By Ana Rodriguez Soto - The Archdiocese of Miami
MIAMI | El diácono Edgardo Farías sirve a una población numerosa pero invisible: 20,000 personas en 30 centros de reclusión de los condados de Miami-Dade, Broward y Monroe.
No todos son católicos. Pero como director del Ministerio de Detenciones o Prisiones de la Arquidiócesis, el diácono Farías ve lo que la sociedad no ve debido a la mentalidad de que hay que "encerrarlos": a hombres, mujeres y sí, incluso niños, que están detenidos o encarcelados en cárceles del condado, prisiones estatales, prisiones federales, centros de detención de menores y centros de detención de inmigrantes.
El diácono no sólo sirve a los detenidos, sino también a sus familiares: esposos, hijos y padres, muchos de los cuales se sientan junto a nosotros en los bancos de la iglesia cada fin de semana.
"Tocamos corazones", dice. "Este ministerio toca los corazones, da esperanza y es sanador".
El diácono Farías necesita voluntarios que le ayuden a atender a este rebaño oculto, pero también quiere que la sociedad mire a estas personas con otros ojos.
"Hablamos demasiado del crimen, pero no hablamos de la gente", dijo durante la grabación en diciembre de los podcasts arquidiocesanos What the Faith, Miami? y Cuéntame Católico. "Las personas que sufren el encarcelamiento son personas como usted y como yo".
Aunque hayan cometido delitos, "tenemos que reconocer que son personas. Tienen dignidad", dijo el diácono Farías. Además, "tenemos que ser pacificadores. Tenemos que ser reconciliadores. Necesitamos ser amantes de cada ser humano" sin excepción. "Y lo más importante, perdonar".
El Ministerio de Detenciones funciona con un puñado de sacerdotes y diáconos voluntarios y 150 laicos —menos de los 300 que había antes de la pandemia. Los sacerdotes —entre ellos el Arzobispo Thomas Wenski, el Obispo Auxiliar Enrique Delgado, Mons. Michael Souckar, el P. Steven O'Hala, el P. Elvis González y el P. Matías Hualpa— están disponibles una o dos veces al año para celebrar la Misa y confesar en los centros de detención.
El día de Navidad, el Arzobispo Wenski celebró una Misa para los inmigrantes detenidos en el centro de detención de Krome, en Miami. El Obispo Delgado acompañó recientemente al diácono Farías a una prisión federal y quedó tan "enamorado de la experiencia" que prometió seguir ayudando al ministerio una vez al mes.
Esas visitas en persona se interrumpieron durante los dos últimos años de pandemia, pero recientemente se reanudaron, aunque con mayores restricciones que antes. Un centro en Broward, por ejemplo, ya no permite que se lleven las hostias para la Comunión. En su lugar, el centro las compra.
Cuando los sacerdotes no están disponibles —que sucede muy a menudo— los diáconos y los voluntarios laicos dirigen los servicios de la Palabra y distribuyen la Eucaristía.
"Lo más importante son los dos sacramentos, la Eucaristía y el sacramento de la confesión", dice el diácono Farías, y añade que insiste a sus voluntarios: "Vamos a ver cómo actúa Dios allí. No vamos [a llevar] a Dios. Vamos a ver a Dios obrando en cada centro".
Dos diáconos —Alex Lam y Guillermo Dutra— trabajan a tiempo completo como capellanes dentro de instalaciones locales. El diácono Lam ha sido capellán por más de 20 años en el Instituto Correccional de Everglades, una prisión estatal al oeste del condado de Miami-Dade; el diácono Dutra es capellán en el Centro de Detención de Krome, una instalación gestionada por Seguridad Nacional.
Por ley, y al igual que en el ejército, los capellanes, independientemente de su propia profesión religiosa, deben organizar servicios que se ajusten a las preferencias religiosas de los reclusos —ya sean judíos, cristianos, musulmanes, budistas, etc. A la Archidiócesis de Miami se le ofrece aproximadamente una hora cada semana en cada instalación —de ahí la necesidad de tantos voluntarios.
Cada dos meses, el diácono Farías ofrece una formación de cuatro horas para los nuevos voluntarios que se centra en los siete principios de la Doctrina Social Católica, a la que califica como una "hermosa doctrina".
Los voluntarios también deben cumplir con los requisitos arquidiocesanos, como la formación en Virtus y la verificación de antecedentes, y obtener una carta de referencia de su párroco. Después de eso, el diácono Farías presenta una carta de aval a la institución donde deseen servir.
"Son libres de elegir dónde quieran ayudarnos", dijo, ya sea visitando un centro de detención o fuera, atendiendo a las familias.
Así empezó el diácono Farías en el ministerio. En 1998, estaba escuchando Radio Paz cuando el anterior director del ministerio, Sammy Díaz, habló de la necesidad de tener voluntarios.
"Lo llamé de inmediato y me invitó a hacer la capacitación", dijo el diácono Farías, señalando que se sintió atraído al ministerio por su propia experiencia hace más de 30 años.
"Tuve un hermano que sufría una enfermedad mental y cometió un delito en Argentina", explicó. Él ayudaba a sus padres a encontrar ayuda legal y tratamiento para su hermano, así que, "estaba aprendiendo desde el punto de vista de la familia".
El diácono Farías dirige el ministerio desde 2004 y ahora también es el representante norteamericano ante la Comisión Internacional de la Pastoral Penitenciaria Católica.
El ministerio de la Iglesia con las personas encarceladas se remonta a siglos atrás, señaló el diácono Farías. Pero ve la necesidad de cambiar "el paradigma pastoral" de llegar sólo a los encarcelados.
"Nos olvidamos de todo el sistema de justicia penal", dijo: la policía, los funcionarios de prisiones, los jueces, incluso los legisladores que "categorizan cada comportamiento. Esto es un delito. Esto no es un delito".
También es necesario el apoyo de la sociedad a la familia y a los tratamientos, a los programas y a los proveedores de salud mental.
"La cárcel es el espejo de nuestra sociedad. Y tenemos que trabajar en nuestros problemas sociales, especialmente centrarnos en la familia. La familia ahora mismo en nuestra cultura sufre mucho. No tiene el apoyo de la sociedad", dijo el diácono Farías.
También es necesario que las personas cambien su actitud hacia quienes cometen delitos, subrayó.
"Hablamos demasiado de misericordia, misericordia, misericordia, pero no hablamos de perdonar, perdonar, perdonar, ¿verdad? El que perdona es Jesús en el Evangelio. Y recuerden que en el Evangelio Jesús habla de justicia social. Y tenemos que trabajar en eso. El Reino de los cielos es justicia social".