By Ana Rodriguez Soto - The Archdiocese of Miami
MIAMI | Ricardo Castro nunca olvidará su primer encuentro con el P. Oscar Sarmiento.
Cuando tenía 20 años asistió a la Misa dominical por la tarde, en St. Joseph, en Miami Beach. Castro había decidido que ése sería su último día en esa iglesia. “Recuerdo haberle dicho a Dios... necesito ir a un lugar donde me puedan alimentar”.
El celebrante era nuevo en la parroquia. Pero cuando comenzó a predicar, Castro dijo: “Fue como si Dios me hablara directamente a mí”.
Después de la Misa, otra feligresa, viendo que era un joven adulto, lo invitó a quedarse para una reunión de grupo. “Ése es el P. Oscar”, le dijo, “tienes que conocerlo”.
Castro miró por el pasillo hacia la entrada de la iglesia, donde el P. Sarmiento saludaba a los feligreses. Aún con sus vestiduras, el sacerdote se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el santuario.
“Tiene una enorme sonrisa en su cara. Está caminando desde la parte de atrás de la iglesia con los brazos abiertos. Yo estoy pensando, ¿a quién va a saludar? Y vino directamente a mí y me abrazó, como un padre abraza a su hijo. Nunca olvidaré lo que me dijo”, comentó Castro, conmovido por el recuerdo. “Hijo mío, te he estado esperando toda mi vida. Quiero que te quedes”.
Fue el comienzo de una larga amistad de muchos años, que se convirtió en parentesco. “Soy uno de sus hijos espirituales”, dijo Castro. “Honestamente, me sentí como si fuera su hijo”.
El P. Sarmiento, una vocación tardía, con un don para ser mentor de los jóvenes, falleció el 6 de enero a los 77 años, después de 35 años de sacerdocio.
Castro estaba al lado de su cama cuando murió. Unas horas antes, él y otros miembros adultos, no tan jóvenes, de ese grupo de St. Joseph �Caminando con Jesús� se habían reunido en su habitación del hospicio St. Catherine’s West, en Hialeah Gardens, para rezar y cantar las canciones que cantaban en sus retiros.
Era como nuestro padre. Nuestro protector. Nuestro guía. Nos casó, bautizó a nuestros hijos”, dijo Castro, profesor de la escuela Nativity, en Hollywood.
Castro siguió al P. Sarmiento hasta St. Edward, en Pembroke Pines, donde comenzaron otro grupo de jóvenes adultos, a través del cual conoció y se enamoró de quien sería su esposa. “Ahora tenemos tres hijos”.
Ordenado para la Diócesis de Pensacola-Tallahassee, el P. Sarmiento trabajó en el Sur de La Florida desde 1992 hasta su jubilación en 2009. Como hijo único, obtuvo permiso para trabajar aquí y cuidar a su madre, que padecía de Alzheimer.
Una vez, cuando ella fue a visitarlo a Tallahassee y regresó, estuvo perdida durante tres días. Él decidió que necesitaba cuidarla y obtuvo permiso para venir a Miami”, dijo Hope Sadowski, una feligresa de St. Joseph, donde el P. Sarmiento sirvió como vicario parroquial de 1996 a 2003.
Sadowski, que trabaja como asistente ejecutiva en la Oficina arquidiocesana de Escuelas, describió al P. Sarmiento como un sacerdote muy dedicado, que “se ocupó de los jóvenes”. Especialmente de los niños que podrían haber estado aquí indocumentados; él protegió a esos niños. Era como un pastor guiando al rebaño”.
De hecho, fueron los miembros del grupo de jóvenes adultos, entre ellos Castro, quienes trasladaron al P. Sarmiento de regreso a Miami desde Tallahassee, después de que se dieron cuenta de que él también había comenzado a padecer del mal de Alzheimer. Todos nos unimos para asegurarnos de que el P. estuviera a salvo”, dijo Castro.
Ha sido increíble cómo le demostraron su amor y cariño”, dijo Sadowski, recordando lo que le dijeron: “Él nos cuidó cuando éramos jóvenes. Ahora nos toca cuidarlo”.
Oscar Sarmiento nació el 8 de noviembre de 1940 en La Habana, Cuba, y llegó a Estados Unidos con su madre a principios de la década de 1960. Obtuvo una licenciatura en arte de la Universidad Estatal de La Florida, pero trabajó en trabajos ocasionales hasta que sintió el llamado al sacerdocio, a los 30 años. Castro dijo que esos empleos incluyeron trabajar en un establecimiento de pollos y huevos, en Nueva York, y como guía e instructor de snorkeling y esquí acuático para el Club Med, en Tahití.
Su camino al sacerdocio comenzó cuando asistió a una gran reunión de la Renovación Carismática Católica.
“Se enfadó mucho y creyó que la gente estaba siendo engañada”, recordó Castro, así que se fue furioso. Pero cuando cruzó la calle para llegar a su automóvil, “un poder se apoderó de él, tanto que lo arrodilló en medio de la acera. Más tarde lo llamó un derramamiento del Espíritu. Sintió tanto amor, amor de Dios, que en ese momento supo que tenía que cambiar”.
El llamado al sacerdocio vino más tarde, mientras servía como voluntario en el ministerio de prisiones. Su trabajo era recoger las bandejas de comida de los reclusos en aislamiento. Las bandejas pasaban a través de una abertura en la celda. Una vez tocó a la puerta pero no salió ninguna bandeja. Así que puso ambas manos a través de la abertura para alcanzar la bandeja. Uno de los reclusos, un joven adulto, “puso su rostro en las manos del P. y comenzó a llorar en sus manos. Y él dijo que en ese mismo momento respondió al llamado de Dios”, dijo Castro.
El P. Sarmiento fue ordenado sacerdote el 27 de noviembre de 1982. Mientras estuvo en el Sur de La Florida, también se desempeñó como vicario parroquial en San Isidro, en Pompano Beach (1992-1995), en St. John the Apostle, en Hialeah (1995-1996), y en St. Edward (2003-2009).
Los servicios funerarios tuvieron lugar el 10 de enero, en la iglesia Nativity, en Hollywood.
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