By Archbishop Thomas Wenski - The Archdiocese of Miami
�Vayan, pues, y hagan disc�pulos a todas las naciones�
Este vers�culo evang�lico ha sido llamado la �Gran Comisi�n� �y con estas palabras, Jes�s nos ha dado lo que debe ser nuestro plan estrat�gico. Estamos llamados a ser �disc�pulos fieles y misioneros de la esperanza�. La Iglesia no existe por ninguna otra raz�n que para evangelizar. Por lo tanto, es posible que ustedes se pregunten: si �hacer disc�pulos a todas las naciones� es nuestro plan estrat�gico, entonces �para qu� necesitamos un S�nodo?
El prop�sito de este s�nodo, aqu� en Miami, fue simplemente el de examinar lo que debemos hacer como comunidad de fe para poner en acci�n, como dijo el Beato Juan Pablo II en la enc�clica Novo Millennio Ineunte, el �plan recogido por el Evangelio y la Tradici�n viva, de que Cristo sea conocido, amado e imitado, para que en �l podemos vivir la vida de la Trinidad y transformar con �l la historia hasta su plena realizaci�n en la Jerusal�n celestial�.
El fruto que esperamos de este S�nodo �mediante la implementaci�n de sus muchas recomendaciones� es ayudarnos a todos nosotros, sacerdotes, di�conos, religiosos, religiosas y fieles de Cristo, a convertirnos en disc�pulos m�s fieles y, de este modo, en misioneros de la esperanza: una esperanza que, por estar centrada en Cristo, no decepcionar� a nadie.
La crisis de nuestro tiempo puede ser descrita como una crisis de la esperanza. Muchas personas �en nuestras comunidades, en nuestro pa�s, en nuestro mundo�est�n llenas de enojo; muchas personas tienen miedo, muchas otras est�n desesperadas. Los problemas sociales de nuestra �poca revelan esta desesperaci�n: �acaso no podemos decir que el consumo de drogas, la promiscuidad, el divorcio y la ruptura de la familia, el aborto, son s�ntomas de esa p�rdida de la esperanza? Una persona que se envenena a s� misma mediante el consumo de drogas, es una persona que no tiene ninguna esperanza para s�. Una madre que va a matar el fruto de su vientre, ha perdido la esperanza en el futuro �pues los ni�os son la esperanza del futuro. La exclusi�n de Dios promovida por las ideolog�as del siglo pasado (lo mismo desde el colectivismo comunista que desde el consumismo individualista), ofrecen a la humanidad s�lo falsas esperanzas. Esta crisis ha provocado el cierre del coraz�n y de la mente humana al Infinito; ha dado lugar a una p�rdida del sentido de la trascendencia �es decir, del hecho de que estamos llamados a algo m�s que esta vida, de que fuimos hechos para algo m�s que a morir un d�a. Incluso el abuso y la manipulaci�n de la religi�n, como lo vemos entre los terroristas, revela la desesperaci�n de un mundo que ha olvidado su relaci�n correcta con su Creador.
Para que no nos dejemos intimidar por los desaf�os que enfrentamos, Cristo nos asegura que �l permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos. Por lo tanto, al igual que Pedro en el Mar de Galilea, �remamos mar adentro� con confianza, porque es el Se�or quien nos dice que lo hagamos. Como el Papa Francisco escribe en la enc�clica Lumen Fidei: �Con fe en �l, en su palabra, se encuentra el camino no s�lo a la felicidad eterna, sino tambi�n para construir ya un futuro digno del hombre en esta tierra�. (Lumen Fidei)
Entonces, pues, �c�mo lo hacemos? �C�mo cumplir con esta �Gran Comisi�n� que hemos recibido en virtud del bautismo? Parafraseando a San Pablo: Para que las personas invoquen a Dios, deben creer en �l. Para que crean en �l, necesitan saber de �l. Para que las personas sepan de �l, alguien tiene que hablarles de �l. Para que alguien pueda hablarles de �l, tiene que haber sido enviado a hacerlo.
El tema de nuestro S�nodo y de nuestro plan pastoral es �Disc�pulos en la fe, misioneros de la esperanza�. Con la ayuda de Dios y la continua colaboraci�n activa de nuestros sacerdotes, di�conos, y de todos los fieles de Cristo, la puesta en pr�ctica de las prioridades y objetivos del S�nodo promete ser el inicio de una apasionante tarea de revitalizaci�n pastoral, para que, por medio de nuestros esfuerzos y con la gracia de Dios, el mundo pueda creer.
No podemos ser misioneros sin crecer en nuestro discipulado, y no podemos seguir creciendo en nuestro discipulado sin aceptar el llamado a ser misioneros. Estamos llamados no a anunciar una idea o una ideolog�a, sino a ser testigos de una persona, Jesucristo, que sufri�, muri�, fue sepultado y ha resucitado de entre los muertos.
Si vamos a llevar a otros a la fe, tambi�n debemos crecer en esa fe nosotros mismos. S�lo seremos testigos si a la vez somos disc�pulos comprometidos y misioneros consecuentes. Entonces, la evangelizaci�n, la predicaci�n del Evangelio, significa simplemente compartir lo que hemos vivido en la plena intimidad de nuestra comuni�n con Cristo.
Lo que nos corresponde a cada uno de nosotros, entonces, es la necesidad de crecer en nuestra vida personal, en la relaci�n viva con Cristo, y garantizar que nuestras parroquias, escuelas y otros ministerios sirvan como �escuelas� de oraci�n y comuni�n que fomenten el crecimiento; la necesidad de llevar a nuestro hermanos y hermanas a una nueva experiencia de la santidad y de la vida abundante en Cristo ; la necesidad de compartir el amor de Dios, aportando desinteresadamente nuestro tiempo, talento y tesoro, para ofrecer un futuro de esperanza a todos, especialmente a los m�s necesitados.
Nuestros planes para los pr�ximos a�os le proporcionar�n a cada uno de nosotros la oportunidad de hacer eso y mucho m�s. Vamos a desarrollar y a compartir programas de formaci�n en la fe para los disc�pulos de todas las edades, para que podamos ser testigos m�s cre�bles y seguros de nuestra fe. Vamos a fortalecer nuestra trasmisi�n del mensaje del Evangelio por medio de una mejor coordinaci�n de las actividades de servicios y de divulgaci�n. Y como adultos cat�licos que somos, sabemos que el servicio misionero m�s importante es con los adultos del ma�ana, los cat�licos de hoy m�s necesitados de nuestro testimonio aut�ntico: la juventud.
En medio de todas las actividades y programas que iniciamos, nunca debemos perder de vista el hecho de que, en �ltima instancia, estamos tratando de compartir el amor de Dios, lo cual requiere del amor de todos ustedes. S�, esto requiere del tiempo de ustedes, requiere del talento de ustedes, y, por supuesto, puede requerir del tesoro de ustedes, sobre todo cuando su Arzobispo lo pide. Pero siempre requiere del amor de todos ustedes.
Como el Papa Francisco ha se�alado, la puerta al alma de una persona es su coraz�n. Por lo tanto, la �nica expresi�n de la Iglesia capaz de convencer a un mundo esc�ptico que duda, es nuestro amor, un amor que convence al mundo s�lo en la medida en que refleja y encarna el auto-sacrificio, el amor incondicional de Jesucristo.
Como dijo Teresa de �vila: �Cristo no tiene otro cuerpo que el vuestro�. Hoy en d�a, es a trav�s de nuestros ojos como Cristo mira con compasi�n a este mundo; es con nuestros pies como camina para hacer el bien; es con nuestras manos como bendice al mundo entero.
A medida que avanzamos para poner en pr�ctica este plan pastoral (plan con el que asumimos en este momento y en este lugar el desaf�o de la Gran Comisi�n, de �ir y hacer disc�pulos a todas las naciones�), debemos recordar que, en definitiva, �ste no es mi plan: yo ser�a un tonto si pensara esto, o si pensara que puedo llevarlo a cabo por m� mismo. �ste es nuestro plan, y es el resultado de muchas consultas y de mucha colaboraci�n, y s�lo se realizar� si seguimos caminando juntos, y trabajando juntos. Pero �lo que es m�s importante a�n�, hay que recordar que, as� como nosotros somos la Iglesia pero la Iglesia no es nuestra sino tambi�n del Se�or, este plan es m�s que nuestro: es su plan, y como �l nos asegura en la lectura del Evangelio de hoy, Cristo est� siempre con nosotros �hasta el fin de los tiempos�.
Y as�, mientras avanzamos, tenemos en la mente las palabras que el Papa Em�rito, Benedicto XVI, escribi� en Deus Caritas Est: �Con toda humildad vamos a hacer lo que podamos, y, con humildad, confiaremos el resto al Se�or. Dios es quien gobierna el mundo, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio s�lo en la medida en que podemos, y durante el tiempo que �l nos d� fuerzas. Hacer todo lo posible con las capacidades que tenemos, sin embargo, es la tarea que mantiene al siervo bueno de Jesucristo siempre en su trabajo: �El amor de Cristo nos apremia��. ( 2 Cor. 5, 14). # 35 Deus Caritas Est.
Este vers�culo evang�lico ha sido llamado la �Gran Comisi�n� �y con estas palabras, Jes�s nos ha dado lo que debe ser nuestro plan estrat�gico. Estamos llamados a ser �disc�pulos fieles y misioneros de la esperanza�. La Iglesia no existe por ninguna otra raz�n que para evangelizar. Por lo tanto, es posible que ustedes se pregunten: si �hacer disc�pulos a todas las naciones� es nuestro plan estrat�gico, entonces �para qu� necesitamos un S�nodo?
El prop�sito de este s�nodo, aqu� en Miami, fue simplemente el de examinar lo que debemos hacer como comunidad de fe para poner en acci�n, como dijo el Beato Juan Pablo II en la enc�clica Novo Millennio Ineunte, el �plan recogido por el Evangelio y la Tradici�n viva, de que Cristo sea conocido, amado e imitado, para que en �l podemos vivir la vida de la Trinidad y transformar con �l la historia hasta su plena realizaci�n en la Jerusal�n celestial�.
El fruto que esperamos de este S�nodo �mediante la implementaci�n de sus muchas recomendaciones� es ayudarnos a todos nosotros, sacerdotes, di�conos, religiosos, religiosas y fieles de Cristo, a convertirnos en disc�pulos m�s fieles y, de este modo, en misioneros de la esperanza: una esperanza que, por estar centrada en Cristo, no decepcionar� a nadie.
La crisis de nuestro tiempo puede ser descrita como una crisis de la esperanza. Muchas personas �en nuestras comunidades, en nuestro pa�s, en nuestro mundo�est�n llenas de enojo; muchas personas tienen miedo, muchas otras est�n desesperadas. Los problemas sociales de nuestra �poca revelan esta desesperaci�n: �acaso no podemos decir que el consumo de drogas, la promiscuidad, el divorcio y la ruptura de la familia, el aborto, son s�ntomas de esa p�rdida de la esperanza? Una persona que se envenena a s� misma mediante el consumo de drogas, es una persona que no tiene ninguna esperanza para s�. Una madre que va a matar el fruto de su vientre, ha perdido la esperanza en el futuro �pues los ni�os son la esperanza del futuro. La exclusi�n de Dios promovida por las ideolog�as del siglo pasado (lo mismo desde el colectivismo comunista que desde el consumismo individualista), ofrecen a la humanidad s�lo falsas esperanzas. Esta crisis ha provocado el cierre del coraz�n y de la mente humana al Infinito; ha dado lugar a una p�rdida del sentido de la trascendencia �es decir, del hecho de que estamos llamados a algo m�s que esta vida, de que fuimos hechos para algo m�s que a morir un d�a. Incluso el abuso y la manipulaci�n de la religi�n, como lo vemos entre los terroristas, revela la desesperaci�n de un mundo que ha olvidado su relaci�n correcta con su Creador.
Para que no nos dejemos intimidar por los desaf�os que enfrentamos, Cristo nos asegura que �l permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos. Por lo tanto, al igual que Pedro en el Mar de Galilea, �remamos mar adentro� con confianza, porque es el Se�or quien nos dice que lo hagamos. Como el Papa Francisco escribe en la enc�clica Lumen Fidei: �Con fe en �l, en su palabra, se encuentra el camino no s�lo a la felicidad eterna, sino tambi�n para construir ya un futuro digno del hombre en esta tierra�. (Lumen Fidei)
Entonces, pues, �c�mo lo hacemos? �C�mo cumplir con esta �Gran Comisi�n� que hemos recibido en virtud del bautismo? Parafraseando a San Pablo: Para que las personas invoquen a Dios, deben creer en �l. Para que crean en �l, necesitan saber de �l. Para que las personas sepan de �l, alguien tiene que hablarles de �l. Para que alguien pueda hablarles de �l, tiene que haber sido enviado a hacerlo.
El tema de nuestro S�nodo y de nuestro plan pastoral es �Disc�pulos en la fe, misioneros de la esperanza�. Con la ayuda de Dios y la continua colaboraci�n activa de nuestros sacerdotes, di�conos, y de todos los fieles de Cristo, la puesta en pr�ctica de las prioridades y objetivos del S�nodo promete ser el inicio de una apasionante tarea de revitalizaci�n pastoral, para que, por medio de nuestros esfuerzos y con la gracia de Dios, el mundo pueda creer.
No podemos ser misioneros sin crecer en nuestro discipulado, y no podemos seguir creciendo en nuestro discipulado sin aceptar el llamado a ser misioneros. Estamos llamados no a anunciar una idea o una ideolog�a, sino a ser testigos de una persona, Jesucristo, que sufri�, muri�, fue sepultado y ha resucitado de entre los muertos.
Si vamos a llevar a otros a la fe, tambi�n debemos crecer en esa fe nosotros mismos. S�lo seremos testigos si a la vez somos disc�pulos comprometidos y misioneros consecuentes. Entonces, la evangelizaci�n, la predicaci�n del Evangelio, significa simplemente compartir lo que hemos vivido en la plena intimidad de nuestra comuni�n con Cristo.
Lo que nos corresponde a cada uno de nosotros, entonces, es la necesidad de crecer en nuestra vida personal, en la relaci�n viva con Cristo, y garantizar que nuestras parroquias, escuelas y otros ministerios sirvan como �escuelas� de oraci�n y comuni�n que fomenten el crecimiento; la necesidad de llevar a nuestro hermanos y hermanas a una nueva experiencia de la santidad y de la vida abundante en Cristo ; la necesidad de compartir el amor de Dios, aportando desinteresadamente nuestro tiempo, talento y tesoro, para ofrecer un futuro de esperanza a todos, especialmente a los m�s necesitados.
Nuestros planes para los pr�ximos a�os le proporcionar�n a cada uno de nosotros la oportunidad de hacer eso y mucho m�s. Vamos a desarrollar y a compartir programas de formaci�n en la fe para los disc�pulos de todas las edades, para que podamos ser testigos m�s cre�bles y seguros de nuestra fe. Vamos a fortalecer nuestra trasmisi�n del mensaje del Evangelio por medio de una mejor coordinaci�n de las actividades de servicios y de divulgaci�n. Y como adultos cat�licos que somos, sabemos que el servicio misionero m�s importante es con los adultos del ma�ana, los cat�licos de hoy m�s necesitados de nuestro testimonio aut�ntico: la juventud.
En medio de todas las actividades y programas que iniciamos, nunca debemos perder de vista el hecho de que, en �ltima instancia, estamos tratando de compartir el amor de Dios, lo cual requiere del amor de todos ustedes. S�, esto requiere del tiempo de ustedes, requiere del talento de ustedes, y, por supuesto, puede requerir del tesoro de ustedes, sobre todo cuando su Arzobispo lo pide. Pero siempre requiere del amor de todos ustedes.
Como el Papa Francisco ha se�alado, la puerta al alma de una persona es su coraz�n. Por lo tanto, la �nica expresi�n de la Iglesia capaz de convencer a un mundo esc�ptico que duda, es nuestro amor, un amor que convence al mundo s�lo en la medida en que refleja y encarna el auto-sacrificio, el amor incondicional de Jesucristo.
Como dijo Teresa de �vila: �Cristo no tiene otro cuerpo que el vuestro�. Hoy en d�a, es a trav�s de nuestros ojos como Cristo mira con compasi�n a este mundo; es con nuestros pies como camina para hacer el bien; es con nuestras manos como bendice al mundo entero.
A medida que avanzamos para poner en pr�ctica este plan pastoral (plan con el que asumimos en este momento y en este lugar el desaf�o de la Gran Comisi�n, de �ir y hacer disc�pulos a todas las naciones�), debemos recordar que, en definitiva, �ste no es mi plan: yo ser�a un tonto si pensara esto, o si pensara que puedo llevarlo a cabo por m� mismo. �ste es nuestro plan, y es el resultado de muchas consultas y de mucha colaboraci�n, y s�lo se realizar� si seguimos caminando juntos, y trabajando juntos. Pero �lo que es m�s importante a�n�, hay que recordar que, as� como nosotros somos la Iglesia pero la Iglesia no es nuestra sino tambi�n del Se�or, este plan es m�s que nuestro: es su plan, y como �l nos asegura en la lectura del Evangelio de hoy, Cristo est� siempre con nosotros �hasta el fin de los tiempos�.
Y as�, mientras avanzamos, tenemos en la mente las palabras que el Papa Em�rito, Benedicto XVI, escribi� en Deus Caritas Est: �Con toda humildad vamos a hacer lo que podamos, y, con humildad, confiaremos el resto al Se�or. Dios es quien gobierna el mundo, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio s�lo en la medida en que podemos, y durante el tiempo que �l nos d� fuerzas. Hacer todo lo posible con las capacidades que tenemos, sin embargo, es la tarea que mantiene al siervo bueno de Jesucristo siempre en su trabajo: �El amor de Cristo nos apremia��. ( 2 Cor. 5, 14). # 35 Deus Caritas Est.
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