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El 19 de marzo de cada año, en la fiesta de san José, regresa a mi mente el
recuerdo vivo de un viaje familiar a Montreal. Visitaba la basílica de San José
durante su construcción. A nuestra familia se le permitió el acceso aunque los
elevadores no funcionaban, ya que los códigos de seguridad eran diferentes en
aquel tiempo. Al detenerme en silencio frente a aquella majestuosa estructura,
al admirar los enormes vitrales y las estatuas talladas, me sobrecogió un
sentido de admiración y silencio. Fue uno de una presencia maravillosa, la
presencia de Dios. Pensé en cuántas personas estarían en la presencia de Jesús
cuando el Santísimo Sacramento se albergara en aquel santuario.


En las Escrituras no hay palabras de san José, quien dedicó su vida a su familia.
Aunque fue un elemento crucial en la historia mesiánica, nunca tuvo una
presencia dominante. Buscaba la atención para Jesús, no para sí mismo.




José enseñó dos cosas a su Hijo. La primera, que era descendiente de la Casa de
David, por lo que le transmitió la ascendencia real, un concepto esencial para
la promesa mesiánica de Dios: que nos enviaría un salvador, un rey sobre todos
los reyes. A través de José, Jesús recibió su estatus como rey en el mundo
humano. Segundo, le transmitió el conocimiento pragmático y la destreza, que le
dieron a Jesús su oficio de carpintero.




Todos nosotros pasamos muchas cosas a las personas sobre quienes tenemos
influencia, o a quienes enseñamos o servimos. Este año, en la fiesta de san
José, la Universidad de St. Thomas rindió homenaje a una gran mujer que tiene
las cualidades de José. María Gutiérrez, la empleada de mayor tiempo en la
universidad, se retira después de 55 años de servicio que comenzaron en La
Habana, Cuba. Ella es la viva historia de la universidad de St. Thomas y la ha
visto crecer a través de todas sus etapas históricas: primero como Santo Tomás
de Villanueva, en La Habana; luego como Biscayne College, en Miami; y después
cuando se le cambió el nombre a la universidad de St. Thomas, para reflejar su
herencia cubana.




La fe callada de Marta siempre apuntaba hacia el amor de Dios. Su importante
presencia en la universidad de St. Thomas y en la comunidad cubana del sur de la
Florida nunca dominó, pero siempre estuvo visible. Cada día realizó su oficio de
bibliotecaria de la manera más eficiente. Es tan parte de la universidad de St.
Thomas como de Santo Tomás de Villanueva (fundada en La Habana en 1946). Lo que
aún me llama la atención es su energía—al servir el café, verificar las
referencias, llevar un récord, y ayudar a nuestra universidad durante cinco
décadas.


Algún día en el cielo, Jesús le presentará a “San José el Obrero” a “Santa Marta
la Trabajadora”. Desde los orígenes académicos en La Habana hasta la apertura de
nuestro museo de historia y arte católico, Marta nos ha conectado a todos con
nuestras raíces, nuestra gente, historia, fechas y lugares. Mucho antes de los
archivos… tuvimos a Marta.


Msgr. Franklyn Casale

President, St. Thomas University


Comments from readers

William VanderWyden - 03/24/2009 10:22 AM
Congratulations to Marta Gutierrez and St. Thomas University for her dedicated service. It's wonderful to see that kind of commitment and dedication to one's work/ministry that is too often unrewarded in today's society where many folks are always climbing a ladder to nowhere. God bless Marta Gutierrez!

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