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Yo era un niño cuando la misa se tradujo al vernáculo, pero recuerdo una broma que me hizo mi tío sobre la respuesta en latín a “El Señor esté con ustedes”. Él me preguntó si yo sabía cuál era el número telefónico del cielo. No lo sabía. “Et cum spiritu two oh”, respondió. En aquel tiempo los números telefónicos también tenían letras.

Recuerdo la broma porque otro cambio será evidente en el nuevo misal. La respuesta “Y también contigo”, ahora será “Y con tu espíritu”. A primera vista, no parece ser muy distinto, pero el cambio tiene algunos ángulos interesantes. Después de todo, otros idiomas conservaron la construcción “y con tu espíritu”, como es el caso del castellano, por ejemplo.

Hay quienes alegan que al insistir en el uso de “tu espíritu”, la Iglesia sólo busca recordar la construcción latina del original. Algunos piensan que esto es sólo una manera más poética o hasta arcaica de decir “contigo”. Pero añadir “y con tu espíritu” no es sólo decir “lo mismo para ti”. Lo que implica es algo que no estaría claro si no se hiciera una referencia a las Escrituras. La mención del espíritu viene de las epístolas de san Pablo.

En Gálatas y en Filipenses, Pablo escribió “Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con su espíritu. Amén”. En la segunda Carta a Timoteo, el apóstol concluye con “El Señor esté con tu espíritu”. Las últimas palabras de la Carta a Filemón, son “La gracia del Señor Jesucristo permanezca con tu espíritu”.

¿Qué quería decir san Pablo? Algunos expertos han dicho que mencionar el espíritu de las personas era como una reversión semítica que sólo expresaba una simple bendición: que el Señor estuviera con las personas a quienes se enviaba la carta. Sin embargo, el arameo no utiliza tal construcción, y tampoco era común en griego. La palabra “pneuma” — espíritu — no equivale a una persona. No es un pronombre personal. Por lo tanto, se refiere a algo en específico. ¿Qué puede ser?

Bernard Botte, benedictino francés estudioso de las Escrituras, examinó esta cuestión en una crítica de la traducción francesa de la misa, que también omitía la parte relacionada a “y con tu espíritu”. (El artículo ha sido publicado en inglés por el Antiphon Journal). Señaló que una liturgia de la antigua Siria usaba las palabras “Y contigo y con tu espíritu” como respuesta al saludo de la paz. Por lo tanto, “contigo” y “tu espíritu” indican dos cosas distintas.

Botte cita al famoso erudito francés C. Spicq, quien dijo que, para san Pablo, pneuma es la parte espiritual del hombre que está más unida a Dios, el objeto inmediato de acciones y de influencias divinas, y es notablemente un recipiente del Espíritu de Dios. Por eso, el “tu espíritu” del sacerdote es aquella dimensión suya que está abierta al Espíritu Santo.

Por eso, al responder “y con tu espíritu”, el pueblo dice algo sobre la relación del sacerdote con Dios. Esa es mi conclusión, aunque debo confesar que nunca lo he visto explicado de manera tan explícita. Un liturgista me dijo que no me preocupe por lo que significa la frase, y que esté satisfecho con que san Pablo lo quisiera de esa manera. De hecho, en el pasado yo sólo había pensado que el saludo era una proclamación, como decir, “El Señor esté con ustedes. / Como está contigo”. Pero, obviamente, ese no es el caso. Si “el Señor está aquí con nosotros” fuera una declaración, no habría necesidad de hacer la distinción sobre el espíritu. Tampoco sería una oración.

Entonces, ¿qué significa para el pueblo decir “Y con tu espíritu”? Parece que hiciera una distinción entre el rol del sacerdote y el del pueblo. Existe tal reconocimiento no sólo del oficio, sino del carácter especial del ministro. El sacerdote tiene un espíritu especial, una dimensión de su persona que está abierta a Dios, y tal franqueza está presente, de alguna manera, en la liturgia.

San Pablo le dice a Timoteo: “Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad” (2 Tim 1:7). Hace años, se publicó un libro para ayudar a los sacerdotes en su ministerio litúrgico, titulado “Strong, Loving and Wise” (Fuerte, Amoroso y Sabio), basado en este saludo de san Pablo a su discípulo.

¿Pudiera ser que la congregación le está diciendo al celebrante: “Recuerda quién eres, y el espíritu que Dios te ha dado”? Recientemente, un teólogo alemán criticó las numerosas modificaciones y la “creatividad” irresponsable de algunas liturgias. Su libro se titula “How to Go to Mass and Not Lose Your Faith” (Cómo Ir a la Misa y No Perder Su Fe). La oración del pueblo, “y con tu espíritu”, es un recordatorio de que la misa no pertenece al sacerdote, sino a toda la Iglesia. Tiene que ver con el carácter sacerdotal.

Estas son mis propias reflexiones, pero la distinción recuerda muchas de las antiguas oraciones que el sacerdote dice antes de ofrecer la misa. Hay oraciones, atribuidas a san Ambrosio, que el sacerdote dice cada día de la semana. Todas insisten en la miseria del hombre y la gloria de Dios. El sacerdote reafirma su falta de mérito cuando ora para ofrecer el sacrificio con pureza de corazón por el bien de todos.

Otras, quizás más conocidas, son dirigidas a la Santísima Virgen y a san José. Hay una hermosa oración a María, que dice: “Yo, miserable e indigno pecador, recurro a ti con todo mi corazón y afecto, y ruego a tu piedad, que así como asististe a tu dulcísimo Hijo pendiente de la cruz, así te dignes asistirme a mí, miserable pecador, y a todos los sacerdotes que ofrecen hoy la Misa, aquí y en todo el mundo. Ayúdanos a que sepamos ofrecer un sacrificio perfecto y aceptable a los ojos de la Santísima Trinidad. Amén”.

En la misa antigua, el rol del sacerdote era muy distinto al del pueblo. Por ejemplo, en el Confiteor (“Yo confieso ante Dios Todopoderoso”), no se decía “y ante ustedes, hermanos”, sino “ante ti, Padre”. El aspecto familiar era bastante reducido cuando sólo se decía “Padre”, por lo que “hermanos” se convirtió en una mejor expresión. Pero no podemos olvidar el sacramento especial de la ordenación sacerdotal. Y no me refiero solamente a los laicos. El sacerdote debe recordar esta vocación particular y el poder, el amor y la templanza que debe manifestarse en su “espíritu”-alidad.

El carácter sacerdotal es parte del misterio de la EucaristĂ­a. Sin los sacerdotes, no habrĂ­a EucaristĂ­a. Parece que el misterio de la vocaciĂłn sacerdotal se evoca por la nueva respuesta, “y con tu espĂ­ritu”. Es un detalle, pero es muy importante. 

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