By Ana Rodriguez Soto - The Archdiocese of Miami
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EL DORAL | Llamaron a Nicolás Maduro dictador y mafioso. Relataron experiencias personales de tortura, palizas e intimidación a manos de matones y carceleros del gobierno. Hablaron de la indiferencia descarada hacia la ley y la voluntad del pueblo. Una madre mostró fotos de su hija de 22 años, muerta por un balazo en la cabeza tras participar en una marcha de protesta.
Alrededor de una docena de exiliados de la “revolución bolivariana” de Venezuela se sentaron alrededor de una mesa en la rectoría de la iglesia Our Lady of Guadalupe, el 23 de agosto, para exponerle al vicepresidente Mike Pence historias dolorosas sobre su país, que durante los pasados 18 años ha pasado de la democracia a la dictadura, de la riqueza del petróleo a la miseria generalizada.
“Les pido por todos los que han caído”, dijo entre lágrimas María Eugenia Tovar, madre de Génesis Carmona, estudiante universitaria y reina de belleza asesinada en 2014 durante las protestas en Valencia, en el estado de Carabobo. Tovar y otros testigos informaron que la bala fue disparada por las turbas sancionadas por el gobierno, conocidas como “colectivos”, que aparecieron después que el ejército acorralara a los manifestantes y se marchara. Desde ese momento, Tovar y sus familiares se sintieron perseguidos, y buscaron refugio en Miami.
Así lo hizo también Francisco Márquez, de 30 años, activista de Voluntad Popular, que se convirtió en prisionero político durante cuatro meses en 2016. Recordó cómo sus carceleros lo obligaron a marchar desnudo y a “correr bajo disparos de armas mientras estaba esposado, sólo para torturarme mentalmente”.
“No creo que los gobiernos sepan de la cantidad de torturas que se cometen en Venezuela”, indicó Márquez, cuya doble ciudadanía estadounidense y venezolana probablemente aceleró su liberación. Señaló que “para las personas que todavía están en la cárcel, permanecer en primera plana es muy importante, más de lo que pueden imaginar”.
Ramón Muchacho, alcalde de Chacao, un distrito de Caracas, escapó del país tras ser despojado de su cargo y condenado a 15 meses de prisión por no haber detenido las protestas contra el gobierno.
“En Venezuela no hay democracia. En Venezuela hay una dictadura”, aseguró Muchacho, añadiendo que tampoco ve una forma pacífica de cambiarla. “Para nosotros, el pueblo venezolano, no es posible devolver la democracia y la libertad a Venezuela por nuestra cuenta. Necesitamos ayuda”.
Los exiliados están de acuerdo en que se debe imponer sanciones a los individuos que colaboran con el régimen de Maduro, incluyendo a muchos que han huido con sus riquezas al Sur de la Florida. Agregaron que otras naciones de América Latina, y especialmente la Unión Europea, también deben imponer sanciones y dejar de ofrecer apoyo económico al régimen.
“Necesitamos más sanciones. Necesitamos detener al enemigo en Venezuela para que no pueda adquirir instrumentos para la represión”, dijo Ernesto Ackerman, fundador del grupo Independent Venezuelan-American Citizens (IVAC, Ciudadanos Venezolano-Americanos Independientes). Varios de los exiliados compararon la situación de Venezuela con la de Cuba. Venezuela ha copiado el modelo cubano de represión desde los días de Hugo Chávez, predecesor de Maduro.
Varios altos funcionarios del régimen han sido acusados de narcotráfico, incluido el vicepresidente.
“Estamos luchando contra los mafiosos”, dijo Warner Jiménez, empresario y alcalde de Maturín, en el estado de Monagas. Cuando confiscaron sus negocios y su familia fue perseguida, se escondió de las autoridades durante tres semanas antes de venir al Sur de La Florida a principios de este año. “Por favor, no permitan que Venezuela se convierta en otra Cuba”, añadió Jiménez.
Carlos Vecchio, otro activista de Voluntad Popular que pasó tres meses en la clandestinidad antes de abandonar su patria, agradeció a la comunidad cubana que ya se encuentra aquí por hacer que el exilio sea “más fácil”.
A los exiliados les impulsó el hecho de que el vicepresidente de los Estados Unidos, recién llegado de una gira por América Latina, solicitara venir a El Doral para escucharlos.
“Esta sala es un testimonio de la brutalidad del régimen de Maduro”, afirmó Pence. “Estoy profundamente honrado y conmovido por la valentía que se encuentra alrededor de esta mesa”.
Cerca de mil personas más esperaban sentadas en la iglesia de al lado. Muchas de ellas eran miembros de la parroquia, que se ha convertido en el hogar espiritual de la diáspora venezolana del Sur de la Florida, y que es dirigida por el Padre Israel Mago, nacional de Venezuela.
Los reunidos en la rectoría y en la iglesia recibieron palabras esperanzadoras del vicepresidente. Pence exhortó a los países de la región a “hacer más, mucho más”, y prometió a la comunidad venezolana:
“Estamos con ustedes y estaremos con ustedes... ‘América primero’ no sólo significa Estados Unidos... El derecho a la libertad, que tenemos desde que nacemos, pertenece a todos nuestros pueblos en este Nuevo Mundo”.
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