By Rocio Granados - La Voz Catolica
MIAMI | Hace 18 años, cuando le operaron de los riñones, Lidia Alcalá le pedía a José Gregorio Hernández, conocido en Venezuela como ‘el médico de los pobres’, “que todo me saliera bien”.
A la semana de la operación, “él vino, era él. Él vino como un doctor con dos ayudantes y me abrió la operación. Me dijo que todo estaba bien, que no me preocupara”, contó Alcalá.
“Desde entonces no he sentido dolor. Estoy muy bien”, dijo la peruana, que vivió en Venezuela por más de 40 años y que después emigró a Estados Unidos con su esposo, Isidoro Ureta, también peruano.
“Ella tiene un solo riñón”, dijo Ureta y agregó que la buena salud de su esposa y de muchas otras personas han hecho crecer la devoción de José Gregorio, de quien conocieron cuando asistían a la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en Caracas, donde reposan sus restos.
“Sé que él era médico, que atendía a los pobres. Cuando falleció fue cuando empezó hacer milagros”, dijo Alcalá, después de escuchar al Cardenal Baltazar Porras, Administrador Apostólico de Caracas y Arzobispo de Mérida, en Venezuela, hablar sobre el beato José Gregorio, el 1 de mayo, en la parroquia Our Lady of Guadalupe, en Doral.
“No hay otro evento que nos una a todos los venezolanos que José Gregorio Hernández”, dijo el Cardenal Porras al empezar su charla frente a la comunidad de venezolanos más grande de Estados Unidos. Horas antes había visitado la parroquia St. Katharine Drexel, en Weston, al norte de Miami, donde también se congrega otra comunidad grande de venezolanos. Después de la charla, el cardenal presidió la Misa y saludó a sus compatriotas.
Miami fue la última parada de una visita de 10 días por varias ciudades de Estados Unidos que incluyeron New York, Washington D.C. y Boston, donde celebró Misas, se reunió con organizaciones religiosas, empresarios y comunidades venezolanas y llevó como peregrinante una reliquia de primer grado de José Gregorio, declarado beato por el Papa Francisco hace solo un año. La reliquia es una falange de uno de sus dedos que se quedará en la catedral de Caracas. “Pero hemos dejado en las ciudades que hemos visitado también reliquias auténticas”, señaló el Cardenal Porras.
También han repartido entre los fieles una estampita con la imagen del beato y una reliquia de segundo grado, que es un pequeño trozo de tela que cubre el féretro donde están sus restos.
El viaje fue para estrechar lazos con la Iglesia católica en Estados Unidos y con las comunidades venezolanas en este país, y “dar a conocer nuestros proyectos y programas a la comunidad, sobre todo a los empresarios venezolanos que están aquí en los Estados Unidos”, dijo Carlota Blanco, gerente de la oficina de sostenibilidad de la Arquidiócesis de Caracas, quien fue parte de la comitiva de viaje junto con otros sacerdotes venezolanos.
¿UN MILAGRO EN MIAMI?
El Cardenal Porras señaló que el primer motivo de esta visita, “es la canonización del santo”. Para ello se reunió con el Arzobispo Thomas Wenski, el 2 de mayo, para hablar sobre la verificación del segundo milagro del beato en camino a su canonización.
“No basta con ser santo, hay que hacerlo santo”, dijo el Cardenal Porras y agregó que se trata de un laico, un pionero de la medicina, cuya devoción “no es para admirarlo, sino para imitarlo”.
El Cardenal Porras indicó que a mediados de mayo se va a constituir el tribunal eclesiástico aquí en Miami, con representantes de Caracas, de Roma y de Miami, para recoger toda la documentación del posible milagro que se ha dado aquí. “Para que podamos llevarlo lo más pronto posible al Vaticano y que sea aprobado y podamos tener no al beato José Gregorio, sino a San José Gregorio”, señaló.
“En este momento tenemos tres solicitudes, dos en Venezuela y una acá en Miami, de una curación de un hombre que estaba prácticamente desahuciado y que hoy en día anda brincando y contento”, dijo el cardenal.
Los dos médicos que han tratado a esta persona, uno hindú y el otro musulmán, “han dicho que no se encuentra explicación de la ciencia de la curación de este hombre”, indicó el cardenal. Además, dijo que él paciente no conocía a José Gregorio, pero la gente que estaba a su alrededor se encomendó al beato y cuando ya lo habían prácticamente desahuciado, pudo recobrar la salud.
“Lo que se quiere es fundamentar todo esto para presentarlo ante la Congregación para las Causas de los Santos para el estudio, tanto de la comisión médica como de la comisión teológica, porque hacen falta dos cosas; no solo la parte que tiene que ver con la curación, sino también la otra parte que es la oración de intercesión. Es decir, quiénes, cómo y en qué momento ha sido ese testimonio de solicitud de la salud de una persona por intercesión del beato”, explicó el cardenal.
Los otros dos casos están en estudio. Según la disposición canónica, no se pueden estudiar los milagros a la vez, hay que estudiar uno por uno.
La postuladora del proceso de beatificación y canonización de José Gregorio es la doctora en Derecho Canónico, Silvia Correale, quien se encuentra en Roma, y el vice postulador, que está en Caracas, es el P. Gerardino Barracchini, Vicario Episcopal para la Santidad de la Arquidiócesis de Caracas y párroco del santuario dónde están los restos del beato.
El P. Barracchini fue parte de la comisión del viaje por Estados Unidos, pero antes de llegar a Miami tuvo que regresar a Caracas al cumplirse, el 30 de abril, un año de la beatificación.
LA SITUACIÓN DE VENEZUELA
Durante su visita por las diferentes comunidades venezolanas en Estados Unidos, el Cardenal Porras dijo que le ha impresionado en todas “la añoranza de la patria”, lo que le indica que la migración ha sido un hecho forzado por las condiciones de vida en Venezuela.
“Cuando es una especie de exilio forzoso genera un sentimiento de dolor, de desarraigo, de necesidad de adaptación que supone también el dejar no solo la tierra, sino a los seres queridos”, dijo el cardenal.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas, hasta septiembre del 2021 se reporta más de seis millones de venezolanos fuera de su país. La mayoría ha emigrado a países de América Latina y a Estados Unidos.
La creciente situación de pobreza en el país sudamericano se evidencia con “el creciente número de gente que sigue saliendo, buscando una mejor posición de vida y sobre todo los jóvenes”, indicó el cardenal, en una entrevista con la agencia de noticias EFE, en el Centro Pastoral de Miami.
Actualmente, en Venezuela la pandemia ha servido para mantener a la población aislada, evitando todo tipo de concentración por razones sanitarias. Además, existe una falta de información sobre lo que realmente pasa en el país. “No es cierto que la población está tranquila. A diario hay decenas y decenas de manifestaciones, pero que no se conocen y no son estrictamente políticas. La gente reclama la falta de electricidad, de agua, de trabajo, del cubrimiento de las necesidades básicas, pero esto es inmediatamente reprimido y considerado un delito”, dijo el Cardenal Porras.
En medio de todo esto, dijo el cardenal, “creo que lo primero, lo más importante, es que esto es el problema de los venezolanos y lo tenemos que resolver los venezolanos. Pero indudablemente hace falta el apoyo internacional. Como señala el Papa Francisco, con cara de velorio, con cara de cementerio estamos derrotados. No se puede decir, de esta situación no podemos salir”, indicó.
“Hay que poner en jaque la creatividad, la constancia, el coraje y la fe para buscar soluciones que sean pacíficas, que despierten la esperanza. La esperanza se construye, no se encuentra, y es la única que puede darnos paz y la que pueda darnos también mayor sentido de igualdad”, agregó el cardenal.
José Gregorio Hernández ‘el médico de los pobres’
Nació en Isnotú en 1864, en condiciones pobres. De su papá aprendió el trabajo y de su mamá la tradición religiosa. A los 14 años se mudó a Caracas y estudió medicina y un postgrado en París. Ayudó a modernizar el sistema de salud venezolano al adquirir el primer laboratorio de análisis.
La foto que lo hizo famoso fue en New York, cuando asistió a un congreso de medicina en 1917.
Era alegre, le gustaba bailar. Después de la muerte de su padre se encargó de sus hermanos y sobrinos, pero tenía el carisma de servir a los demás.
Murió de forma trágica en junio de 1919 al ser atropellado por un vehículo en el centro de Caracas.
A José Gregorio le preocupó mucho la Primera Guerra Mundial. En 1916 hizo un voto que daría su vida si eso servía para que se acabara la guerra. “Su muerte coincide con la firma del armisticio que puso fin a la guerra y es lo que hizo que el Papa Francisco lo declarara Copatrono del Ciclo de Estudios en Ciencias de la Paz, en la Pontificia Universidad Lateranense”, dijo el Cardenal Baltazar Porras, Administrador Apostólico de Caracas.
La devoción a José Gregorio no es reciente y no es solo en Venezuela. Se ha hecho conocido en diferentes países de habla hispana a través de las novelas venezolanas.
El primer milagro que se aprobó para su beatificación fue la recuperación en el 2017 de Yasuri Solórzano Ortega, una niña de 10 años que recibió un disparo en la cabeza y contra los pronósticos médicos se recuperó completamente.