By Msgr. Michael Souckar - St. Andrew Catholic Parish
Mons. Michael Souckar, párroco de la iglesia St. Andrew, en Coral Springs, predicó la siguiente reflexión durante “Una noche de oración, apelación y sanación” por las víctimas del tiroteo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas en el vecindario de Parkland �y por todos aquellos en la parroquia y en la comunidad en general, especialmente por los adolescentes afectados por la tragedia. El servicio privado tuvo lugar el domingo 18 de febrero de 2018.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: ¿Por qué estamos aquí esta noche? En primer lugar, estamos aquí como personas de fe. Dios es relevante en nuestras vidas y la fe no es algo que solamente practicamos en esta iglesia o lo dejamos en la puerta cuando entramos a nuestros hogares, lugares de trabajo o escuelas. Estamos aquí para dirigirnos a Dios en nuestros corazones, porque Dios primero se dirigió a nosotros con su único Hijo, Jesucristo.
Esta fe nos da esperanza. En Jesús, Dios se identificó plenamente con nosotros en nuestra condición humana. Convirtiéndose en un ser humano en todo sentido �excepto en el pecado�
Dios en su hijo Jesús se ha identificado plenamente con nosotros; con nuestras debilidades, nuestra fragilidad, nuestras heridas, nuestra vulnerabilidad. En la crucifixión, Dios en Jesús no es sólo espectador del sufrimiento y la injusticia humana; Dios se ha convertido en víctima de nuestra violencia. Dios no se limitó a ver a Jesús ridiculizado, azotado, clavado a un madero y asesinado en la lenta agonía de la crucifixión. No: como un cordero llevado al matadero, él no abrió la boca. En él fueron puestos los pecados de todos nosotros; por sus heridas fuimos sanados. Ya no podemos decir que Dios no conoce nuestro sufrimiento. Dios es nuestro compañero en todos los sufrimientos humanos, incluido el horrible sufrimiento perpetrado en la tarde del miércoles pasado. Por lo tanto, tenemos esperanza porque no estamos solos: Dios está con nosotros.
También tenemos esperanza por la resurrección de Jesús de entre los muertos. Por su resurrección, Jesucristo ha vencido al pecado y a la muerte. Su resurrección es nuestro resucitar a una vida nueva, si tan sólo creemos en él y encontramos vida nueva en las aguas del bautismo. Por lo tanto, estamos aquí esta noche, en primer lugar para orar, para estar en comunión con Dios, para derramar nuestro dolor y recordar que Dios no nos ha abandonado, ni lo hará nunca. No, Él camina con nosotros en este terrible camino de sufrimiento, lado a lado, brazo a brazo.
Apelación
En segundo lugar, estamos aquí para hacer una apelación. Estamos aquí para derramar ante Dios nuestro dolor, nuestra ira, nuestras preguntas y nuestra confusión. Rogamos a Dios que escuche nuestras oraciones. Rogamos a Dios que todos podamos volver nuestros corazones y vidas a Él y al Evangelio de la Vida. Reconocemos Humildemente nuestros propios fracasos y los de nuestra sociedad, que han contribuido a tantas ofensas contra la dignidad de la vida humana, incluyendo la muerte de estudiantes inocentes en su escuela. Le rogamos a Dios que sea misericordioso con nosotros en nuestra pérdida, que sane nuestras heridas y perdone nuestras ofensas.
No estamos solos en estas peticiones. Como ya saben, el Santo Padre, el Papa Francisco, ha expresado al Arzobispo [Thomas] Wenski sus condolencias y su solidaridad en oración con todos nosotros. Personalmente, he escuchado al Arzobispo Wenski, al Arzobispo [John] Favalora, al Obispo [John] Noonan (que experimentó una matanza similar en Orlando), y a muchos hermanos sacerdotes; todos expresando sus oraciones por todos los afectados en este terrible evento. La familia católica comparte con nosotros nuestro dolor y nuestra esperanza. También agradecemos la presencia del Gobernador [Rick] Scott y del vice alcalde de Coral Springs, [Dan] Daley, por estar con nosotros esta noche. A finales de esta semana, viajé brevemente a Washington, D.C.
Siempre es inspirador ver el Capitolio, la Casa Blanca y todos los monumentos nacionales. Sin embargo, esta vez me sentí profundamente impresionado al ver la bandera ondeando a media asta en todos estos lugares de nuestra identidad nacional, y darme cuenta de que esto fue por lo que ocurrió aquí.
Qué tremendamente emocionante y conmovedor fue ver esta imagen icónica del duelo nacional, por nosotros. Me dijo que no estamos solos, que toda la nación está de luto con nosotros y en solidaridad con la comunidad de la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas, con las comunidades de Coral Springs y Parkland. Nuestros conciudadanos �de diversas religiones� también se dirigen a Dios con nosotros y por nosotros.
Sanación
Finalmente, estamos aquí para sanarnos. Varias personas que están aquí esta noche estuvieron en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas durante el tiroteo. Ellos experimentaron la conmoción de lo que antes sólo sucedía en otros lugares, y estaba sucediendo en su escuela. Ellos temieron por su seguridad y su supervivencia. Pensaban en sus padres y hermanos, en sus compañeros de clase y compañeros de escuela, en sus compañeros deportistas y músicos; pensaban en sus novias y en sus novios. Experimentaron el trauma de la violencia indiscriminada cuando se oyeron disparos en sus aulas de clases y pasillos. Se refugiaron debajo de escritorios y en armarios, guiados por valientes y heroicos maestros, conserjes y administradores, que a su vez eran amenazados. Los estudiantes, el profesorado y el personal de la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas necesitan sanación, y esa sanación incluye el toque misericordioso y compasivo de Jesucristo.
Del mismo modo, los padres, los hermanos y los amigos de estos estudiantes experimentaron la conmoción, la incredulidad, el temor total a lo peor, la agonía de la separación y finalmente el abrazo amoroso del reencuentro. Estos familiares y amigos necesitan sanación; una sanación de las emociones y del espíritu que sólo el Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos puede proveer.
Convertir la ira en acción justa
Todos nosotros en Coral Springs y Parkland, e incluso en toda la nación, necesitamos sanación. Sanación ante la incredulidad de que otro tiroteo escolar nos ha quitado y ha herido vidas inocentes. Nos afligimos con todos aquellos que lloran la pérdida de un ser querido. Nos entristece que alguien de nuestra propia comunidad decida cometer una acción tan violenta y despiadada.
Sentimos ira, porque este tipo de cosas ha “sucedido otra vez”, y porque nosotros, como sociedad, no hemos hecho lo suficiente para mantener a nuestros hijos seguros. La ira es real. Pero la ira es más a menudo un síntoma de dolor. En cualquier situación, y especialmente en ésta, cada uno de nosotros debe encontrar maneras de convertir nuestra ira en una acción justa, que promueva la verdadera justicia y la paz duraderas. También debemos permitir que el Señor sane el dolor que es la fuente de esta ira.
En unos minutos rezaremos las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús. Creo que estas letanías resumen y representan las tres razones por las que estamos aquí. En primer lugar, nos dirigimos a Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, nuestro Señor y Salvador. El Corazón de Jesús es fuente de compasión, de misericordia y de perdón. Su corazón se conmovió con compasión por la viuda de Naín cuando ella estaba enterrando a su único hijo; él levantó de entre los muertos a aquel joven y se lo devolvió a su madre. Su propio corazón fue traspasado por la lanza del soldado mientras colgaba muerto en la cruz. El agua y la sangre fluyeron, representando el bautismo por el cual nuestros pecados son lavados, y la Eucaristía, por la cual somos alimentados espiritualmente. Ese mismo corazón es la fuente de nuestra sanación, renovación y fuerza diaria para continuar, siempre cambiados pero firmes en la Fe.
Me atrevo a decir que el Sagrado Corazón de Jesús fue herido de nuevo el miércoles de la semana pasada, el Miércoles de Ceniza, alrededor de las tres de la tarde, la hora de su pasión y muerte. No, no estamos solos. Dios conoce nuestro sufrimiento porque en Jesús sufrió por nosotros. Así como Cristo resucitado llevaba las heridas de su pasión �se las mostró a Tomás para acabar con su duda�, así el Sagrado Corazón de Jesús Resucitado sigue llevando las heridas de su pasión, para que no olvidemos nunca que Dios nos ama hasta el fin, y nada puede extinguir ese amor. Que el Sagrado Corazón de Jesús tenga misericordia de nosotros.