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La nueva traducci�n trae la repetici�n, los tres golpes de pecho en el Acto Penitencial


Nota de Redacción:
A partir de la próxima temporada de Adviento, la tercera edición del Misal Romano se convertirá en el texto normal de las Misas a celebrarse en los Estados Unidos en idioma inglés. Los obispos de los Estados Unidos consideran revisar con detenimiento la traducción de los textos latinos del misal al idioma castellano que realizará la Conferencia Episcopal Mexicana, pero se estima que esta tiene aproximadamente dos años de retraso. Sin embargo, cuando comience a utilizarse el nuevo texto en castellano, los católicos que asistan a misas en español no encontrarán tantas diferencias como las encontrarán quienes asisten a las misas en inglés, ya que las traducciones de los textos latinos al castellano que se utilizan en la actualidad no son tan distintas del original latino como las traducciones del latín al inglés que se han utilizado hasta el momento.

Una de las frases de la liturgia antigua en latín que ha sobrevivido al menos en la escritura literaria, es “mea culpa”, que significa “mi culpa”. En el antiguo Confiteor, se decía tres veces: “Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa”. Esta declaración de culpa estaba acompañada por tres golpes de pecho con el puño derecho, gesto que expresaba el reconocimiento de culpa y una penitencia simbólica.

De alguna manera, en la nueva traducción se había perdido la intensa triplicación de “mi culpa, mi culpa, mi gran culpa”. Supongo que se debió al hecho de que, según el criterio de los traductores, la repetición era innecesaria. El idioma hebreo  utiliza la triple repetición en superlativo, como en “Santo, Santo, Santo”, pero el inglés no lo utiliza. Por lo tanto, en vez de los tres golpes de pecho y la repetición de culpa, se utilizaba la parca expresión “que he pecado por mi propia culpa”. El hecho de que a la mayoría de los católicos se le olvidó llevar el puño hasta el pecho al decir esto, a pesar de que las rúbricas lo indicaban explícitamente, lo dice todo. La repetición ayudaba.

La gente que olvida el gesto, deja fuera algo importante de la coreografía de la liturgia. El golpe de pecho es un símbolo externo de la contrición interna. El dolor externo imita al interior. El texto no es común en nuestra cultura, aunque usamos las palabras “darse golpes de pecho” en ciertos contextos.

Golpeamos nuestro pecho en la liturgia porque en la Biblia es una manera no verbal de indicar arrepentimiento. ¿Recuerdan al publicano y al fariseo? El primero se golpeaba el pecho, como lo hacían los judíos en Yom Kippur, el Día de la Expiación, y decía: “Ten misericordia de mí, pecador”. Era un gesto público, porque no se ocultaba a los demás. En el griego del Nuevo Testamento se indica que el fariseo oraba “para sí mismo” (probablemente en muchos sentidos), mientras que el publicano hacía un espectáculo de la pena por su pecado y su deseo por reconciliarse con Dios.

En la primera Plegaria Eucarística, hay un ejemplo de un solo golpe de pecho por parte del sacerdote, cuando dice “nosotros, pecadores, siervos tuyos”. Eso se le escapó al radar de algunos católicos norteamericanos porque dichas palabras no se utilizan tanto en muchas parroquias debido a que las Plegarias Eucarísticas II y III eran más populares.

Sin embargo, pronto estaremos golpeándonos el pecho cuando entre en efecto la nueva traducción durante el próximo Adviento. Para mí, es un cambio bien recibido porque podremos rescatar el gesto del publicano, y porque en la Biblia hay algo sobre el número tres que es bueno recordar en la liturgia.

En muchas ocasiones, las historias de la Biblia insisten en la repetición. Esto tiene que ver con la naturaleza humana, no sólo con la gramática en hebreo. Lo que es importante, se repite. Los poetas lo saben. Gertrude Stein pudo haber escrito: “Una rosa es una rosa”, y dejarlo ahí. La expresión “Mañana, y mañana y mañana”, en Macbeth, se desliza a paso lento, aunque Shakespeare hubiese podido escribirla sin la repetición. En general, al idioma inglés no le agrada la repetición, pero tampoco la prohíbe. Y una repetición como “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” es muy memorable al nivel retórico y más efectiva al nivel psicológico.

La resonancia psicológica de repetir nuestra culpa tres veces también nos ayuda. Eso nos debe recordar un ejemplo muy famoso: cuando san Pedro dijo que él no estaría entre quienes negaran al Señor, Jesús le dijo que lo negaría tres veces “antes de que cante el gallo”, o antes de que amaneciera. Todos los evangelistas cuentan la predicción de Jesús sobre la negación, y la falta de lealtad de Pedro, pero sólo san Juan nos presenta la reconciliación del santo con su Señor a orillas de Galilea.

Hay tres series de tres. Jesús predice la negación indicando “antes de que el gallo cante tres veces”. Luego está la negación actual. Cuando todo concluye, y parece que Pedro ha regresado a la pesca de peces, en vez de hombres, hay una reconciliación con una triple declaración de amor por el Señor. La redención de Pedro es simétrica con su caída.

En inglés, el Acto Penitencial de la misa en la nueva traducción pide que digamos “Yo confieso a Dios Todopoderoso, y a ustedes, mis hermanos y hermanas, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, en lo que he hecho y en lo que he dejado de hacer, por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”.

La oración nos debe hacer sentir tan incómodos como se sintió Pedro cuando el Señor le preguntó tres veces: “¿Me amas?” Es un momento en el que podemos analizar un poco la dicotomía que enfrentamos todos en nuestras vidas, entre lo que queremos ser o lo que deseamos ser, y cómo somos.

El problema con el ritual es que, a pesar de repetir algunas palabras tres veces y hacer un gesto que indique contrición, se pueden hacer el movimiento y el ruido, pero no conferir integridad personal a la oración.
Conocí a una pareja que tenía cierta rutina, particularmente cuando se desarrollaba una situación especial. La esposa alabaría a su esposo con extravagancia frente a los amigos de ella, y él respondería en tono jocoso: “Ella no quiere decir eso”.

¡Cómo nos asustaría si hubiese una epifanía divina mientras recitamos piadosamente nuestra propia contrición, “por nuestra gran culpa”, y Dios respondiera: “Ustedes no tienen la intención”! Ese es el verdadero asunto tras el cambio de palabras en la nueva traducción: se trata del significado de las palabras en el Rito Latino; lo que decimos en nuestro propio idioma, trata del significado.

Piensen en lo que implica para nuestras vidas personales: Hemos pecado enormemente. Deseamos cambiar. Eso quiere decir que apelamos a la misericordia de Dios. Y en la misa pedimos la oración de intercesión de la Santísima Virgen, de todos los santos y de todo el pueblo. ¿Cómo lo podríamos hacer si no estuviéramos verdaderamente arrepentidos? ¿Si no sentimos una mínima contrición por lo que hemos hecho, y no tenemos planes de mejorar nuestro discipulado? ¿Si tuviéramos una rencilla con alguien que estuviera sentado en el próximo banquillo, alguien a quien acabamos de pedir que interceda por nosotros?

Obviamente, algunas personas argumentarán que, en la misa, la gente por lo general no es mala (al menos no todos), y por eso no necesitan grandes conversiones. Una vez, una monja amiga mía me dijo que a ella no le agradaban las prédicas de un sacerdote que prefería utilizar las Escrituras para el examen de conciencia, especialmente durante la misa de la mañana. “Te levantas en la mañana y tratas de sentirte bien sobre ti mismo, y él te provoca un remordimiento de conciencia”, me dijo.

Pero existe el remordimiento de conciencia, y existe la jornada de conversión. La conversión es un proceso que no termina. Nuestros egos son ingeniosos, y encuentran la manera de hallar indemnización, aun en las vidas más ordenadas.

Los grandes santos se referían a sí mismos como los grandes pecadores porque su santidad les permitía entender mejor sus propias almas. Nuestros egos trabajan mucho menos cuando nos concentramos en Dios, que cuando nos creemos el centro del universo. Por eso es que nos ayudará decir con frecuencia: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”.

Comments from readers

Antonio Fernandez - 09/28/2011 09:40 AM
Excellent article by Mons. Antall and thank you for sharing it with us. Although the heading of the article refers to a "triple beating of breast", it should be noted that the official translation of the norms read: "And, striking their breast they say". Translated from the original in Latin: "et, percutientes sibi pectus, dicunt:" There is no mention of the triple striking of the breast.
Traditionally, we have being beating our breasts once at each of the three phrases of the Confiteor, but there is nothing official about the numbers of strikes required. Some liturgists have indicated that maybe striking the breast and holding the hand against the heart could be a more meaningful sign of repentance in our culture.
Maria E. Semper - 09/28/2011 08:50 AM
Thanks for your teachings. Totally agree on the wording and practice. It is the very first step that leads us into the sacrifice and celebration of the Mass. Usually I am very disappointed when it is skipped and we go directly to the Lord have mercy. Hope, it doesn't keep happening. In this complacent society, where blammin others is in order, it is much needed that we take and accept responsibility for all our actions, no matter how small or big. This will only help relationships and humble us as Christ taught. It is necessary and not a guilt trip.
Maria E. Semper

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