By Ana Rodriguez Soto - The Archdiocese of Miami
MIAMI | Los cubanos del Sur de La Florida respondieron con reacciones encontradas de alegría y de escepticismo a la noticia de que Cuba y Estados Unidos comenzarán a trabajar hacia la normalización de las relaciones y pondrán fin al embargo económico impuesto por Estados Unidos a la isla de gobierno comunista hace 53 años.“Bendito sea Dios. ¡Es un milagro!”, dijo Rosario Bergouignan, una ex empleada del Tribunal Metropolitano y una de los “exiliados históricos” (los que salieron en las primeras oleadas en la década de 1960). Ella regresó por primera vez a Cuba en 1998, durante la visita histórica de San Juan Pablo II a la isla.
Esa visita ayudó a Bergouignan a cambiar su opinión sobre la eficacia del embargo y la inspiró a regresar a Cuba varias veces, en misiones humanitarias.
“¿Cuál es el motivo de tener a las personas sufriendo por nada?”, dijo sobre la continuación del embargo, que no ha logrado derrocar al gobierno comunista de Cuba.
Tanto los obispos estadounidenses como los cubanos han sostenido que la política de sanciones económicas y de cierre de relaciones dañan al pueblo cubano, más que a los líderes del gobierno que los oprime.
Y fue a través de la intervención de un sucesor de Juan Pablo II �el Papa Francisco� como los últimos progresos en las negociaciones parecen haber ocurrido.
“Ambos, el Presidente Obama y Raúl Castro, agradecieron el papel del Papa Francisco por hacer posible lo que parece ser un verdadero cambio en las relaciones históricamente tensas entre Cuba y Estados Unidos”, dijo el Arzobispo de Miami, Mons. Thomas Wenski en un comunicado. El Arzobispo agregó: “El Papa Francisco hizo lo que se supone que los Papas deben hacer: construir puentes y promover la paz. Él actuó al igual que su tocayo, Francisco de Asís, quien durante la quinta cruzada, fue a Egipto para reunirse con el sultán al Kamil, en aras de la paz”.
El papel de la Iglesia
El Papa parece haber confiado en el Cardenal de La Habana, Mons. Jaime Ortega Alamino, para transmitir mensajes entre el presidente Barack Obama y el gobernante cubano, Raúl Castro, lo que dio como resultado el anuncio simultáneo hecho por la Casa Blanca y Castro, el 17 de diciembre. El acuerdo logró la liberación del contratista estadounidense Alan Gross de una cárcel cubana, y, junto con él, de “uno de los agentes de inteligencia más importantes que Estados Unidos ha tenido en Cuba, y que ha estado encarcelado por casi dos décadas”, en palabras del presidente Obama. A cambio, Estados Unidos liberó a tres agentes cubanos que habían sido condenados hace 15 años en Estados Unidos por espionaje.
“En lo más profundo de mi corazón, creo que nosotros, como Iglesia, hemos jugado un papel en esto”, dijo el P. Fernando Hería, párroco de la Iglesia St. Brendan, ubicada en un sector fuertemente cubanoamericano de Miami, y él mismo oriundo de Cuba, de donde salió hace 53 años, teniendo 11 de edad.
“Creo que debemos ser cautelosos y no poner demasiadas expectativas en lo que está ocurriendo. Estos son pasos de bebé �grandes pasos de bebé� tal como se realizaron durante los años de Nixon con respecto a China y la diplomacia de ping pong”, dijo el P. Hería. “Nixon también tomó un riesgo cuando negoció con China”. El P. Hería señaló que después de la visita de Juan Pablo II a Cuba, los obispos y los sacerdotes de la isla comenzaron a reunirse regularmente con sus homólogos en el exilio, un proceso que con el tiempo creció hasta incluir a los laicos en ambos lados del Estrecho de la Florida, y que ha llevado a un mayor entendimiento entre ellos.
“Somos el mismo pueblo dividido por historias paralelas”, señaló el P. Hería. “La Iglesia, en mi opinión, siempre ha intentado desempeñar un papel importante y positivo en esto”.
Añadió que la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba en el 2012 �después de las exitosas negociaciones del Cardenal Ortega para la liberación de un grupo numeroso de disidentes cubanos encarcelados� dio “un mayor impulso” para que el gobierno cubano entendiera que “podía confiar en la Iglesia” como un intermediario.
“Como sacerdote, creo que éste es un cauteloso paso importante, que esperamos pueda traer, si las partes así lo desean, una transición pacífica en la apertura de Cuba al mundo y la apertura del mundo a Cuba”, dijo el P. Hería, citando las palabras de Juan Pablo II, durante su visita a la isla. “El diálogo es bueno para nosotros en este lado, para ellos en ese lado, y para todo el pueblo cubano”, agregó.
Dolor y traición
Pero otros miembros de la comunidad cubana se sintieron mucho más escépticos, y heridos por el anuncio.
“Estoy contenta de que mis padres, mi hermana y su esposo no estén vivos para sentir el dolor, la decepción y la traición de hoy”, dijo Hope Sadowski, una empleada de la Oficina de las Escuelas de la Arquidiócesis de Miami, que salió de Cuba a los 14 años, “sola”.
“Vamos a preguntarle a la familia de los cuatro que murieron en el incidente de Hermanos al Rescate, cuando fueron desaparecidos del cielo, cómo se sienten sobre la liberación de esos tres matones a cambio de Alan Gross, que no mató a nadie y no hizo más que tratar de dar medios de información al pueblo cubano”, dijo Sadowski.
Reconoció que el embargo no ha funcionado, y que por lo menos, ahora Cuba “no será capaz de utilizarlo como excusa y causa de la miserable vida que los pobres cubanos están soportando”.
“Espero que beneficie al pueblo cubano”, dijo sobre el fi n del embargo. Pero llamó al presidente Obama “ingenuo” por confiar en que el gobierno cubano mantenga su palabra en las reformas políticas e incluso las económicas.
“¿Estados Unidos va a exigir que se respeten los derechos humanos? Lo dudo”, dijo Sadowski.
“La pregunta es: ¿Va a cambiar también lo que algunos han llamado el embargo interno?”, dijo el P. Juan Sosa, párroco de Sadowski, en la parroquia St. Joseph y él mismo un “Pedro Pan”, es decir uno de los 14,000 menores no acompañados que fueron secretamente traídos a los Estados Unidos entre 1961 y 1963 gracias a la intervención de la Iglesia Católica.
Al igual que el P. Hería, el P. Sosa ha participado en el diálogo permanente entre los sacerdotes cubanos dentro y fuera de la isla, y ha viajado a Cuba en varias ocasiones. Señaló que, económicamente, el fi n del embargo no puede ser el único criterio para el progreso.
“¿Esto significará un nuevo movimiento hacia las elecciones democráticas, nuevas oportunidades para un mejor desarrollo económico, la libertad de expresión, oportunidades educativas abiertas diferentes a las suministradas únicamente por el Estado, etc.?”, preguntó el P. Sosa.
“El marxismo debe dejar espacio para un nuevo comienzo”, dijo, y los dirigentes cubanos “deben estar dispuestos a dirigir esta importante transición alejados de intereses egoístas y siempre por el bien común”, enfatizó.
El diálogo antes del cambio
“Escuchamos a Castro decir que está abierto a discutir todas estas cosas con el presidente de los Estados Unidos. Esperemos que sea cierto”, dijo el Arzobispo Thomas Wenski en una entrevista con The Florida Catholic.
Hizo hincapié en que “los cambios que la gente quiere ver, por lo general vienen como resultado de las conversaciones y negociaciones; no son por lo general, las condiciones previas de las negociaciones o conversaciones”.
El hecho de que ahora los gobiernos de Cuba y Estados Unidos estén hablando, no significa “una derrota para aquellos que quieren ver cambios positivos en Cuba”, dijo el Arzobispo Wenski. De hecho, las conversaciones “establecieron las bases para un compromiso que esperamos conduzca a esos cambios”.
A la pregunta de cómo cree que el fallecido Obispo Auxiliar de Miami, Mons. Agustín A. Román, tan querido por los exiliados y él mismo un exiliado, habría reaccionado ante esta noticia, el Arzobispo dijo: “cautelosamente optimista”.
Según el Arzobispo Wenski, Mons. Román entendió que los obispos cubanos estaban en contra del embargo, y “no creo que se hubiera opuesto a los obispos cubanos en eso”.
Lo que él consistentemente hizo fue referirse “al embargo interno que el gobierno cubano tiene sobre su propio pueblo.
Creo que Mons. Román sería muy cuidadoso al hablar de ese embargo interno y diría: ¿Estos cambios lograrán el levantamiento de ese embargo interno también? Una vez más, creo que eso es lo que tenemos que esperar”, dijo el Arzobispo Wenski.
“Todos deberíamos abogar por un aterrizaje suave en Cuba”, subrayó. “Porque Cuba va a cambiar, pero, ¿cómo va a cambiar? Podría ir al caos o podría ir por un aterrizaje suave. Todos deberíamos querer un aterrizaje suave”.
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