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Un amigo sacerdote comparte una historia sobre una cena a la cual asistió como invitado de honor. Otros invitados hacían comentarios muy negativos sobre la Iglesia. Inicialmente, él no contestó. Pero cuando su malestar aumentó, expresó: “La Iglesia a la que atacan es a la que he entregado mi vidaâ€.

Los comentarios negativos finalizaron porque todos los presentes sentían gran admiración por él y nunca tuvieron la intención de ofenderle.

La pregunta es:
¿por qué el respeto que sentían por él no evitó desde un principio que hicieran los comentarios?
¿Por qué pensaban que era aceptable ser tan negativos sobre su Iglesia?

Presento esto porque, dado nuestro entendimiento de la fe, con frecuencia los católicos podemos ver la “verdad†en las críticas y, por lo tanto, no las objetamos. Como resultado, hemos dado la impresión de que la crítica a la Iglesia es aceptable incluso en nuestra presencia.

Sugiero que este silencio ante las críticas refleje las siguientes cuatro interpretaciones sobre la verdad:




  • Los católicos entienden las limitaciones de toda teología. Se dan cuenta de que cada esfuerzo por describir lo sagrado inevitablemente distorsiona la verdad.
    Las interpretaciones fundamentalistas de las Escrituras, en particular, distorsionan la verdad. Los católicos están tan opuestos al fundamentalismo como cualquier no creyente porque creen que el fundamentalismo distorsiona la revelación que Cristo trajo al mundo.



    Por lo tanto, cuando alguien critica la interpretación fundamentalista del cristianismo, los católicos pueden permanecer en silencio y estar de acuerdo. Los invitados a los que hice referencia, al igual que muchos católicos, a menudo no se dan cuenta que se cruza la raya cuando lo que se critica es un elemento de nuestra fe que ha sido expresado con precisión, y no una distorsión fundamentalista.


  • Los católicos entienden que la sabiduría se encuentra en la complementariedad de los opuestos. La verdad se encuentra cuando se unen dos conceptos aparentemente contradictorios. La fe católica, de una manera muy consciente, une dos propuestas complementarias y contradictorias en cada uno de sus aspectos.




    Cuando este balance se pierde en un área particular de la teología, queda una seria distorsión de la interpretación católica de la verdad. El católico se da cuenta del error en la interpretación unilateral de la fe. Por lo tanto, cuando alguien critica la interpretación unilateral de la tradición, el católico puede quedarse en silencio y estar de acuerdo con la crítica.




    Sin embargo, el católico debe conocer bien su fe para corregir el error al señalar que el equilibrio se encuentra en la teología católica y en la práctica.



  • Como Dios utiliza a seres humanos para dirigir su Iglesia, los católicos han aprendido de sus líderes a estar dispuestos a admitir que serios errores se han cometido en el pasado por parte de personas en la Iglesia. Los católicos recuerdan claramente el ejemplo del Papa Juan Pablo II al pedir perdón por los pecados cometidos en el nombre de la religión católica. Con esto dio el ejemplo a los católicos para admitir sus faltas con humildad.




    Por lo tanto, cuando alguien ofrece un ejemplo de abuso del poder religioso,
    el católico ha aprendido a permanecer en silencio ante tal crítica. (Los escándalos de los abusos sexuales han obligado a los católicos a asumir una posición aún más humilde.)




    Algunos no católicos han interpretado tal posición como un permiso para atacar indistintamente todo lo que sea católico. Los católicos deben tener la capacidad de separar las críticas justificables a la Iglesia y la intolerancia, y de defenderla contra esto último.



  • Los católicos se dan cuenta de que muchas de las prácticas que han sido asociadas a la religión católica reflejan la religiosidad popular de una región en particular, y no son parte de la tradición oficial. Algunas devociones rayan en la idolatría y la superstición. El católico es tan cauteloso como el no creyente ante la idolatría y la superstición. Por eso, cuando otros hacen comentarios despectivos sobre algunas expresiones de la religiosidad popular, el católico puede estar de acuerdo con la crítica y no objetarla.




    El no cristiano que piensa que todas las prácticas religiosas son igualmente irracionales, no sabe cuándo su crítica se dirige a lo que los creyentes consideran un elemento auténtico de la religión. Muchos católicos no saben cómo distinguir las supersticiones y la verdadera devoción católica, ni reconocer cuándo la crítica se pasa de la raya y requiere una objeción.


En resumen, el compromiso del católico con la verdad es lo que a veces le impide objetar los ataques a su Iglesia. La cuestión que cada católico enfrenta es distinguir cuándo la crítica cruza la raya de la verdad y cuándo se debe poner objeción.


Hermano Richard DeMaria, CFC
Director Ejecutivo, Ministerio de Formación Cristiana

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