By Cristina Cabrera Jarro -
MIAMI | El Papa Francisco declaró este mes de octubre como Mes Misionero Extraordinario para enfatizar el hecho de que todos somos “bautizados y enviados”. En conformidad con ese tema, el periódico Florida Catholic decidió llevar las misiones a sus hogares al pedirles a algunos de nuestros misioneros locales que compartieran sus experiencias. Esto es lo que nos dijeron.
“USTEDES NOS TRATAN COMO A PERROS”
Hace más de una década, Andrés Novela fue en un viaje de misión al norte de Haití. En el pueblo montañés de Mare Rouge, otro grupo misionero compartía sus planes con la comunidad. Recuerda haber visto a una pequeña monja sentada en el fondo de la sala, quien refunfuñaba durante toda la presentación. Al finalizar, se levantó y habló.
“Ustedes nos tratan como a perros”, recordó que dijo la religiosa. “Vienen a nuestra aldea y a nuestras comunidades con sus mochilas y sus botellas de agua sofisticada, porque si bebieran nuestra agua, estarían en el hospital —si tuviéramos hospital. Han enseñado a nuestros hijos a mendigar, a extender una mano cada vez que ven una cara blanca. Eso no es solidaridad. Eso no es una relación. Si quieren ayudarnos, escúchennos. Conocemos nuestros problemas y sabemos cuál es la solución a nuestros problemas. Lo que nos falta no es inteligencia o iniciativa. Nos faltan los recursos que tienen ustedes. Así que siéntense y escúchennos, y luego hablaremos de asociación, luego hablaremos de la solidaridad”.
Novela dijo que se sintió como si ella le hubiera dado un puñetazo en el estómago a todos en el salón. Sus palabras les llevaron a la realidad de lo que significa ser misionero.
“No se trata de llegar al mundo de otra persona y cambiar las cosas. Se trata de entrar humildemente en el espacio de otras personas, y ser receptivo y guiado por aquellos en cuyo hogar estamos entrando”, afirmó Novela. Mantiene esa historia en mente cada vez que viaja a las misiones, como lo ha hecho durante años con Amor en Acción, una comunidad misionera laica fundada en Miami. Amor en Acción ha ayudado a comunidades empobrecidas en Haití y República Dominicana por más de 40 años. Es el brazo misionero de la Arquidiócesis de Miami en Port-de Paix, su diócesis hermana en el remoto noroeste de Haití.
Ser misionero no significa ser un salva dor o un cruzado, o convertir a los “otros” con la Biblia en la mano. Se trata de evangelizar al extender una mano y establecer vínculos.
“Compartimos el Evangelio a través de nuestras acciones, nuestro alcance, nuestro amor, nuestro servicio, nuestra compasión, nuestra misericordia y todas las cosas que Jesús hizo durante su ministerio”, añadió Novela, quien también es director del apostolado estudiantil y pofesor de teología en la escuela secundaria de Mons. Edward Pace, en Miami Gardens.
“CREO QUE VAMOS PARA QUE NOS RESCATEN”
Viviana Yerex es otra misionera de Miami. Es voluntaria en Mindo Futures, una organización con sede en Mindo, Ecuador, que a fines de la década de 1990, estableció vínculos con la academia de Our Lady of Lourdes, de Miami, y la escuela secundaria Immaculata-La Salle.
Yerex se enteró de las misiones a través de amigos en su parroquia, St. Hugh, en Coconut Grove. Iban en una misión médica, y Yerex se anotó. En cambio, la enviaron a Miracle of Mindo, un orfanato y escuela para niños pobres o abandonados fundada por una religiosa llamada Hermana Lucía, conocida como “La Chía”.
“Me sentí muy desanimada porque entré por las razones equivocadas, sin darme cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Y ahora, cuatro años después, he entregado mi alma a la organización, a esa escuela, a esos niños”, aseguró Yerex.
Miracle of Mindo tiene una filial, el Programa Mindo Bridge, que permite a los estudiantes de la escuela asistir a la universidad. Mindo Bridge les cubre completamente su matrícula, vivienda, tutoría, orientación profesional, y estudio y trabajo en una universidad en Quito.
“Muy pocos estudiantes tienen la bendición de ser parte de esto”, añadió Yerex, porque los fondos son muy limitados.
Muchos de los estudiantes son también los primeros en sus ciudades y pueblos en asistir a la universidad, o incluso en viajar fuera de su ciudad natal. Cuando los visitan, los misioneros escuchan sus historias: cuán bendecidos se sienten por tener la oportunidad no sólo de mejorar sus vidas, sino también las de sus familias.
Mientras estaba sentada escuchándolos durante una de esas visitas, Yerex recordó sentirse culpable. “Tengo a FIU a la vuelta de la esquina”, pensó, y aún no había terminado su carrera. Se prometió que no regresaría a Mindo hasta que terminara su educación. Eventualmente, logró ambas cosas.
“Cuando volví y compartí (eso) con ellos, estaban sorprendidos, porque habían hecho algo por mejorar mi vida. En realidad, no tienen idea de lo que hacen por nosotros”, aseguró Yerex. “Creo que vamos para que nos rescaten”.
¿MISIONERA QUIÉN? ¿YO?
Janelle Jay fue por primera vez en un viaje misionero de Amor en Acción cuando tenía 17 años. Más tarde, mientras estaba en la universidad, le pidieron que buscara a una misionera en el aeropuerto, que viajaría con el grupo. La mujer le preguntó a Jay si era misionera.
“Le dije que había ido a misiones, pero que no era misionera. Ahora miro atrás y sí, soy una misionera”, declaró Jay, quien se desempeña como coordinadora de misiones de Amor en Acción.
Continúa yendo a misiones por muchas razones, pero señala una experiencia en particular: una niña de la República Dominicana, de 2 o 3 años, que capturó su corazón. Cada vez que volvía, Jay buscaba tanto a la niña como a su hermana.
Pasaron algunos años antes de que Jay pudiera regresar a aquella aldea. Tuvo la oportunidad este verano, así que fue a buscar a su amiga una vez más. La directora de la escuela donde la niña está matriculada compartió algunas cosas con ella.
“Me dijo que el hecho de que yo regresara y la buscara durante todos esos años, marcó la diferencia”, contó Jay. “Me preocupaba lo suficientemente como para buscarla, para buscar a su familia, velar por ellas. Es algo muy sencillo, y lo hacemos una gran cosa que, en realidad, no es tan complicada: compartir el amor y demostrar que nos preocupamos por alguien más”.
“UN INSTRUMENTO” DE DIOS
Hay muchas cosas que los jóvenes de 18 años esperan lograr al alcanzar la “adultez”. Para Lucia Pannunzio, cumplir 18 años significaba que al fin podría ir en un viaje misionero con Amor en Acción. Pertenece a la parroquia Our Lady of Guadalupe, en Doral, y había escuchado sobre el grupo misionero laico a través de Andrés Novela, misionero y uno de sus profesores en la escuela Mons. Edward Pace.
Pannunzio dijo que vio el trabajo que hacía Amor en Acción, y que “de verdad quería ser parte de ese proyecto”.
En el verano de 2018, realizó un viaje misionero a la República Dominicana. Dijo que el viaje tuvo sus altibajos, pero que le perturbó especialmente la actitud anti haitiana que existía en las comunidades, incluso entre los más jóvenes, hasta el punto de que los niños evitaban a uno de los misioneros de Amor en Acción que era de ascendencia haitiana.
El tabú era tal, que la cocinera que alimentaba a los misioneros durante el viaje nunca había hablado con haitianos. Así que el grupo decidió llevarla como misionera a visitar un batey vecino, donde los haitianos habían establecido una comunidad.
“Se dio cuenta de que, durante sus 25 años, le habían inculcado esta idea de que los haitianos eran malos y agresivos.
Luego conoció a los haitianos en los bateyes, y el estereotipo que su familia le estaba alimentando se deshizo por completo”, reveló Pannunzio.
Por eso es importante ser misionero, dijo. “Dios te usa como instrumento, y de verdad le sirves”.
El testimonio de Pannunzio tuvo influencia en su amiga Orianna Cardoza, otra joven adulta de la iglesia Our Lady of Guadalupe, quien fue a misión por primera vez este verano.
Cardoza señaló que el trabajo misionero ofrece una nueva perspectiva de la vida. “Te muestra que no todos tienen lo que das por hecho todos los días. También te ayuda a fortalecer tu relación con Dios, simplemente porque Él nos llama a servir. Al hacerlo, cumples con lo que estás llamado a realizar”.
NUNCA SE ES TAN VIEJO
Lourdes Victoria aseguró que, cuando se trata de ser misionera, la edad no importa. “Mientras se tenga la voluntad interior para servir, y estar dispuestos a decir que sí”, afirmó la feligresa de St. Mark, en Southwest Ranches. Este verano, a la edad de 74 años, fue con Amor en Acción en un viaje misionero a la República Dominicana.
Victoria dijo que su primera experiencia de misiones tuvo lugar en su Cuba natal, cuando ayudó con las misiones de Semana Santa en Cienfuegos durante su adolescencia. Luego, la revolución comunista cerró las iglesias y ella abandonó la isla. Su familia se convirtió en su nueva misión, al cuidar a su esposo e hijos.
“Pero ahora que soy viuda, tengo menos responsabilidades y puedo dedicar el tiempo a las misiones”, dijo.
Su hija Jeannette también es misionera. Dijo que su llamado comenzó cuando era estudiante en la preparatoria Pace, y su profesor, David Masters, hizo énfasis en la necesidad. “Se nos inculcó que nuestro llamado no es sólo a nivel local. Hay una perspectiva más amplia. Estamos llamados a salir”, declaró Jeannette.
Fue a su primera misión en 2012, a la República Dominicana, y dijo que fue testigo de cómo Cristo está presente en “los demás”. Regresó allí este verano en compañía de su madre.
Aunque ambas disfrutan de servir en viajes misioneros, Jeanette expresó que ella y su madre son conscientes de que ser misioneras no consiste sólo en viajar a un lugar distinto y ayudar a las personas que están más lejos. Es traer y aplicar esas lecciones de regreso a la casa.
“Así es como vivimos nuestra vida todos los días”, aseguró Jeannette.