By Jose Antonio Varela Vidal -
Tiene doctorados, pero más bien dio cátedra con su vida. Recibió medallas, aunque prefirió los premios de la gente. Tuvo apoyos y reconocimientos, pero nada lo usó para su propio beneficio. Se llamaba sor María Rosa Leggol y es recordada por cerca de 80.000 beneficiarios de sus obras como la “Madre Teresa de Centroamérica”.
Con este título, que valía más que los grados académicos u homenajes recibidos, es como se despidió esta religiosa franciscana (93 años) de su natal Honduras, el 16 de octubre del año 2020, sumisa al llamado del único que —según decía—, podía darle órdenes: Dios mismo.
Esta religiosa de armas tomar, expresaba en público y en privado, que “no había hombre sobre la tierra que le pudiera obligar a hacer algo”. No era un desacato a la autoridad de la Iglesia, cuyos pastores siempre la apoyaron y alentaron en vida, sino que era una frase cargada de una profunda espiritualidad: solo obedecemos a Dios.
Sometida ante lo que la venció en su última batalla, el COVID-19, su muerte ha permitido que se reconozca, en su justa medida, la extensa obra de la madre María Rosa.
Fue así como la primera de las medallas póstumas la recibió durante su velatorio, de manos del cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga, su arzobispo en Tegucigalpa. Allí mismo, el alto prelado anunció que se abriría la causa de beatificación de esta hija, orgullo de la Iglesia, madre de los desposeídos y garantía de que América Latina puede transformar la miseria en misericordia.
La miseria con la que se encontró sor María Rosa es la misma de los evangelios, así como del pasado y del presente del continente americano: pobreza, abandono del desposeído en las políticas públicas, explotación y falta de oportunidades.
Sin embargo, la nueva “Madre Teresa” no se tapó los ojos, tampoco esperó que otros lo hicieran y menos aún se encerró en su convento. No fue así. Ella, al igual que Jesucristo, salió, sintió compasión de la gente más necesitada y los llenó de la misericordia de Dios mediante sus obras.
UNA VIDA DE FRUTOS
Corría el año 1966 y siguientes en Honduras, específicamente en Choloma y Nuevo Paraíso, donde nuestra religiosa, hija de san Francisco de Asís, veía con preocupación que las familias querían dejar las calles y acceder a un techo donde cobijarse. La tensa situación política y económica hacía que las personas reclamaran un derecho fundamental: la vivienda.
En el pensamiento del papa Francisco, esta T (de techo), junto a otras dos, como son “Trabajo” —siempre digno y estable—, y la “Tierra” —propia y para el que la trabaje—, son “derechos sagrados”, que, a pesar de ser irrenunciables, son los primeros que ignora o abandona la clase política al momento de gobernar.
Pero felizmente que las comunidades hondureñas tenían a su “Madre Teresa” local, quien se empeñó desde un primer momento en conseguir, de modo providencial, amplios terrenos y ayuda económica para construir viviendas para los sin techo, a los cuales les proveería también de un sistema de educación y acceso a la salud. “¿Qué hubiera sido de nuestro futuro sin la madre?” declaraba una joven madre soltera, al ser requerida por las cámaras.
Se dice que sor María Rosa, mientras la salud se lo permitía, saltaba como un resorte cuando veía la necesidad de la gente y se empeñaba, con paso y mano firmes, en resolver sus problemas. Sus colaboradores recuerdan que, para el diseño de las obras, de su mente y corazón, la inquietud pasaba a sus manos y a la acción, junto a una sonrisa alentadora que siempre estaba presente en su rostro. Con esta actitud de alma satisfecha, iluminaba y daba esperanza a las madres con sus hijos, a los abuelos descartados, a los jóvenes vacíos y a los damnificados de los fenómenos naturales, así vivieran en Nicaragua, Guatemala u otros países de la región.
Pero ese resorte no se accionaba solo, sino que detrás de esta consagrada se movilizaba todo un equipo de colaboradores que se “tiraban a la piscina” con ella, sin saber adónde irían o cómo lo harían. Pero tenían la convicción de que finalmente, la hermana, quien era su líder y a la vez su estricta jefa, los llevaría a inaugurar muy pronto una nueva obra monumental. Por ello se convencían cuando les explicaba por qué hacía las obras: “Yo les ayudé, porque Dios me mandó a eso”. Pues que la siga enviando desde el cielo, lo piden todos los que lloran su ausencia.
CONSERVAR SU MEMORIA E IMITARLA
Con el fin de difundir la vida de sor María Rosa, plena de frutos y de fe en Dios, de auténtica caridad cristiana y de indoblegable voluntad, se viene elaborando la producción de un video documental sobre su vida, dirigido a las nuevas generaciones y para aquellos que no la conocen aún.
Este proyecto, liderado por la productora Miraflores films y titulado “With This Light” (Con Esta Luz), será un estímulo para quienes se empeñan en que crezca y perdure la obra “Sociedad Amigos de los Niños”, fundada por ella misma.
Darla a conocer más es el objetivo de la obra audiovisual, pero también acercar su figura a la piedad popular, a fin de que sea invocada con confianza, como una amiga y socorro que está en el cielo. Con la convicción que desde allí intercede y responde, como siempre lo hizo, con obras concretas para los más necesitados.
Las causas de beatificación y de canonización muchas veces se frenan en las diócesis o en el Vaticano, porque no se realiza una adecuada difusión de la vida y enseñanzas de los venerables o de los siervos de Dios. Hay que mostrar lo ejemplar y virtuoso de sus vidas, su compromiso con la gente, sus escritos motivadores y sobre todo el hilo conductor que tuvo su existencia en la tierra, para ser reconocidos como uno de esos santos “de la puerta de al lado”, tal como los ha identificado el papa Francisco.
VEN Y VERÁS
En estos tiempos info digitales, no hace falta ir hasta Honduras o los países vecinos para apreciar la obra de la “Madre Teresa” centroamericana. Esto se puede conocer al detalle y de modo gráfico en la web y redes sociales de la fundación.
Allí se podrá constatar que, hasta la fecha, se han realizado cientos de miles de atenciones, enfocados a adolescentes, niños y familias en grado de vulnerabilidad o en condición de “improbables”, como llama el Celam a los pobres extremos que pareciera que no saldrán nunca de su mayor problema: alejarse de la línea maligna de la pobreza.
Hay varias formas de ayudar a la obra de sor María Rosa, ya sea mediante un voluntariado profesional o solidario, apoyando proyectos específicos de construcción, seguridad, recreación, cultivos vegetales, desarrollo de capacidades, servicios educativos o de salud, para así brindar atención integral de calidad en cada niño, joven o familia.
Y como siempre, si al tocar el bolsillo descubrimos que sí estamos en capacidad de ayudar, puedes enviar uno o más donativos a la obra apostólica fundada por ella en Honduras.
Para conocer más, puede ingresar a: www.sanhn.org
Jose Antonio Varela es un periodista peruano que escribe para La Voz Católica. Este artículo se publicó primero en la edición impresa de febrero 2022.