By Ana Rodriguez Soto - The Archdiocese of Miami
Banquero judío descubre a las monjas de clausura
Robert Koffler dirige ahora el equipo de voluntarios que están ayudando a las carmelitas con su nuevo monasterio
HIALEAH - Robert Koffler conoció a las monjas carmelitas por mediación de un amigo. Las monjas estaban celebrando una Misa en honor de su amigo, y Koffler fue invitado a asistir.
“Realmente sentí algo muy único, una paz y espiritualidad que nunca había sentido en mi vida. Me sentí muy curioso”, dijo Koffler, banquero de profesión y oriundo de Perú.
Eso fue hace unos dos años. “A partir de ese momento”, según la M. Teresa Lucía del Inmaculado Corazón, “Santa Teresita del Nino Jesús le ha hecho una persecución loca a ese señor”.
Se refiere a los pétalos de rosa que Koffler admite seguir encontrando en los lugares más inesperados, comenzando con el que descubrió sobre su silla cuando él y su amigo fueron a cenar, después de la primera Misa, y continuando con el que encontró mientras iba en un viaje de negocios a Kenya.
“Aparecen así porque sí, y es Santa Teresita, que debe estar mandando algún mensaje”, dijo Koffler, el único integrante de la red de profesionales que ayudan a las monjas que no es católico. Es judío.
“Conozco a la Iglesia, pero no sabía que estas madres existían y no conocía la labor de ellas”, dijo. Poco a poco llegó a conocerlas, y “nos empezamos a dar cuenta que ellas tenían esta idea, este proyecto en mente”. Durante los últimos dos años, Koffler y su grupo han estado trabajando con vistas al 7 de septiembre, día en que se abrirá el terreno para la construcción del nuevo Monasterio Carmelita de la Santísima Trinidad.
“Lo más importante era armar el grupo, poner los planos y que se aprobaran”, dijo. “Ahora ya podemos empezar con el tema del fundraising [recaudación de fondos]”.
El grupo de Koffler también creó el sitio web de las monjas, que con el tiempo incluirá un enlace para que la gente pueda hacer donaciones al proyecto. “La idea es empezar a construir, y recaudar más dinero a la par”.
Robert Koffler dirige ahora el equipo de voluntarios que están ayudando a las carmelitas con su nuevo monasterio
HIALEAH - Robert Koffler conoció a las monjas carmelitas por mediación de un amigo. Las monjas estaban celebrando una Misa en honor de su amigo, y Koffler fue invitado a asistir.
“Realmente sentí algo muy único, una paz y espiritualidad que nunca había sentido en mi vida. Me sentí muy curioso”, dijo Koffler, banquero de profesión y oriundo de Perú.
Eso fue hace unos dos años. “A partir de ese momento”, según la M. Teresa Lucía del Inmaculado Corazón, “Santa Teresita del Nino Jesús le ha hecho una persecución loca a ese señor”.
Se refiere a los pétalos de rosa que Koffler admite seguir encontrando en los lugares más inesperados, comenzando con el que descubrió sobre su silla cuando él y su amigo fueron a cenar, después de la primera Misa, y continuando con el que encontró mientras iba en un viaje de negocios a Kenya.
“Aparecen así porque sí, y es Santa Teresita, que debe estar mandando algún mensaje”, dijo Koffler, el único integrante de la red de profesionales que ayudan a las monjas que no es católico. Es judío.
“Conozco a la Iglesia, pero no sabía que estas madres existían y no conocía la labor de ellas”, dijo. Poco a poco llegó a conocerlas, y “nos empezamos a dar cuenta que ellas tenían esta idea, este proyecto en mente”. Durante los últimos dos años, Koffler y su grupo han estado trabajando con vistas al 7 de septiembre, día en que se abrirá el terreno para la construcción del nuevo Monasterio Carmelita de la Santísima Trinidad.
“Lo más importante era armar el grupo, poner los planos y que se aprobaran”, dijo. “Ahora ya podemos empezar con el tema del fundraising [recaudación de fondos]”.
El grupo de Koffler también creó el sitio web de las monjas, que con el tiempo incluirá un enlace para que la gente pueda hacer donaciones al proyecto. “La idea es empezar a construir, y recaudar más dinero a la par”.
HIALEAH©Tienen un sitio web, pero no Internet.
Hacen amistades y atraen vocaciones, pero rara vez ponen un pie fuera de su monasterio.
Ganan suficiente dinero como para mantenerse a sí mismas, pero pagaron $350,000 por una parcela de cinco acres de tierra en Homestead.
En un mundo lleno de ruido y de tumulto, se pasan la vida en silencio y oración. Sin embargo, las 11 Carmelitas Descalzas que viven en el Monasterio de la Santísima Trinidad dicen que su silencio está lleno de gracia, y que sus oraciones se convierten en bendiciones para la Iglesia, para el mundo y para sí mismas.
Hacen amistades y atraen vocaciones, pero rara vez ponen un pie fuera de su monasterio.
Ganan suficiente dinero como para mantenerse a sí mismas, pero pagaron $350,000 por una parcela de cinco acres de tierra en Homestead.
En un mundo lleno de ruido y de tumulto, se pasan la vida en silencio y oración. Sin embargo, las 11 Carmelitas Descalzas que viven en el Monasterio de la Santísima Trinidad dicen que su silencio está lleno de gracia, y que sus oraciones se convierten en bendiciones para la Iglesia, para el mundo y para sí mismas.
La misión apostólica de las órdenes religiosas �las que viven y trabajan en el mundo� es hablar con la gente acerca de Dios, dice la Madre Teresa Lucía del Inmaculado Corazón. “Mi misión como Carmelita es hablarle de Dios a la gente”.
Ella nos habla desde detrás de una barandilla de balaustres de madera blancos, en la única área de su claustro de Hialeah donde se permite la presencia del público. Hay sencillas sillas plegables a ambos lados, y una mesa en el lado de los visitantes. Una estatua de San Juan de la Cruz se levanta en una esquina, y un cuadro de Santa Teresa de Ávila cuelga en la otra.
Los alimentos se les entregan a través de un pasaje que no permite asomarse a la cocina. Los visitantes pueden entrar en la capilla que está a un lado del pasillo, pero un entramado de barras de madera los separa, una vez más, de las monjas.
“La clausura no puede ser simbólica. Debe ser real”, explica la M. Teresa Lucía, citando el documento del Vaticano Sponsa Verbi (“Instrucción sobre la vida contemplativa y la clausura de las monjas”).
LA LLEGADA
Las Carmelitas Descalzas son la única comunidad contemplativa en el sur de la Florida, y se han encargado específicamente de orar por la Iglesia y los sacerdotes de la Arquidiócesis.
Las monjas llegaron al sur de la Florida el 13 de octubre de 2001 a petición del Arzobispo John C. Favalora, ahora Arzobispo Emérito de Miami, quien respondía así a una de las sugerencias formuladas durante el primer sínodo arquidiocesano que se haya celebrado en Miami, y que tuvo lugar desde 1985 hasta 1988, y a una solicitud de seguimiento, hecha en 1997 por el clero hispano.
Ocho monjas se ofrecieron como voluntarias para hacer el viaje desde su monasterio de Querétaro, México, un lugar con 200 años de antig�edad al que nunca le han faltado las vocaciones. Su regla es que no más de 21 monjas pueden vivir en un monasterio. Una vez que se supera ese número, debe establecerse un nuevo monasterio. Las monjas de Querétaro sumaban 21 cuando respondieron al llamado de la Arquidiócesis.
Entre ellas se encontraba la M. María del Carmen de Jesús Sacramentado, que entró en el claustro a punto de cumplir 17 años de edad, y que nunca ha mirado hacia atrás. Eso fue hace 66 años.
“Nunca me dieron ganas de irme con la madres de vida activa. Yo siempre pensé en el Carmelo”, dijo esta octogenaria siempre sonriente. “Me he sentido felicísima”.
“Nuestra vocación es un don y un misterio para nosotras”, dijo otra de las ocho monjas originales, la M. Alba Mery de Jesús, que entró en el claustro hace 28 años. “Es realmente un misterio de amor”.
LA VIDA COTIDIANA
Su vida está reglamentada, llena de oración y trabajo. Se levantan cada día alrededor de las 5:20 a.m., y se van a dormir alrededor de las 10:30 p.m. Rezan juntas una hora cada mañana, y una hora cada noche, seguida de otra hora de “recreo”, la única oportunidad en que pueden hablar libremente unas con otras.
“Hablamos y cosemos”, dijo la M. Blanca Flor de Jesús Sacramentado, que entró en el claustro hace 18 años, y que actualmente se encuentra cumpliendo un período como priora.
Una vez que la recreación ha terminado, las monjas se turnan para hacer el trabajo que, junto con un estipendio de la arquidiócesis, le permite a la comunidad sostenerse económicamente.
Ese trabajo consiste en hacer escapularios, reparar o decorar casullas para los sacerdotes, e incluso mitras para obispos, lavar y planchar purificadores [los paños con los que se enjuaga el cáliz], diseñar y crear palios [cobertores que se utilizan para proteger el vino consagrado dentro del cáliz], y cocinar una saludable mezcla de granola y dulces de nueces “del Carmelo”, que son toda una tradición carmelita.
También distribuyen hostias a las parroquias locales, aunque ellas no hacen el pan, sino que lo compran de los proveedores comerciales.
“El Señor nos hace creativas”, dijo la M. Blanca Flor. “Siempre tenemos mucho trabajo, gracias a Dios.”
Sus asignaciones de trabajo rotan todas las semanas, y hablan sólo cuando es necesario. También se turnan para realizar las tareas domésticas, tales como la preparación de las comidas, lavar la ropa, limpiar el claustro y embellecer la capilla. La Adoración del Santísimo Sacramento es permanente, y cada monja le dedica un turno de media hora al día.
Tienen una computadora, una impresora, un teléfono, un fax y una biblioteca, pero no Internet. Toman sus comidas juntas, pero en silencio, escuchando a menudo lecturas espirituales. Las noticias del mundo exterior se limitan a lo que necesitan saber para su propia seguridad, como las alertas meteorológicas durante la temporada de huracanes.
El claustro admite a visitantes, que son bienvenidos a concelebrar la Misa con las monjas los domingos a las 9 a.m., y los días festivos especiales, como Nuestra Señora del Monte. Carmelo, en julio; Santa Teresa del Niño Jesúsa, en octubre, y en Navidad y Año Nuevo.
Han recibido un permiso especial del arzobispo para salir a las parroquias los fines de semana a vender su granola y sus golosinas de nueces. La M. Teresa Lucía también tiene permiso para asistir a Barry University, donde se le ha dado una beca para aprender inglés.
Sin embargo, “no es necesario que nosotras salgamos”, dijo la M. Alba Mery. “Nuestro deseo es permanecer dentro de la comunidad.”
ORACIÓN
“La oración lo es todo para nosotras”, dijo la M. Maricela Reyes de Jesús María, que entró en el claustro hace 20 años. “Necesitamos aislarnos para poder tener esa comunicación con Dios. No es aislarse. Es buscar esos momentos de intimidad con Cristo”.
Las carmelitas ver su estilo de vida contemplativa como el corazón de la Iglesia, un corazón lleno de amor, un amor que fortalce al resto de la Iglesia para llevar a cabo su misión apostólica en el mundo. El Beato Papa Juan Pablo II comparó su papel con el de los pulmones, que llenan de oxígeno el cuerpo.
“ Si el amor no funciona, no bombea vida, no hay quien tenga fuerza para tanta lucha. Ésa es la riqueza de la vida contemplativa. Unida a Cristo y desde Él, se abarca a todo el mundo”, dijo la M. Teresa Lucía, que entró en el claustro hace 40 años. “Mi Internet es navegar en el corazón de Jesús”.
El mismo título que utilizan, “madre” en lugar de “hermana”, es un recordatorio de “nuestro compromiso de oración”, dijo la M. Blanca Flor.
Como lo expresó una gran carmelita, Santa Teresa de Lisieux: “Soy esposa de Cristo y madre de las almas”.
Este aislamiento puede parecer extraño en estos días, pero “somos gentes normales”, subrayó la M. Teresa Lucía. “Aquí la gente anormal no puede perseverar”.
A pesar de su aislamiento, la comunidad ha crecido con tres nuevas integrantes desde su llegada. Una mujer ha hecho su profesión perpetua, otra ha hecho votos temporales, y una tercera es postulante. Muchas otras han pasado por un período de discernimiento, pero decidieron que el Señor no las llamaba a la clausura.
“Aquí no se trata de llenar un numero”, dijo la M. Teresa Lucia. “Se trata de ver que la persona que llegue se sienta feliz, realizada como una mujer y como persona humana en una dimensión más plena”.
La M. Teresa Lucia citó a otra famosa carmelita, Santa Teresa de Ávila, que reformó la orden, entonces con 800 años de existencia, en el año 1500: “No personas amargadas. No personas frustradas. Que el que las vea, vea a Cristo”.
MONASTERIO
Como han crecido, el claustro del Carmelo en Hialeah se ha vuelto demasiado pequeño para la comunidad. No hay suficiente privacidad, ni suficiente espacio en la cocina, ni suficiente espacio para el trabajo.
“Éste es todo nuestro mundo. Entonces necesitamos un mundito más amplio”, dijo la M. Teresa Lucía. Además, “para guardar silencio tantas mujeres juntas, se necesita espacio”.
En realidad, comenzaron a buscar un claustro casi tan pronto como llegaron al sur de la Florida, pero tuvieron que descartar un sitio tras otro, porque ninguno se ajustaba a sus necesidades.
Entonces, un día del año 2008, mientras la M. Teresa Lucía era conducida alrededor de Homestead, vio un letrero de “se vende” en un terreno de cinco acres de extensión. La agente de bienes raíces se sorprendió, pues creía que las monjas querían un lugar más céntrico.
“Nosotras no queríamos ir a Homestead”, dijo la M. Teresa Lucía. “Pero el Señor quiere su casa en Homestead”.
Desde ese momento, dijo, “el Señor fue abriendo puertas”.
El propietario estaba dispuesto a vender, y bajó el precio a $350,000. Las donaciones comenzaron a llegar, desde $225,000 enviados por otro claustro carmelita en Estados Unidos, hasta una lata llena de monedas de un centavo, de cinco y de diez, enviada por una anciana.
Un médico local, el Dr. Armando García, comenzó a buscarles ayuda, y con el tiempo les creó una red de profesionales que estaban dispuestos a donarles tiempo y talento: un arquitecto, un ingeniero, un banquero, un experto en relaciones públicas, un contratista, un abogado.
Ahora, la zonificación ha sido aprobada y los planos han sido terminados, tal como fueron diseñados por las propias carmelitas. La apertura inaugural del terreno se ha fijado para el 7 de septiembre, y la construcción de la obra comenzará poco después, a pesar de que el costo del monasterio es de casi $5 millones.
“Con la fe se va a iniciar”, dijo la M. Alba Mery.
“Ahora no tenemos nada”, dijo la M. Teresa Lucía. “Pero las obras de Dios se realizan sobre toda posibilidad humana. Yo no tengo dinero, pero esposo tengo”.
Los alimentos se les entregan a través de un pasaje que no permite asomarse a la cocina. Los visitantes pueden entrar en la capilla que está a un lado del pasillo, pero un entramado de barras de madera los separa, una vez más, de las monjas.
“La clausura no puede ser simbólica. Debe ser real”, explica la M. Teresa Lucía, citando el documento del Vaticano Sponsa Verbi (“Instrucción sobre la vida contemplativa y la clausura de las monjas”).
LA LLEGADA
Las Carmelitas Descalzas son la única comunidad contemplativa en el sur de la Florida, y se han encargado específicamente de orar por la Iglesia y los sacerdotes de la Arquidiócesis.
Las monjas llegaron al sur de la Florida el 13 de octubre de 2001 a petición del Arzobispo John C. Favalora, ahora Arzobispo Emérito de Miami, quien respondía así a una de las sugerencias formuladas durante el primer sínodo arquidiocesano que se haya celebrado en Miami, y que tuvo lugar desde 1985 hasta 1988, y a una solicitud de seguimiento, hecha en 1997 por el clero hispano.
Ocho monjas se ofrecieron como voluntarias para hacer el viaje desde su monasterio de Querétaro, México, un lugar con 200 años de antig�edad al que nunca le han faltado las vocaciones. Su regla es que no más de 21 monjas pueden vivir en un monasterio. Una vez que se supera ese número, debe establecerse un nuevo monasterio. Las monjas de Querétaro sumaban 21 cuando respondieron al llamado de la Arquidiócesis.
Entre ellas se encontraba la M. María del Carmen de Jesús Sacramentado, que entró en el claustro a punto de cumplir 17 años de edad, y que nunca ha mirado hacia atrás. Eso fue hace 66 años.
“Nunca me dieron ganas de irme con la madres de vida activa. Yo siempre pensé en el Carmelo”, dijo esta octogenaria siempre sonriente. “Me he sentido felicísima”.
“Nuestra vocación es un don y un misterio para nosotras”, dijo otra de las ocho monjas originales, la M. Alba Mery de Jesús, que entró en el claustro hace 28 años. “Es realmente un misterio de amor”.
LA VIDA COTIDIANA
Su vida está reglamentada, llena de oración y trabajo. Se levantan cada día alrededor de las 5:20 a.m., y se van a dormir alrededor de las 10:30 p.m. Rezan juntas una hora cada mañana, y una hora cada noche, seguida de otra hora de “recreo”, la única oportunidad en que pueden hablar libremente unas con otras.
“Hablamos y cosemos”, dijo la M. Blanca Flor de Jesús Sacramentado, que entró en el claustro hace 18 años, y que actualmente se encuentra cumpliendo un período como priora.
Una vez que la recreación ha terminado, las monjas se turnan para hacer el trabajo que, junto con un estipendio de la arquidiócesis, le permite a la comunidad sostenerse económicamente.
Ese trabajo consiste en hacer escapularios, reparar o decorar casullas para los sacerdotes, e incluso mitras para obispos, lavar y planchar purificadores [los paños con los que se enjuaga el cáliz], diseñar y crear palios [cobertores que se utilizan para proteger el vino consagrado dentro del cáliz], y cocinar una saludable mezcla de granola y dulces de nueces “del Carmelo”, que son toda una tradición carmelita.
También distribuyen hostias a las parroquias locales, aunque ellas no hacen el pan, sino que lo compran de los proveedores comerciales.
“El Señor nos hace creativas”, dijo la M. Blanca Flor. “Siempre tenemos mucho trabajo, gracias a Dios.”
Sus asignaciones de trabajo rotan todas las semanas, y hablan sólo cuando es necesario. También se turnan para realizar las tareas domésticas, tales como la preparación de las comidas, lavar la ropa, limpiar el claustro y embellecer la capilla. La Adoración del Santísimo Sacramento es permanente, y cada monja le dedica un turno de media hora al día.
Tienen una computadora, una impresora, un teléfono, un fax y una biblioteca, pero no Internet. Toman sus comidas juntas, pero en silencio, escuchando a menudo lecturas espirituales. Las noticias del mundo exterior se limitan a lo que necesitan saber para su propia seguridad, como las alertas meteorológicas durante la temporada de huracanes.
El claustro admite a visitantes, que son bienvenidos a concelebrar la Misa con las monjas los domingos a las 9 a.m., y los días festivos especiales, como Nuestra Señora del Monte. Carmelo, en julio; Santa Teresa del Niño Jesúsa, en octubre, y en Navidad y Año Nuevo.
Han recibido un permiso especial del arzobispo para salir a las parroquias los fines de semana a vender su granola y sus golosinas de nueces. La M. Teresa Lucía también tiene permiso para asistir a Barry University, donde se le ha dado una beca para aprender inglés.
Sin embargo, “no es necesario que nosotras salgamos”, dijo la M. Alba Mery. “Nuestro deseo es permanecer dentro de la comunidad.”
ORACIÓN
“La oración lo es todo para nosotras”, dijo la M. Maricela Reyes de Jesús María, que entró en el claustro hace 20 años. “Necesitamos aislarnos para poder tener esa comunicación con Dios. No es aislarse. Es buscar esos momentos de intimidad con Cristo”.
Las carmelitas ver su estilo de vida contemplativa como el corazón de la Iglesia, un corazón lleno de amor, un amor que fortalce al resto de la Iglesia para llevar a cabo su misión apostólica en el mundo. El Beato Papa Juan Pablo II comparó su papel con el de los pulmones, que llenan de oxígeno el cuerpo.
“ Si el amor no funciona, no bombea vida, no hay quien tenga fuerza para tanta lucha. Ésa es la riqueza de la vida contemplativa. Unida a Cristo y desde Él, se abarca a todo el mundo”, dijo la M. Teresa Lucía, que entró en el claustro hace 40 años. “Mi Internet es navegar en el corazón de Jesús”.
El mismo título que utilizan, “madre” en lugar de “hermana”, es un recordatorio de “nuestro compromiso de oración”, dijo la M. Blanca Flor.
Como lo expresó una gran carmelita, Santa Teresa de Lisieux: “Soy esposa de Cristo y madre de las almas”.
Este aislamiento puede parecer extraño en estos días, pero “somos gentes normales”, subrayó la M. Teresa Lucía. “Aquí la gente anormal no puede perseverar”.
A pesar de su aislamiento, la comunidad ha crecido con tres nuevas integrantes desde su llegada. Una mujer ha hecho su profesión perpetua, otra ha hecho votos temporales, y una tercera es postulante. Muchas otras han pasado por un período de discernimiento, pero decidieron que el Señor no las llamaba a la clausura.
“Aquí no se trata de llenar un numero”, dijo la M. Teresa Lucia. “Se trata de ver que la persona que llegue se sienta feliz, realizada como una mujer y como persona humana en una dimensión más plena”.
La M. Teresa Lucia citó a otra famosa carmelita, Santa Teresa de Ávila, que reformó la orden, entonces con 800 años de existencia, en el año 1500: “No personas amargadas. No personas frustradas. Que el que las vea, vea a Cristo”.
MONASTERIO
Como han crecido, el claustro del Carmelo en Hialeah se ha vuelto demasiado pequeño para la comunidad. No hay suficiente privacidad, ni suficiente espacio en la cocina, ni suficiente espacio para el trabajo.
“Éste es todo nuestro mundo. Entonces necesitamos un mundito más amplio”, dijo la M. Teresa Lucía. Además, “para guardar silencio tantas mujeres juntas, se necesita espacio”.
En realidad, comenzaron a buscar un claustro casi tan pronto como llegaron al sur de la Florida, pero tuvieron que descartar un sitio tras otro, porque ninguno se ajustaba a sus necesidades.
Entonces, un día del año 2008, mientras la M. Teresa Lucía era conducida alrededor de Homestead, vio un letrero de “se vende” en un terreno de cinco acres de extensión. La agente de bienes raíces se sorprendió, pues creía que las monjas querían un lugar más céntrico.
“Nosotras no queríamos ir a Homestead”, dijo la M. Teresa Lucía. “Pero el Señor quiere su casa en Homestead”.
Desde ese momento, dijo, “el Señor fue abriendo puertas”.
El propietario estaba dispuesto a vender, y bajó el precio a $350,000. Las donaciones comenzaron a llegar, desde $225,000 enviados por otro claustro carmelita en Estados Unidos, hasta una lata llena de monedas de un centavo, de cinco y de diez, enviada por una anciana.
Un médico local, el Dr. Armando García, comenzó a buscarles ayuda, y con el tiempo les creó una red de profesionales que estaban dispuestos a donarles tiempo y talento: un arquitecto, un ingeniero, un banquero, un experto en relaciones públicas, un contratista, un abogado.
Ahora, la zonificación ha sido aprobada y los planos han sido terminados, tal como fueron diseñados por las propias carmelitas. La apertura inaugural del terreno se ha fijado para el 7 de septiembre, y la construcción de la obra comenzará poco después, a pesar de que el costo del monasterio es de casi $5 millones.
“Con la fe se va a iniciar”, dijo la M. Alba Mery.
“Ahora no tenemos nada”, dijo la M. Teresa Lucía. “Pero las obras de Dios se realizan sobre toda posibilidad humana. Yo no tengo dinero, pero esposo tengo”.
ACOMPÁ�ELAS
La ceremonia de inauguración del nuevo Monasterio Carmelita de la Santísima Trinidad se llevará a cabo el miércoles 7 de septiembre, a las 9:30 a.m., en el terreno de cinco acres situado en SW 209 Ave. y la calle 292, en Homestead, y será presidida por el Arzobispo Thomas Wenski. También estarán presentes las 11 monjas carmelitas de clausura que vivirán allí una vez que se termine la construcción.
Las donaciones pueden enviarse a: Discalced Carmelite Nuns, 4525 W. Second Ave., Hialeah, FL 33012.
Para más información, vaya a www.monasteriodelasantisimatrinidad.org.
Para más información, vaya a www.monasteriodelasantisimatrinidad.org.