By Cristina Cabrera Jarro -
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MIAMI | Jazmine de la Osa está enamorada de su escuela. "Me encanta el Centro Mater porque puedo ver y jugar con mi mejor amiga Mioki, y porque aquí hay los mejores platanitos maduros".
Su madre, Marbelys de la Osa, coordinadora de comunicaciones de la Fundación Centro Mater y de los servicios de cuidado de niños Centro Mater, señala que las prioridades de su hija de 5 años son jugar y comer. Pero esas son las prioridades que deberían ser de todos los niños.
Al celebrarse el 50 aniversario del Centro Mater se ha alcanzado y superado lo que su fundadora, la Madre Margarita Miranda Otero había soñado. De ser un centro que era un lugar de después de clases para niños y adolescentes y para mantener a los jóvenes fuera de las calles, con la guía espiritual de una monja, ahora ofrece el cuidado a más de 1200 niños desde las seis semanas de nacidos a los 13 años, en cinco campus. Empodera a la familia en su conjunto, independientemente de su nacionalidad, religión o raza, proporciona educación, comida, y un programa de después de la escuela.
“La gente quiere traer a sus hijos aquí porque sabe que aquí están a salvo, van a ser alimentados con una comida nutritiva, van hacer actividades enriquecedoras, y van a ser bien cuidados. Es un programa de calidad", indicó de la Osa.
Se estima que más de 50,000 niños y sus familias han pasado por el Centro Mater.
A continuación algunas historias de niños que han recibido ayuda, y que ahora están ayudando al Centro Mater.
De niño de la calle a miembro de la junta directiva
En 1968, Augusto Vidaurreta era un adolescente e inmigrante cubano que crecía en lo que hoy es La Pequeña Habana, en esa época era conocido como el Pequeño Vietnam.
“La guerra de Vietnam estaba en su apogeo, y esta zona también", dijo Vidaurreta.
No había drogas en las calles, al menos ninguna que él recordara, pero era un lugar violento para crecer, donde la gente tenía que caminar por las calles mirando de reojo.
Cuando era un “latchkey kid” niño de la calle � un término que se refería a los niños que regresaban de la escuela y no tenían supervisión hasta que sus padres llegaban del trabajo� deambulaba por las calles en grupo con sus amigos, quienes estaban en su misma situación. A pesar de que a menudo estaban juntos, un vecino maleante comenzó a atacarlos, uno que Vidaurreta describe como: "muy loco y peligroso".
Pero el inicio de un cambio positivo para él y sus amigos acababa de llegar al barrio en forma de una monja en una casita de madera y un pedazo de terreno. Era la Madre Margarita Miranda Otero, de la Sociedad del Sagrado Corazón de Cuba, la fundadora del Centro Mater Child Care Services.
“Si no fui el primero que entró al Centro Mater, estuve cerca", dijo Vidaurreta. "Entré el primer día".
Ese día caminaba solo, preocupado por el maleante y decidió cruzar una calle y llegó hasta donde la Madre Miranda esperaba en la casita. Ella lo llamó y le dijo: "Estoy tratando de construir algo aquí. Un lugar donde los niños que terminan la escuela puedan venir y pasar el rato en un ambiente protector", recuerda Vidaurreta.
Tan pronto ella dijo “ambiente protector”, Vidaurreta supo que la única persona con quien ese maleante no se metería sería con esa monja. Aquél día se quedó un rato con ella y luego corrió a contarle a sus amigos el "oasis" que había encontrado.
No podían creer que una monja, vestida con un hábito, fuera su salvadora, pero Vidaurreta insistió. "Este tipo no se va a meter con ella".
Al día siguiente, regresaron para ayudar a limpiar la choza y sus alrededores, incluso tomaron tiempo para pintar la casa. Y de cierto modo, abrieron las puertas para que tantos niños de la calle los siguieran.
Con el tiempo, a los 15 años Vidaurreta estudiaba en la escuela secundaria Coral Gables High, practicaba fútbol, y tenía un trabajo de entrega con el diario Miami Herald. Mantuvo algunos lazos con el Centro Mater, e incluso trabajó en algunas "Fiestas Guajiras" que fueron la manera en la que la Madre Miranda recaudaba fondos y unía al vecindario en lo que él describe como fiestas “muy divertidas” para celebrar la cultura cubana. Pero descubrió que era hora de seguir adelante.
Vidaurreta lamenta no haberse quedado más tiempo. "Miro hacia atrás y pienso ¿por qué lo habré dejado?"
Años más tarde, comenzó a asistir a las galas del Centro Mater y le pidieron que se uniera a la junta directiva de la Fundación Centro Mater.
“Estamos haciendo esto para que estos niños puedan sentarse en nuestras sillas dentro de 25 años. Queremos crear la oportunidad para que estos niños también lleguen a esa posición", dijo Vidaurreta.
Porque cuando él estaba creciendo, no sabía de las oportunidades que tenía, y ahora quiere asegurarse de que todos los niños del Centro Mater y sus familias conozcan las infinitas posibilidades que tienen, sin importar las circunstancias de sus vida.
Conocer a la M. Miranda fue un momento eléctrico (trascendental) en su vida, un momento en el tiempo que lo cambió. "Ella sabía crear momentos eléctricos, y le agradezco por ello".
Oportunidades para una vida mejor
Si le preguntan a los niños del Centro Mater ¿quién es Azucena Valdés?, no tendrán ni idea. Si les preguntan si saben quién es "Susy", ellos asentirán con la cabeza, sonreirán y se sentirán felices porque saben que ese nombre les trae algo delicioso.
“A todos los niños les encanta comer. Y como les encanta comer, ¿quién cocina la comida? La cocinera".
Valdés trabaja en el Centro Mater East hace 28 años. Sus seis hijos han asistido a los programas, y como varios casos de generaciones familiares en el Centro, sus 11 nietos también han asistido. Tres de ellos todavía acuden al programa de después de clases, pero los mayores regresan para ayudar y obtener horas de voluntariado para la escuela.
“Me encanta ir al Centro para ver a todos mis amigos y mis maestros", dijo Ángela Hernández, una de las nietas de Valdés. "Me encanta estar en el mismo lugar que mi abuela".
Valdés, como tantas familias en la zona, era una inmigrante cubana recién llegada a Miami en 1980, en busca de una nueva y mejor vida.
En Cuba, estaba estudiando para ser maestra y recordó cómo los estudiantes allá realmente no tenían problemas, pero “yo quería cambiar mi vida, salir adelante, y lo hice. Al salir de allá y llegar acá, lo hice".
Encontró el Centro Mater en el vecindario, solicitó trabajo y empezó como voluntaria en la escuela, ayudando donde fuera necesario. Matriculó a sus hijos en la escuela y recibieron becas completas de asistencia financiera. Con el tiempo, cuando sus finanzas cambiaron, el Centro Mater le dio un plan de pago factible para que sus hijos pudieran continuar asistiendo.
“El Centro siempre ha ayudado a todos los necesitados, siempre ha estado cerca de todos", dijo Valdés.
Cuando un puesto de tiempo completo se abrió en la cocina del Centro Mater, se lo ofrecieron a ella donde trabaja desde entonces.
"Gracias a Dios pensaron en mí. Eso no sucede en muchos trabajos”, indicó Valdés.
Datos del Centro Mater
- El Centro Mater atiende a más de 1200 familias diariamente, en cinco campus en el Condado de Miami Dade.
- Los programas incluyen cuidado infantil, educación preescolar, cuidado después de la escuela, asistencia nutricional y de desarrollo, instrucción enfocada en los padres y programas de verano.
- El 99 por ciento de los niños en el Centro Mater son hispanos; 98 por ciento hablan español.
- El 99,8 por ciento de las familias atendidas en Centro Mater tienen bajos ingresos
- Para más información puede visitar: www.CentroMaterChildCare.com, llamar al: 305-545-6049, o visitar su página en Facebook @CentroMater.