas esas iniciativas pueden ser realizadas por cualquier persona. Uno no necesita ser un religioso consagrado para hacer esas buenas obras.
La diferencia está en la manera en que el hermano realiza estas cosas, no en que las haga. Un hermano acoge cada tarea con el mismo punto de vista que Cristo y la Iglesia. Su visión y misión son definidas por el carisma de su comunidad religiosa. Un hermano franciscano y un hermano de De LaSalle pueden enseñar, y hacerlo de manera muy distinta. Ambos ven a sus estudiantes como Cristo los ve, pero ahí termina la similitud. El enfoque del hermano franciscano a sus estudiantes es definido por la visión de san Francisco, y el del hermano de De LaSalle es definido por la visión de san Juan Bautista De LaSalle.
Lo mismo se aplica a cada ministerio. Un secretario laico y un hermano secretario hacen el mismo trabajo, pero ofrecen distintos enfoques a la tarea, y realizan la misma tarea por razones distintas.
El Vaticano II y el derecho canónico definen a los hermanos de manera decisiva. Un hermano es alguien llamado al estado de la vida religiosa, “constituye un estado completo en sí de profesión de los consejos evangélicos”(obediencia, pobreza y castidad) (Perfectae Caritatis, núm. 10).
El compromiso al ministerio sacerdotal no es requerido por la consagración propia del estado religioso y, por lo tanto, aún sin la ordenación sacerdotal, un religioso puede vivir su consagración a plenitud. En otras palabras, es un llamado diferente que Cristo le hace a un hombre para vivir sólo por Él al consagrar su vida a Él a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia. Vive su consagración a través de una vida de oración, penitencia, fraternidad, trabajo, silencio y soledad, en imitación de Nuestra Señora, quien siempre llevaba a todos a Jesús. Todo lo que hace apunta a Cristo, quien es el primogénito entre muchos hermanos. Un hermano es como Juan el Bautista, que proclama: “He ahí”.
Al observar el desarrollo histórico de la vida consagrada en la Iglesia, queda claro un hecho significativo: los miembros de las primeras comunidades religiosas eran llamados “hermanos”, sin distinción. El más famoso de ellos es san Benedicto. La gran mayoría de ellos no recibió la ordenación sacerdotal. Un sacerdote puede unirse a esas comunidades, pero no puede reclamar privilegios por las órdenes sagradas. Cuando se necesitaban los sacerdotes, se ordenaba a uno de los “hermanos” para satisfacer las necesidades sacramentales de la comunidad.
El ideal de la vida consagrada sin el sacerdocio vive en san Francisco de Asís, quien no se sintió personalmente llamado al ministerio sacerdotal. Francisco puede ser considerado un ejemplo de la santidad de la vida religiosa. Su testimonio demostraba la perfección que se puede alcanzar a través de este modo de vida.
Este noviembre pasado, la Iglesia dió inicio al Año de la Vida Consagrada. Ha pedido que los religiosos, obispos y los distintos dicasterios (departamentos) en el Vaticano ofrezcan información sobre la vida consagrada, especialmente sobre los hermanos. La Iglesia reconoce la reducción en el número de vocaciones a la vida religiosa.
San Juan Pablo II dijo que “es necesario realizar un nuevo esfuerzo para lograr que vuelvan a florecer esas importantes y nobles vocaciones: un nuevo esfuerzo de promoción vocacional, con un nuevo compromiso de oración. La posibilidad de una vida consagrada laical (sin ordenación) debe exponerse como camino de auténtica perfección religiosa tanto en los antiguos institutos masculinos como en los nuevos”.
El cardenal Timothy Dolan dijo una vez que “la hermandad es una vocación olvidada. Los hermanos son esos hombres a los que la mayoría de nosotros hemos ignorado como insignificantes, porque no entendemos que la vida consagrada es esencial para la identidad católica de la Iglesia”.
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