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Feature News | Friday, July 26, 2019

Su mensaje era ‘el mensaje del amor’

Católicos de Miami reaccionan a la muerte del Cardenal Jaime Ortega de La Habana

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MIAMI | En los círculos políticos del exilio, fue controversial. Pero para los católicos exiliados que conocieron y trabajaron con el Cardenal Jaime Ortega, la historia es diferente.

“Tuve unas experiencias muy lindas de amistad con él y siento un cariño extraordinario y una admiración más grande todavía por esa figura y por todo lo que él ha significado por nuestra Iglesia”, dijo Ondina Menocal en una entrevista con La Voz Católica.

Lo describió como “un excelente católico y cubano”, palabras que también usó el Arzobispo Thomas Wenski al ser entrevistado por la prensa local: “un dedicado hombre de Iglesia y un cubano ejemplar”.

El cardenal Ortega falleció el 26 de julio en La Habana a causa de un cáncer. Tenía 82 años y había ejercido 55 años como sacerdote, incluyendo 40 años como obispo, 34 de estos como Arzobispo de la Habana y 24 como cardenal. Su primer nombramiento fue como Obispo de Pinar del Río, de 1978 a 1981, siendo ordenado obispo el 14 de enero de 1979.

Menocal es miembro del llamado “exilio histórico” — aquellos que llegaron en los años ’60 y ’70 — y lleva décadas involucrada en la pastoral hispana de la Arquidiócesis de Miami. También sirve como coordinadora de los movimientos apostólicos hispanos en la arquidiócesis.

Conoció al cardenal personalmente a través de Mons. Agustín Román, el muy querido Obispo Auxiliar de Miami y rector de la Ermita de la Caridad, el centro espiritual del exilio cubano. Fue en 1990, cuando el todavía arzobispo Ortega viajó a Miami para concelebrar la Misa fúnebre por su predecesor como Arzobispo de La Habana, Mons. Ricardo Oves, Misa que se celebró en la Catedral de St. Mary.

Menocal añadió que fue testigo de la “admiración y el respeto que Mons. Román siempre manifestó por él.”

Mons. Ortega también vino a Miami en 1995, poco después de haber sido nombrado cardenal, e hizo paradas en la catedral, la Ermita de la Caridad y St. Thomas University.

“No siento yo que haya base para haber tenido ningún tipo de controversia alrededor de él”, dijo Menocal. “No hay una sola palabra en sus expresiones que no demuestren una verdadera persona cristiana”, añadió, aludiendo al libro que contiene la mayoría de sus discursos y homilías, un libro que lleva el título de su lema episcopal: “Te Basta Mi Gracia.”

 

‘HIJO EXTRAORDINARIO’

Durante la década de los ’90, Menocal comenzó a viajar a Cuba para conocer por vía propia la situación de la Iglesia en la Isla y crear lazos de amistad y cooperación entre los laicos y sacerdotes dentro y fuera de Cuba. Cuando iba, le hacía la visita a la madre del Cardenal.

Foto de archivo del Cardenal Jaime Ortega con Mons. Agustín Román, obispo auxiliar de Miami, durante su visita a esta ciudad en 1995.

Fotógrafo: COURTESY | Araceli Cantero

Foto de archivo del Cardenal Jaime Ortega con Mons. Agustín Román, obispo auxiliar de Miami, durante su visita a esta ciudad en 1995.

“Era un hijo extraordinario”, dijo Menocal, “pero era también una persona de tanta bondad, de tanta sensibilidad, de tanta espiritualidad”, y que se expresaba “con mucha poesía, con mucha delicadeza”.

Además, dijo, el Cardenal se podía identificar con los cubanos exiliados ya que “para él, el ser cubano y el estar fuera de Cuba era lo peor que podía ocurrirle”.

Reconoce que al Cardenal le tocó vivir unos momentos muy difíciles, “y los que quieren dañar a la Iglesia lo critican a él”. Sin embargo, hay que entender que estaba enfrentándose a un régimen totalitario.

“El mensaje de Jaime era el mensaje del amor. El mensaje de esta gente (los comunistas) era el mensaje del odio”, dijo Menocal.

El P. Juan Sosa, párroco de la iglesia St. Joseph in Miami Beach, también conoció y trabajó de cerca con el cardenal Ortega.

“Decididamente los exiliados que no conocen a fondo las vicisitudes de la Iglesia pobre de Cuba no deben ni criticar ni abusar de su presencia en la historia”, dijo el P. Sosa.

 

‘MANTENER EL EQUILIBRIO’

El cardenal Ortega logró, junto a la Conferencia de Obispos Cubanos, que San Juan Pablo II hiciera una “impresionante” visita oficial a la Isla en 1998. “Por ello, la Iglesia comenzó a ganar espacios y oportunidades que habían sido suprimidas desde los años ‘60”, dijo el P. Sosa.

“Quiso mantener el equilibrio entre la Iglesia y el gobierno desde una postura firme de fe, a pesar de que sus intervenciones fueron discutidas y frecuentemente criticadas dentro y fuera de la Isla”, añadió.

El P. Sosa llegó a Miami al principio de la década de los ’60, uno de los 14,000 jóvenes que salieron de Cuba sin sus padres a través de la Operación Pedro Pan. Regresaría a Cuba por primera vez 23 años después, parte de un esfuerzo para comenzar a colaborar con el pueblo y el clero en la Isla, que se conocía como una "Iglesia del silencio". Ha regresado muchas veces más, no solo para las visitas de los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, sino para dar cursos de liturgia junto con Rogelio Zelada, director asociado para la formación de los hispanos de la Oficina de Ministros Laicos de la Arquidiócesis de Miami.

El primer curso en La Habana lo tramitó el propio Cardenal.

“Más de 100 asistieron de todas las parroquias a las sesiones que dictamos en la Casa Laical. Venían de todas partes con mucho sacrificio. Fuimos los primeros profesores de Miami aceptados para dictar un curso. El Cardenal siempre animó los esfuerzos por la educación del pueblo y la formación del clero”.

El P. Sosa dijo que recordará al Cardenal como un hombre “amable, sonriente, amante de la buena música y compositor”, quien “supo mantener la dignidad Cardenalicia que proyectó con anterioridad el primer cardenal cubano, Mons. (Manuel) Arteaga, y a la vez nunca dejó de proclamar la Buena Nueva de Jesús con la insistencia que el pueblo anhelaba escuchar”.

Este artículo fue cambiado para corregir el título del libro del Cardenal Jaime Ortega, y su lema episcopal, "Te Basta Mi Gracia". También fueron corregidos los años que fue obispo, arzobispo y cardenal de La Habana.

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