By Archbishop Thomas Wenski - The Archdiocese of Miami
Vivimos en tiempos interesantes. Este mes, el Papa Francisco publicó su primera encíclica social, Laudato Sii, que trata de cuestiones ecológicas; y la Corte Suprema de Estados Unidos dictará su decisión sobre el matrimonio del mismo sexo.
En cualquier caso, estos dos acontecimientos nos darán, como católicos, la oportunidad y, sin duda, el deber de tomar parte en las cuestiones del mundo y de dar testimonio de nuestras enseñanzas, de nuestra visión de la persona humana, de nuestro lugar y nuestra dignidad en un mundo que reconocemos al mismo tiempo como caído y como redimido.
Esta “visión” consagrada en las enseñanzas morales de la Iglesia comprende lo que podríamos llamar a la vez una ecología natural y humana, o lo que también se ha denominado como “la ecología integral.”
Todo lo que atañe al florecimiento humano implica la ética y la moral. Por lo tanto, el “cuidado de la Creación” o el compromiso con la administración de los recursos del mundo es una decisión ética.Reconocer que la tierra, en las palabras del Papa Benedicto XVI, “no es simplemente nuestra propiedad, que podemos explotar de acuerdo a nuestros intereses y deseos... es, en cambio, un don del Creador, que ha diseñado su orden intrínseco y, de esta manera, proporciona las instrucciones para que las consultemos”.
En la actualidad existe un amplio consenso entre los científicos acerca de que el cambio climático representa una amenaza real para el florecimiento humano en este planeta. La Iglesia no puede permanecer indiferente. Porque creemos en el Creador, la Iglesia “tiene una responsabilidad con la Creación, y tiene que cumplir con esta responsabilidad en público.”
Teniendo en cuenta que, hoy en día, un mayor número de personas es más consciente de la necesidad de proteger el medio ambiente natural, estas palabras sobre una ecología natural son generalmente bienvenidas. Sin embargo, es mucho más difícil que las personas, en la actualidad, conecten entre sí los diversos puntos y se den cuenta de que hay un vínculo entre una ecología natural y la ecología humana.
Como seres humanos, no nos “creamos” a nosotros mismos, sino que fuimos creados, como dice el Libro del Génesis. La naturaleza del ser humano es ser hombre o mujer “a imagen y semejanza de Dios”. Este mandato de la Creación también debe ser respetado y protegido para que los seres humanos florezcan. Aceptar nuestra condición de criaturas no contradice nuestra libertad, sino que es una condición previa para su verdadero ejercicio.
Una ecología integral exige que los bosques tropicales sean protegidos, debido a lo que representan potencialmente y hacen en realidad por el florecimiento de la especie humana en esta tierra. Del mismo modo, el matrimonio, entendido durante milenios como la unión entre un hombre y una mujer, debe ser respetado y protegido.
El matrimonio siempre ha tenido como fin primordial, sobre todo, la crianza de los hijos (crianza cuya mejor calidad parece depender de que sea llevada a cabo por un padre y una madre casados entre sí). Por lo tanto, y sin duda, es legítimo favorecer este tipo de matrimonio tradicional �en la ley y la costumbre� como una forma de invertir en el futuro de la sociedad y de proveer lo necesario para el florecimiento humano de las próximas generaciones.
Así como estamos a favor de leyes que limiten el riesgo de contaminantes que dañan nuestros ecosistemas sensibles, ¿no deberíamos estar preocupados por la “basura tóxica” de la pornografía y sus efectos en la ecología humana de los jóvenes?
Hoy en día, algunos sostienen una autonomía radical según la cual la verdad no está determinada por la naturaleza de las cosas, sino por la voluntad individual de la persona. Tal pensamiento ha provocado la degradación de nuestro entorno físico; y ahora amenaza a nuestro ambiente social.
En vista del creciente relativismo y el individualismo en la cultura aceptada, con demasiada frecuencia nos hemos olvidado de que el matrimonio (y la familia fundada sobre el matrimonio) refleja la verdad de nuestra naturaleza humana como seres sociales. Nuestra naturaleza humana �como la propia madre naturaleza� es un “don del Creador que ha diseñado su orden intrínseco, y de esta manera proporciona las instrucciones para que las consultemos ...”
Como dijo el Papa Francisco en Manila en enero pasado, citando un dicho popular: “Dios perdona siempre; nosotros perdonamos a veces; pero cuando la naturaleza �la Creación� es maltratada, ella nunca perdona”.
Minimizar nuestra “huella de carbono”, aplicar técnicas de agricultura sostenible, proteger la capa de ozono, trabajar para reducir el desperdicio y la contaminación, son parte del “cuidado de la Creación”, y al ocuparnos de estas cosas, ejercemos nuestra mayordomía sobre la tierra; pero, al mismo tiempo, defender el matrimonio, promover la familia, proteger a los jóvenes, también son parte del necesario “cuidado de la Creación” para garantizar el florecimiento humano en el planeta Tierra.
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