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La decisión de la Corte Suprema de escuchar los argumentos sobre la constitucionalidad de la Ley para la Defensa del Matrimonio (DOMA, por su sigla en inglés) y la Propuesta 8 de California, es garantía de que el debate sobre el matrimonio estará en el primer plano de la vida pública estadounidense en el futuro predecible.    

Para propósitos de la ley federal, DOMA define el matrimonio como la unión legal de un hombre y una mujer (no indica qué es lo que los estados pueden o no definir como “matrimonioâ€). La Propuesta 8 fue iniciada por los votantes para corregir la interpretación de la Corte Suprema de California sobre el hecho de que la constitución de dicho estado contenía un “derecho†al “matrimonio†entre personas del mismo sexo. El debate sobre el matrimonio continuará independientemente de que la Corte Suprema de los Estados Unidos asuma una actitud muy estrecha ante estos casos, o intente hallar en la Constitución de los EE.UU. un “derecho†al “matrimonio†entre personas del mismo sexo que deba obedecerse en todos los estados. De hecho, si la Corte evita el proceso político, el debate del matrimonio puede intensificarse, como ha sucedido con la discusión sobre el derecho a la vida tras la eliminación de las leyes del aborto en todos los estados hace 40 años este mes, a raíz de la decisión de Roe v. Wade.

Por eso, y con más razón, debemos aclarar aquí algunos asuntos.

Las leyes que autorizan el “matrimonio†entre personas del mismo sexo se han promovido exitosamente como el equivalente a las leyes de los derechos civiles que prohíben la discriminación racial. De hecho, a eso se debe gran parte del poder que tiene el movimiento por la “igualdad matrimonialâ€: ha aprovechado el único punto de referencia de la moral pública para lograr el éxito en la política del siglo 21 en Estados Unidos—el  movimiento de los derechos civiles de la década de 1950 y principios de la de 1960. Durante casi dos siglos, se le había negado a los estadounidenses de descendencia africana la igualdad ante la ley; la injusticia patente fue desafiada por un movimiento de convicción moral y maniobra legal y, al final, el movimiento fue justificado con un cambio en actitud, mentes y estatutos. ¿Si ocurrió en aquella ocasión en lo que se refería a la raza, por qué no ahora en lo que tiene que ver con quiénes pueden “casarseâ€? Ese es el debate, y su poder emotivo es considerable.

Pero es una equivocación.

En su libro más reciente, What Is Marriage? Man and Woman: A Defense (¿Qué es el Matrimonio? Hombre y Mujer: Una Defensa), publicado por Encounter Books, tres intelectuales católicos con conexiones a Princeton—Robert P. George (quien ejerció la cátedra Woodrow Wilson en esa eminente universidad) y dos de sus antiguos discípulos, Sherif Girgis y Ryan Anderson—argumentan de modo persuasivo y con fundamento que, al apelar a la igualdad, Estados Unidos no puede llegar a una conclusión seria a esta pregunta: ¿Debe el gobierno redefinir el matrimonio para incluir a las uniones entre personas del mismo sexo?

¿Por qué no? Porque en todo sistema gubernamental conocido en la historia, cada política matrimonial define sus límites, excluyendo del “matrimonio†a algunos tipos de relaciones. Los padres no pueden casarse con sus hijos. Los hermanos y las hermanas no se pueden casar. La gente menor de cierta edad no se puede casar. Las personas que ya están casadas, no se pueden casar.

En otras palabras, los gobiernos, sean autocráticos, aristocráticos, monárquicos o democráticos, siempre han “discriminadoâ€â€”han establecido diferencias—en sus leyes matrimoniales. Y en ese sentido, no hay un asunto de ley sobre “igualdad†matrimonial similar a la igualdad que procuraron, y obtuvieron, las minorías raciales en el movimiento de los derechos civiles.

Si la ley matrimonial siempre conllevará distinciones, la pregunta moral (y legal/constitucional) es si la distinción causa una “discriminación†arbitraria o injusta. O si la distinción es inherente a la propia naturaleza del matrimonio y es útil para el bienestar público genuino.

En la cultura postmodernista del siglo 21, es difícil argumentar sobre la “naturaleza†de algo. Pero consideren esto: Cuando la edición de Entertainment Weekly correspondiente al 2 de noviembre de 2012 hace referencia al escritor de Lincoln, Tony Kushner, como “el esposo del columnista Mark Harris, de Entertainment Weeklyâ€, ¿no les asusta? ¿No les parece que hay algo no sólo extraño, sino equivocado? ¿Tienen la misma reacción innata—Aquí hay algo incorrecto—al leer el titular del Daily Mail de Londres, del pasado 23 de octubre: “Ellen Degeneres recibe premio de comedia mientras le observa su hermosa esposa, Portia De Rossiâ€?

Los gobiernos han reconocido por milenios la naturaleza del “matrimonio†como la unión estable de un hombre y una mujer por ser eso, y por razones de política pública sana, incluyendo el bienestar de los niños y la promoción de la vida familiar. ¿Tal reconocimiento conlleva distinciones? Sí. ¿Tienen como resultado una injusticia? No.

Comments from readers

Martha A. Rodriguez - 01/14/2013 10:28 AM
I agree with this article, that is not discrimination, if we allow this then parent can married their childre, brothers, sisters, etc, etc, they will say is discriminating too. Is time to wake up America, and do not play politics.
God Bless us.
Joe - 01/14/2013 10:25 AM
The author makes good points in this blog post. It would be nice if more priests would mention this in their homilies.
Jan Rush - 01/14/2013 10:24 AM
Excellent article! One of the problems is that, according to polling results, Catholics are at least equally divided on this question, if not favoring same sex "marriage". I would venture to say that if the bishops and priests make a concerted effort to educate the faithful on this critical issue, we might have a chance of saving marriage from ruin. Where are the homilies about marriage and the need for its defense? If Catholics are left to fend for themselves against the onslaught of propaganda from every other facet of our culture; schools, news media, entertainment and so on, we shouldn't be surprised when same sex "marriage" becomes the law of the land. We ALL, clergy and laity alike, must be willing to stand up in the public square to defend marriage, even when we know we'll be called haters, bigots and homophobes. We owe our children and their progeny, who will pay the biggest price for our apathy, nothing less.

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