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Un a�o para que en oraci�n agradezcamos a Dios por el don de la vida consagrada


El Santo Padre Francisco nos ha llamado a celebrar un año dedicado a la Vida Consagrada desde el 30 de noviembre de 2014 (Primer Domingo de Adviento) hasta el 2 de febrero de 2016 (Día Mundial de la Vida Consagrada). Este año también se encuentra dentro del marco de la celebración del 50 aniversario de Perfectae Caritatis, decreto sobre la adaptación y renovación de la Vida Religiosa, y la Constitución Dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II. Un año “para despertar al mundo”, como ha dicho el Papa, y redescubrir el valor y la belleza de esta sublime vocación. Todos juntos como Iglesia le daremos gracias a Dios por tantos hombres y mujeres que, dejándolo todo, han abrazado la vida consagrada para dedicarse de manera exclusiva y total a Dios y al servicio de la Iglesia y de todo hombre de buena voluntad. Un año que nos invita a recordar el pasado con gratitud, a vivir el presente con alegría y a mirar hacia el futuro con renovada esperanza.  

Podemos hacer memoria de cuanto bien hemos recibido de parte de los consagrados. Recordamos con gratitud su presencia en la vida de la Iglesia y de la sociedad, en los colegios educando a niños y jóvenes para el bien de la Iglesia y del mundo; en los hospitales, casas de ancianos y centros para discapacitados, donde sirven con un abnegado amor a quienes sufren, y se entregan a ellos en servicio generoso impregnado de caridad hacia los más desprotegidos. Los encontramos en la asistencia social a los pobres y necesitados, llevándoles la esperanza en Dios y el consuelo del amor y la presencia de la Iglesia; los vemos en las universidades guiando a los jóvenes y formándolos para ser el futuro de la sociedad; en su labor en las parroquias apoyando a los sacerdotes en su ministerio y educando en la fe a tantos para que puedan recibir la vida divina a través de los sacramentos. Y aquellos que impregnados de celo apostólico van por el mundo entero extendiendo el Reino de Dios.  

En cada área de la vida del hombre están presentes quienes se han consagrado a Dios en pobreza, castidad y obediencia, para ser fermentos en la sociedad, para ser luz en medio de un mundo que camina entre sombras, para dar aliento a aquellos que están bajo el peso del sufrimiento y el dolor; para hacer presentes en el mundo contemporáneo las realidades futuras, dando testimonios con sus vidas de que hay esperanza y esta está en la vida nueva y eterna, conquistada por la redención de Cristo nuestro Señor.  

No podemos dejar de recordar y agradecer el don que el Espíritu Santo a través de la historia de la Iglesia ha donado inspirando a tantos fundadores y fundadoras de familias religiosas que han suscitado los diferentes carismas y así han abierto una escuela de espiritualidad en la que tantos fieles han encontrado su camino para alcanzar la madurez cristiana. 

Como leemos en la Constitución Dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II: “Cada consagrado proclama de modo especial la elevación del reino de Dios sobre todo lo terreno y sus exigencias supremas; muestra también ante todos los hombres la soberana grandeza del poder de Cristo glorioso y la potencia infinita del Espíritu Santo, que obra maravillas en la Iglesia. Por consiguiente, el estado constituido por la profesión de los consejos evangélicos, aunque no pertenece a la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de manera indiscutible, a su vida y santidad”. (LG, 44)  

Sí, hermanos, todo consagrado a Dios está injertado en la vida y santidad de la Iglesia, siendo así un testimonio vivo del poder de la redención y de la gracia permanentemente presente en la Iglesia. Qué don tan grande tenemos en aquellos que testifican con sus vidas y en sus vidas lo absoluto de Dios y que nos llaman con su ejemplo a ver nuestro hoy con los ojos y el corazón puestos en el futuro… en la vida eterna. 

En este año de gracia, unámonos en oración para que el Señor suscite en muchos de los corazones de nuestros jóvenes el deseo de la vocación a la vida consagrada, que puedan escuchar la voz de Dios que les llama en su interior y que sean generosos en responder a esa voz que les dice “ven y sígueme”.  

Oremos también con gratitud por todos los consagrados, quienes a lo largo de nuestras vidas han dejado una huella en nuestros corazones. Oremos para que aumente en la Iglesia el numero de hombres y mujeres que entregan sus vidas de esta manera a Dios y para que el esplendor de la vida consagrada resplandezca en la Iglesia y la adorne con santidad.  

San Juan Pablo II en Vita Consecrata nos dijo: “La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su misión, ya que indica la naturaleza íntima de su identidad y misión”. (Vita Consecrata 3)  

Que este año sea de oración por las vocaciones y un año para agradecer a Dios por el don de la vida consagrada.

Comments from readers

Sister Lidia Valli - 12/02/2014 08:40 PM
Thank you Sr. Ana, for being a consecrated person and for witnessing the love of God in the Archdiocese of Miami. Together we will "wake up the world". With joy, Sr. Lidia SSJBC

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