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Las palabras del centuri�n nos recuerdan ser humildes ante el enorme regalo de Dios


En su exhortación apostólica “Verbum Domini†(“La Palabra del Señorâ€), el Papa Benedicto XVI aboga por una formación bíblica mucho más agresiva en la Iglesia, y hasta recomienda programas de estudio al nivel diocesano para el laicado. Al conectar con el tema de la catequesis, el Papa expresa: “Se ha de fomentar, pues, el conocimiento de las figuras, de los hechos y las expresiones fundamentales del texto sagrado; para ello, puede ayudar también una inteligente memorización de algunos pasajes bíblicos particularmente elocuentes de los misterios cristianosâ€. (Verbum Domini n. 74)

El énfasis en el conocimiento de las Escrituras se refleja en la renovación litúrgica que fomentaron el beato Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI. La nueva traducción de la misa al inglés es parte de un pastoreo litúrgico coordinado por ambos papas y, en muchos elementos, es estrictamente bíblico.

Este es el caso del cambio en la oración de la asamblea justo antes de la comunión. El sacerdote levanta la hostia (y quizás el cáliz a la vez), y dice: “He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Corderoâ€.

Aquí hay varios cambios que notar, aunque son de estilo, no teológicos.

El “he aquí†repetido refleja las dos veces en que se indica “Ecce†en latín. En la nueva versión se ha cambiado la palabra usada para traducir “Beatiâ€. Anteriormente, esta palabra se interpretaba como “alegreâ€. Esto refleja las maneras en que la palabra “beatus†puede traducirse del latín al inglés. La propia palabra en latín es una traducción de la palabra griega “makariosâ€, que incluye conceptos como “bendecidoâ€, “feliz†y “afortunadoâ€. Es fácil entender que la verdadera bendición significa alegría y también buena fortuna.

La bendición de recibir una invitación a la cena del Cordero requiere una respuesta de los fieles, que el sacerdote también debe recitar: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, pero una palabra tuya bastará para sanar mi almaâ€.

Esto se origina en la oración del centurión en Mateo 8:5-13 y Lucas 7:1-10. ¿Por qué es tan importante la memoria de este oficial romano, que la Iglesia debe hacer eco de sus palabras cada día a través del mundo?

Ni siquiera sabemos su nombre, sólo algunos detalles de su vida. Era un hombre compasivo, preocupado por su criado. El centurión también era respetado por la comunidad judía, y sus líderes estaban muy agradecidos de él. Lucas nos dice que había construido la sinagoga. Cuando escuchó sobre Jesús, asumió que el profeta podía sanar a su criado.

También sabemos que el oficial romano era un hombre sensato. Su respeto por la religión judía debe indicar que consideraba a su Dios como el verdadero. No tenía pretensiones sobre su propia dignidad. El profeta no tenía que llegar hasta su casa. Le pedía un favor, pero sabía en su corazón que la mera presencia de Jesús sería otra bendición inmerecida.

Las pocas palabras que dice el centurión, y su ejemplo sencillo pero claramente militar sobre la autoridad, nos hablan de una maravillosa sinceridad y falta de arrogancia, algo que era extraño entre las tropas que ocupaban una tierra extranjera. De hecho, Lucas dice que el centurión ni siquiera se sentía merecedor de hablar personalmente con Jesús. En vez, envió hasta él a líderes judíos, y luego a algunos “amigos†con mensajes.

La discrepancia entre ambos relatos del Evangelio es interesante, aunque no irreconciliable. Mateo presenta al oficial hablándole directamente a Jesús; Lucas, a través de intermediarios. Esto puede ser porque el oficial no hablaba el mismo lenguaje que Jesús. Hay polémicas sobre si Jesús hablaba griego, idioma que hablaba el centurión además del latín. Creo que Jesús lo hablaba porque se crió en Galilea, pero también creo que su círculo de discípulos no necesariamente lo hablaba, o al menos no lo hablaba con fluidez. El detalle de Lucas puede ser sólo un caso de estricta precisión. El mensaje del centurión se comunicó a través de otros. Pero la variación también tiene una función temática porque subraya la disposición interior del soldado romano. Era tan humilde, estaba tan convencido de su falta de mérito, que no le habló directamente a Jesús, sino que envió a sus mensajeros.

Su humildad y su fe provocaron la alabanza del mismo Hijo de Dios. “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta feâ€, dijo Jesús (Mt. 8:10). Esta declaración representa una invitación de Jesús a su audiencia judía para que confíe con humildad, a imitación del extranjero pagano. En la sabiduría de la Iglesia, recordamos a este centurión anónimo de Cafarnaum antes de recibir al Señor, porque necesitamos su conciencia sobre la grandeza sin par de Jesucristo. El Hijo de Dios viene a nosotros y nos ofrece su intimidad, una comunión personal con él. Necesitamos recordar, al menos, la desproporción de la misericordia de Dios. Sin duda, Su amor no es congruente con nuestra falta de mérito.

Por eso es que hay justicia poética en la humildad de recitar la oración del centurión antes de compartir el pan del cielo. En la Comunión, recibimos al Señor no en nuestros hogares, sino dentro de nuestro corazones. Suplicamos la sanación no de un criado, sino de nosotros mismos. Utilizamos las palabras de las Escrituras en reconocimiento del inmenso don del amor de Dios. La metáfora de venir bajo nuestro techo no es exacta; de hecho, es una descripción insuficiente, pero es correcto adornar nuestros pensamientos con la oración de otro porque, de otra manera, quedaríamos sin palabras.  

El mismo Señor utilizó la metáfora de una casa cuando habló con sus discípulos sobre la comunión. “Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo†(Rev. 3:20). Esto pudo haber sido dicho en otro idioma, sin la imagen de una persona abriendo la puerta al huésped, pero el Señor optó por hablar poéticamente. Cuando decimos “bajo mi techoâ€, podemos recordar estas palabras de Jesús sobre la llegada a una casa para cenar, y por eso nuestras palabras tendrán una doble resonancia bíblica.

Recordemos la cita de Verbum Domini con la que inicié esta reflexión. La corta oración de preparación contiene todos estos elementos: personajes, acontecimientos, dichos populares, y un poco de memorización.

Comments from readers

Maritza Ayala Rodriguez - 05/07/2012 10:44 PM
Awesome reflection! I went to Catholic School here in Miami from 1st to 12th Grade and I can say we truly studied our religion, both the prayers and the Bible with true study, guidance and reflections. I graduated high school in 1974. My son who is 28 had an acceptable level of study of the same matters from 1st to 12th grade, however my daughter who is 25 DID NOT get the same formal teaching and guidance of religious teachings. I feel there should be someone to monitor these teachings in the Catholic schools. It is so important and these prayers, these verses in the Bible become an intrinsic part of your lives. It is a shame that the youth does not get as much religious study. (Even though we found it boring at the time, it is truly a blessing later on to "know" the Bible and Jesus' teachings) Just a thought!
vivian cuadras - 05/07/2012 02:43 PM
A house, a roof, a door, and supper with the Host. When the priest raises the host and chalice at the sacrifice of the Mass, I cannot but reflect upon another centurion whom God used to OPEN WIDE THE DOOR TO CHRIST. If God was so merciful to the centurions,including them in His plan of salvation, then we can reflect upon the side of Christ - the birth of the Church, the sacraments, and the need for Holy Orders. Indeed, we are not worthy, but God's mercy endures forever!

Vivian Cuadras

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