Nuestros corazones se abrieron al amor incondicional
Monday, October 20, 2014
*Blanca Morales
Si la Madre Teresa hubiese vivido en el Sur de la Florida, la hubiéramos encontrado caminando por las calles del centro de Miami, sin escatimar esfuerzos para hablar con los miles de hombres, mujeres y niños que integran la población desamparada y pobre de la ciudad.
La doctrina social católica se basa en el principio de la dignidad de la persona humana, que es infinitamente más valiosa que cualquier cosa material. La Iglesia defiende el bienestar de todos, especialmente de los pobres y vulnerables, quienes sufren no sólo por la necesidad imperiosa, sino también por la humillación, la impotencia y los crímenes de odio.
En su mensaje por el Jornada Mundial de las Misiones, celebrado el 19 de octubre, el Papa Francisco invitó al laicado a participar en el llamado a la evangelización al salir “hacia las periferias… donde hay más personas pobres que esperan” la Buena Nueva. Enfatizó que la alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y en el compartir con los pobres.
Este año pasado, muchos jóvenes adultos de la Arquidiócesis pudieron vivir en carne propia la alegría de servir a nuestras hermanas y hermanos en Haití, lo que tuvo como resultado experiencias misioneras inolvidables.Aunque no tuve la oportunidad de viajar al extranjero para hacer obra misionera, me di cuenta de que hay mucho que hacer aquí mismo. Me uní a un grupo de 12 que pasó una semana sirviendo a los desamparados y necesitados en el Pequeño Haití.
Nos unimos a las Misioneras de la Caridad en su comedor de beneficencia, les ayudamos en su picnic para niños desfavorecidos, y organizamos un campamento de verano bíblico en la escuela de la Catedral de St. Mary.
Fue la semana más agotadora y desafiante de mi vida, pero también fue increíblemente maravillosa.
En el condado de Miami-Dade, cerca de 530,000 personas viven en la pobreza, y miles más carecen de hogar. El estudiante de Palm Beach, Arnell Lexima, se sorprendió desde el momento en que llegó al comedor de beneficencia, al sentir que no sólo quería ayudar a los desamparados, pero también quería entenderles y verles como hermanas y hermanos en Cristo. “Ese día, me di cuenta de su belleza”, expresó.
También sorprendió la manera en que un gesto sencillo, como una sonrisa, una palabra amable, o quizás la mera presencia, puede significar tanto para otros. “Me maravilló la manera en que nosotros, un grupo de extraños, nos unimos como equipo”, dijo Nick Higgins, quien vino desde Orlando.Cuando la gente es llamada a una misión común, suceden grandes cosas. Como equipo, rezamos la Liturgia de las Horas, leímos meditaciones de Madre Teresa, asistimos a la misa diaria, desayunamos y cenamos juntos, y compartimos en hermandad.
Había hermosura y alegría en la vida comunitaria – ayudándonos unos a otros, motivándonos, cocinando juntos, riéndonos ante nuestras limitaciones, y aprendiendo unos de otros cómo ser creativos o ingeniosos.
Aprendimos de Madre Teresa que un sacrificio, “para que sea verdadero, debe costar, debe doler, y debemos vaciarnos de nosotros mismos”.
“Algunos niños a los que servimos, habían atravesado más en su niñez que lo que debe pasar cualquier niño, por eso había una verdadera necesidad de que saliéramos de nuestro egoísmo y nuestros anhelos de comodidad, y respondiéramos a este llamado a amarles”, dijo Nick, quien supervisó la actividad del campamento de verano.
Dios nos dio “energía santa” – Su Espíritu nos ayudó a seguir adelante a pesar de la frustración o el cansancio. Aprendimos a crecer en paciencia. Nuestros corazones se abrieron al amor incondicional.
Esa semana, experimenté la gracia que llega con el sacrificio, al darme cuenta de que hay alegría cuando uno vive la vida con un propósito superior a uno mismo, en el que se entregan nuestros propios intereses para poder amar desinteresadamente a los demás.
Hay alegría en una comedor de beneficencia abarrotado.
Hay alegría en el sol brillante bajo el cual los niños están disfrutando.
Hay alegría al dormir en el piso durante una semana.
Hay alegría al comer emparedados de mantequilla de maní cada día.
Hay alegría al cocinar en una cocina que parece un sauna.
Hay alegría cuando un niño te dice que te ves gracioso.
Hasta hay alegría al perseguir y fumigar un ejército de cucarachas.
Cuando uno se desprende de todo lo que retenemos, el Señor te llena con su parte de paz, amor y alegría – y mucho. Le dimos cinco panes y dos peces (todo lo que teníamos), y Él nos dio a cambio 12 cestas llenas de innumerables gracias.
Mesi, Bondye, mesi.
Comments from readers