By Archbishop Thomas Wenski - The Archdiocese of Miami
- Homilía del P. Juan Sosa en la celebración
- Pronto: Un album de fotos de la celebración
El Arzobispo Thomas Wenski dirigió estas palabras al final de la celebración anual de la fiesta de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, el 8 de septiembre 2019 en el Watsco Center de la Universidad de Miami.
Habana cumple este año 500 años desde su fundación. El Papa Francisco dio a los habaneros un bello regalo de cumpleaños al nombrar cardenal a su arzobispo, Juan de la Caridad García. Que la Virgen lo proteja a él, y a todos los obispos, sacerdotes, diáconos y fieles de toda la isla. Pues, como todos sabemos, no es nada fácil. Que estén todos bajo el manto amoroso de la Virgen de la Caridad.
También, este año cumple 40 años desde que el muy recordado y añorado Monseñor Agustín Román fue ordenado obispo. Agustín Román fue un hijo de Cuba – de esa patria que José Martí describió como “agonía y deber”. Y si es verdad que – según Luz y Caballeros – el Padre Félix Varela enseñó al pueblo cubano como pensar, Monseñor Román, el Félix Valera de nuestra época, desde la Ermita de la Caridad nos enseñó a rezar, y rezar sin tregua por la libertad de Cuba.
Cuantas veces hemos cantado las estrofas del himno nacional cubano como una manifestación de cubarnía y amor a la patria y también como la oración sentida de un pueblo oprimido: “A las armas valientes corred”. Y el combate de Monseñor Román por la libertad de Cuba fue ante todo un combate espiritual; no pueden caer las cadenas de las manos si no han caído primero las cadenas del corazón.
“¡A las armas, valientes, ¡corred!” Desde la Ermita, bajo el manto de la Virgen, Monseñor Román nos confió un arma muy poderosa, el rosario de la Virgen Maria.
“¡A Jesús por Maria, la caridad nos une!” A pesar de las amargas divisiones, los cubanos siguen siendo un solo pueblo. Y así, unidos en la caridad, hemos rezado por todos los cubanos dondequiera que se encuentren. Y que no dejemos de recordar los que están varados en México y otros lugares.
Dejémonos por un lado el miedo que nos paraliza, la soberbia que nos divide y el odio que nos destruye. Repitamos la misma jaculatoria que rezaban los mambises: ¡Virgen de la Caridad, cúbrenos con tu manto! Si, cúbrenos con tu manto para que Cuba sea patria de todos y para todos donde convivan la justicia y la libertad en un clima de serena fraternidad.
¡Virgen de la Caridad, cúbrenos con tu manto!
¡Virgen de la Caridad, ruega por nosotros!
¡Virgen de la Caridad, salva a Cuba!