By Jim Davis - Florida Catholic
MIAMI | En un barrio lleno de tiendas vacías, despintado y con ventanas provistas de barrotes, se encuentra un tesoro de belleza y conocimiento.
Durante cerca de una década, el P. José Luis Menéndez ha estado reuniendo en la Iglesia de Corpus Christi obras de arte del poco apreciada período colonial de América Latina, además de documentos sobre la historia hispánica de La Florida, todo ello dentro de una iglesia que es la réplica de un antiguo templo católico peruano.
Cuando esté terminada, la Iglesia-Museo Perú de Nuestra Señora de la Merced acogerá una de las mayores colecciones de arte e historia de su clase: 105 pinturas y esculturas, además de 410,000 documentos históricos: un gran despliegue de los vínculos familiares que existen entre La Florida y la América Latina.
“Queremos devolverle a Estados Unidos algo a cambio de lo que nos ha dado”, dijo el P. Menéndez durante la preparación de un concierto en la iglesia-museo arquidiocesana. “Se nos acepta y se nos da la oportunidad de construir una nueva vida. Nosotros ofrecemos el don de nuestra cultura”.
El concierto, que tuvo lugar el 15 de junio, ofreció al público una oportunidad única de ver el museo antes de que esté terminado. Frank Cooper, profesor de música jubilado de la Universidad de Miami, interpretó piezas originales en un clavicordio barroco reproducido al estilo de la época.
Y La Merced, con capacidad para acoger a un máximo de 200 personas, fue el sitio perfecto para el refinado sonido del clavicordio, señaló el P. Menéndez.
“Es un lugar para que la gente vea la belleza del arte barroco, mientras escucha la música de la época”, dijo el P. Menéndez. “Uno está rodeado de arte. Puede escuchar y ver el entorno en el que se creó”.El edificio de La Merced, de cuatro pisos, es en sí mismo impresionante.
Cruzando una amplia plaza, se acerca uno a la ornamentada fachada, que fue construida con coral de la República Dominicana. Al mirar hacia arriba, ve las torres gemelas que algún día servirán de campanarios.
Se entra a través de altas puertas de cedro y se camina sobre piedras de travertino traídas de Brasil. Al mirar hacia los lados, uno descubre las columnas de cedro tallado de Bolivia. Si mira hacia arriba, podrá admirar las ventanas del triforio, hechas de alabastro traslúcido de Turquía.
“Nada es aquí artificial”, dice el P. Menéndez con evidente orgullo.
El edificio ofrece un ambiente elegante para las pinturas al óleo y las esculturas de los siglos XVII y XVIII, que representan una vasta zona que abarca a México, Bolivia, Perú y Ecuador. Entre las obras de arte se cuentan:
- “La Ascensión de María”, en el estilo Cuzco peruano, en que se combinan los estilos españoles e indios para crear rostros con una mirada “fresca e ingenua”, dice el P. Menéndez.
- Estatuas de santos en madera policromada flanquean la zona del presbiterio: Pedro, con las llaves del Reino de los Cielos; Pablo, con la espada que lo decapitó.
- Una estatua del Arcángel Miguel, de tamaño casi natural, con espada, escudo y yelmo.
- “La defensa de la Eucaristía”, que muestra a los reyes europeos unidos contra los enemigos de la Iglesia, incluyendo a moros y protestantes.
- La delicada pintura “José con el Niño Jesús”, la obra favorita del P. Menéndez en la colección. ¿Por qué? Hace una pausa y dice: “No lo sé. Puedo tocar a Dios, muchas veces, como amor y belleza”.
Esta respuesta, de hecho, se acerca a la raíz de su gestión para fundar el museo de arte: como un conducto no verbal de verdades espirituales.
“Para las personas que no sabían leer, las imágenes eran el catecismo de su época”, dice. “Sin embargo, las imágenes mostraban no sólo hechos, sino sentimientos, trasmitiendo, por ejemplo, lo que María sintió en la Anunciación. Después, la gente podía identificarse con ellas.
“El arte es espiritual. Puede tocar tu corazón, no sólo cambiar tu opinión”. La mitad de la colección de arte ha sido, en realidad, prestada por un coleccionista anónimo. Para comprarla, el museo necesitará $500,000. El museo recibirá el nombre de la persona que done esa suma.
“Algún buen cristiano que ame el arte y la historia”, dice el P. Menéndez.
El museo fue originalmente concebido para los peruanoamericanos, que son una de las comunidades asentadas alrededor de Corpus Christi, dijo el sacerdote. Pero cuanto más tiempo trabajó en el proyecto, más amplió el ámbito de aplicación a otras naciones.
El sacerdote quiere “cambiar la mentalidad” de algunos de los suramericanos que viven aquí. “Algunas personas sólo quieren venir a los Estados Unidos, hacer dinero y regresar. Otras quieren venir, crear un hogar y ofrecer lo mejor de ese hogar”.
“La libertad va de la mano con la cultura”, dice.
La colección histórica es menos llamativa, pero no menos impresionante. Contiene más de 400,000 documentos digitalizados y 10,000 originales, entre ellos:
- Una carta escrita en 1492 por el rey Fernando y la reina Isabel, los monarcas españoles que encomendaron a Cristóbal Colón sus viajes de descubrimiento.
- Una carta del rey español Felipe II al gobernador de La Florida. Escrita en 1593, es una de las cartas más antiguas conocidas acerca de La Florida.
- La primera Constitución de Cuba, firmada en 1901, con una bandera nacional de seda en las dos primeras páginas.
- Sables y uniformes de las luchas de Cuba por la independencia durante el siglo XIX.
- Una copia del Tratado de Amistad de 1796 entre los Estados Unidos y España, suscrito por el rey Carlos IV y el presidente George Washington.
- Una carta escrita en 1818 por José de Coppinger, uno de los últimos funcionarios españoles que gobernara La Florida.
Aunque amplió la colección a varios países, el P. Menéndez mantuvo el foco sobre Cuba en cuanto a los documentos históricos. Y explica que, desde el siglo XVI al siglo XIX, España incluyó a San Agustín y La Habana en la misma región general.
“La historia de Cuba es la historia de La Florida”, dice el P. Menéndez.
España tuvo el control de La Florida hasta la década de 1760, cuando cedió el territorio a Inglaterra.
Pero España recuperó La Florida una década después, sólo para cederla a los Estados Unidos en 1821.
Justo antes de la decisiva batalla de Yorktown, el ejército de George Washington estaba paralizado por falta de suministros. Washington apeló a Francia, que comisionó a uno de sus almirantes para que ayudara a los americanos.
El almirante recibió donaciones de personas acaudaladas de la provincia cubana de Matanzas, lo cual aportó alimentos, ropas y municiones a los revolucionarios. La colección histórica tiene un documento del almirante, en que éste hace un completo recuento de lo sucedido en seis páginas.
“Después de leerlo, me sentí complacido, como cubanoamericano, de que nuestro pueblo hubiera contribuido a la independencia de los Estados Unidos”, dice Ray Zamora, director del proyecto sobre La Florida Colonial.
Zamora es uno de los influyentes colaboradores que se han reunido alrededor de la obra del P. Menéndez. Entre ellos están el historiador bautista Marco Antonio Ramos, que es miembro de la junta directiva y asesor de historia, y Carol Damian, directora del Museo de Arte Frost y curadora recién nombrada de la colección de arte colonial.
Zamora, de 68 años, comenzó con tiendas de arte en el área de Washington, D.C., y después se convirtió en corredor privado de arte para clientes de diversas partes del mundo. Su enfoque cambió en 1975, cuando un coleccionista peruano le vendió 12 pinturas de la época colonial.
“En aquella época, uno las podía regalar: no se las consideraba como obras de arte”, recuerda Zamora. “Pero las miré y me dije: ‘Dios mío, son magníficas’”. Zamora empezó a venderlas, y poco a poco se fueron abriendo paso.
Después de mudarse al área de Miami en 1985, un amigo se puso en contacto con él para pedirle que ayudara a la iglesia de La Merced. Inicialmente escéptico acerca de la idea de una “iglesia-museo”, Zamora aceptó por fin la invitación del P. Menéndez a visitar su iglesia, y allí encontró dos de las pinturas que habían sido suyas.
Zamora comenzó dando el 5 por ciento de su tiempo a la obra; después, el 25; luego “el 120 por ciento”, dice bromeando. Hasta trasladó su oficina al edificio.
“Me encanta; estoy retribuyendo a la comunidad”, dice Zamora. “Es un proyecto para mis hijos, para mis nietos, para todo el mundo. Me siento feliz de haber contribuido, de alguna manera, a que esto se realice”.
Fue en España, hace unos 35 años, donde el P. Menéndez encontró su amor por el arte y la música. También fue allí donde obtuvo sus primeros documentos históricos.
Fue ordenado en Madrid, donde había un sacerdote que tenía 150 documentos, y se los dio. Cuando el P. Menéndez vino a la Arquidiócesis de Miami en la década de 1980, comenzó a coleccionarlos por sí mismo.
En la actualidad, se siente llamado a preservar y promover los registros históricos. El papel, después de todo, no dura siempre.
“La pérdida de documentos es una pérdida de memoria”, dice el P. Menéndez. “Tenemos que saber tanto cuanto sea posible ahora. La historia nos pertenece a todos”.
El P. Menéndez aún necesita $1 millón para adquirir las obras de arte restantes y terminar la capilla del edificio. También está en busca de una donación de $2 millones para crear una cátedra universitaria para el estudio y la publicación de los archivos históricos.
La segunda fase sería un museo de tres pisos. Primer piso: la independencia de Cuba; segundo piso: la historia de La Florida (1508-1821); tercer piso: más pinturas y esculturas coloniales, además de exposiciones rotativas.
La tercera fase del proyecto haría realidad un sueño aún mayor. Incluiría una escuela de idiomas, un centro de convenciones y un estacionamiento.
El costo total sería de $60 millones.
El P. Menéndez es plenamente consciente de que Corpus Christi es una parroquia situada en un barrio pobre, y que carece de los recursos que tienen otras iglesias más prósperas. Entonces, ¿por qué ubicar allí un proyecto semejante? Su respuesta es sorprendente: por la educación.
“Cuando uno se encuentra en un vecindario pobre, uno tiene que ayudar a la gente a dejar atrás su pobreza. La gente sigue siendo pobre porque la imagen que tienen de sí mismos es pobre. El arte rompe las limitaciones de lugar y de vida”.
Con 66 años de edad, el sacerdote sabe que tal vez no verá la plena realización de su proyecto artístico e histórico. Pero se siente tranquilo.
“Ese problema es del Señor, no mío”, dice el P. Menéndez con una sonrisa. “Uno tiene que tener fe en sí mismo en todo momento”.
“Puede que yo no lo vea, pero sí creo que el Señor lo terminará”.
Comments from readers
we can experience this. It is where faith, culture, art merge, a space which the society in which we live, is so much lacking in...And yes, it is so appropiate to have a place like this precisely where it is, to help awaken in all, what it is a God given...