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Nueva traducci�n del misal en ingl�s quita el 'plural mayest�tico'


Fotógrafo:

Hay algunas personas que utilizan el plural mayestático en las conversaciones, hasta el punto de la comedia. Cuentan que la reina Victoria respondió “No nos hace gracia” cuando alguien hizo una broma en su presencia. Y la pobre Margaret Thatcher compartió noticias personales diciendo, “Somos una abuela”.

El Credo es “Yo creo”. Por eso, durante la misa, voy a profesar mi fe ante la comunidad que comparte las misma creencias pero espera mi afirmación personal. Esto no es un cambio en la traducción, porque en sentido estricto, “credo” no se traduce como “nosotros creemos”. La palabra “credo” en latín significa “yo creo”.

Por lo tanto, el cambio en el lenguaje de la nueva traducción de la misa representa un regreso al significado original del Credo. Es una corrección, y nos debe hacer pensar sobre lo que estamos diciendo. “Esto es lo que creo”.

Una vez asistí a un funeral de un familiar luterano, una mujer que había sufrido mucho en su vida por la ingratitud de alguien muy cercano a ella. El ministro incluyó el Credo en el funeral, diciendo que la difunta había vivido la creencia que profesaríamos. Me pareció que expresar el credo en el servicio fue muy emotivo y significativo, porque decía: “Esto es lo que le motivaba”, y a la misma vez, “Estamos con ella. El Credo da sentido a nuestras vidas también”.

Esto ocurrió poco después que una amiga mía dijo que su sacerdote, uno de esos “creativos” de los ’60, había prescindido del Credo en la misa porque “la mayoría de la gente no sabe lo que significan las palabras”. Quizás tenía razón, pero debió haber recordado que su trabajo era ayudar a que la gente entendiera el significado de las palabras.

Toda la reforma litúrgica se trata de la “participación activa y consciente”. Como escribió el cardenal Joseph Ratzinger, mejor conocido ahora como el Papa Benedicto XVI, eso implica un proceso de interiorización. En cuanto a la liturgia, dijo que todos necesitamos “una educación hacia la interioridad”.

Interiorizar el Credo significa que mi visión del mundo, mi entendimiento fundamental es que Dios existe; Él es el Padre y Creador del mundo; su Hijo se encarnó y compartió nuestra naturaleza humana, y sufrió y murió y vendrá de nuevo en gloria para juzgarnos, y su reino no tendrá fin; el Espíritu Santo es Señor, el dador de vida; la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, es parte de la dispensa divina; el perdón divino se experimenta en el bautismo; y vivimos esperando la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Viktor Frankl, el famoso psiquiatra vienés que sobrevivió los campos de muerte nazis, observó que los otros sobrevivientes casi siempre eran personas que creyeron en algo más allá de ellos. Sus conclusiones, escritas en el libro “El Hombre en Busca de Sentido”, son muy compatibles con el entendimiento cristiano de la esperanza, y se aplican hasta el simple acto de recitar el Credo en comunidad una vez a la semana en compañía de otros creyentes.

En el mundo de hoy, ha habido un resurgimiento del ateismo que es perturbador por su vulgaridad crasa. Un prominente escritor ateo ha escrito un ataque sobre la beata Teresa de Calcuta con un título de doble sentido sexual.

Aunque esta no es la primera vez en la historia en que el no creer ha estado de moda en los llamados círculos cultos, es algo bastante nuevo en América. Voltaire y Diderot son nombres conocidos por nosotros. Aún Bertrand Russell, famoso por la frase “Creo que cuando muera me pudriré, y nada de mi yo sobrevivirá”, es un personaje. El hecho de que, en nuestros días, ateos genuinos llenan las librerías y firman copias de sus funestos escritos para sus aún más tristes fanáticos, es algo verdaderamente alarmante.

Por eso es que nuestra propia profesión de fe debe ser tomada en serio. Recuerdo que cuando era un niño, me preocupaba el ateismo de Kruschev y la mortal lucha entre el comunismo y la democracia. Un autobús público en el que yo viajaba de vez en cuando, tenía un rótulo con la foto del ruso y su famosa amenaza a América: “Te enterraremos”. Ese es el rostro del ateismo. Ahora, el que viene a la mente cuando hablamos del rechazo a Dios es otro rostro.

En palabras de un antiguo director espiritual de mi seminario, hay un “ateismo práctico” que amenaza nuestra tierra. Muchos actúan “como si” no hubiese Dios. En la traición diaria de la verdad y la caridad que es nuestra vida social, se toman muchas decisiones “como si Dios no existiera”.

Un político católico, o aun un votante católico, cree en Dios y admite que no toleraría la destrucción deliberada de la vida en el vientre. Estas personas dicen: “El aborto es malo”, pero no hacen nada al respecto. No se puede fumar en lugares públicos por el daño que provoca a otras personas, pero el niño en el vientre – aun aquel niño que podría sobrevivir fuera del vientre – puede ser destruido por capricho en nuestro país.  

El “ateismo práctico”, en otras palabras, el “ateismo en práctica”, permite que alguien esté personalmente convencido de un mal que causa sufrimiento a personas inocentes, pero no hace nada porque, hipotéticamente, Dios ha sido removido de la ecuación. La pretensión es que otros no tienen fe en lo trascendente y, por lo tanto, pueden violar los valores que yo considero absolutos, pero ellos no. La realidad es: actúo como si no creyera que Dios nos cuida, o que Él existe.

Nuestra profesión de fe es un antídoto al ateismo práctico de nuestros tiempos. Nuestra búsqueda de un propósito ha llegado a una conclusión feliz. Eso no significa que no se luche por creer. La fe exige sacrificios. Si alguien quisiera conocer nuestras creencias fundamentales, no tienen por qué ir más allá del Credo de la misa.

Cambiar “creemos” por “creo” quizás no marque una gran diferencia en el mundo. Sin embargo, si nos hace pensar en lo que verdaderamente creemos y enfatiza un compromiso personal, puede producir un cambio en nosotros. 

Comments from readers

Juan Manuel Torres - 10/31/2011 11:10 AM
Completamente de acuerdo con sus palabras, en nuestro grupo de la Divina Providencia hemos empezado a estudiar los docuementos del Concilio Vaticano II para de esa manera conectarnos con el Credo del CCC

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