By Archbishop Thomas Wenski - The Archdiocese of Miami
Homilía del Arzobispo Thomas Wenski en la Eucaristía celebrada el Día del Envío de los Movimientos Apostólicos de la Arquidiócesis de Miami, el 15 de marzo de 2025 en el Santuario Nacional de La Ermita de la Caridad.
Queridos hermanos y hermanas,
Nos llena de alegría en el Espíritu reunirnos, como cada año, para agradecer al Señor por la diversidad de carismas con los que ha enriquecido a nuestra Iglesia arquidiocesana de Miami.
Y reunirnos aquí en la casa de la Madre, la Virgen de la Caridad del Cobre nos hace recordar dos personas claves en la promoción de los movimientos apostólicos hispanos en esta Arquidiócesis: el muy recordado Monseñor Agustín Román y la “guerrera de Dios”, Ondina Menocal.
De manera especial, quisiera dar gracias por todos los Movimientos Apostólicos Hispanos comprometidos con la misión evangelizadora y que tan bien representados se encuentran aquí esta tarde. Ustedes son hermanos y hermanas en la fe y el compromiso cristiano que, sintiendo el llamado de Jesús, son enviados para proclamar su mensaje de salvación en esta porción del Pueblo de Dios. Un envío misionero que tiene su origen en el propio bautismo, y que les impulsa a trabajar con entusiasmo renovado por extender el Reino de Dios en medio de una sociedad llena de graves desafíos para la vivencia de nuestra fe.
Por eso, al participar de esta Eucaristía y Envío Arquidiocesano, queremos implorar la ayuda del Espíritu Santo sobre cada uno de ustedes, de manera que puedan contar con la fortaleza y sabiduría necesarias para asumir confiadamente la llamada de Dios, y estar siempre abiertos a su divina voluntad. En ese sentido, resulta providencial el mensaje que hoy nos presenta la liturgia de la Palabra en la primera lectura. Una clara invitación a acoger con fe y confianza el plan divino, y al igual que Abraham, saber poner a un lado los propios planes y proyectos para abrirnos a la novedad que Dios quiere comunicar a nuestras vidas.
Como escuchamos en el pasaje del Libro del Génesis, es Dios quien tiene la iniciativa en su relación con nosotros, y al sellar su alianza con Abraham, le promete una nueva tierra y una descendencia numerosa. Por supuesto que no sería fácil para Abraham creer sin dudar en las promesas de Dios y, sin embargo, supo confiar plenamente en su Palabra, y en medio de la oscuridad de la fe decidió entregarle toda su vida. Por eso lo reconocemos como nuestro padre en la fe, y su ejemplo de abandono absoluto en la voluntad divina, representa un modelo insuperable de fidelidad y confianza para todo creyente.
Abraham dejó su tierra, su zona de confort, para adentrarse en los caminos de Dios, respondiendo a su propio llamado y envío. De la misma manera nosotros, en nuestro tiempo y contexto, somos llamados a ponernos en camino y a romper toda atadura que nos impida recorrer nuestra propia experiencia de fe. Es este el mensaje de la Cuaresma y su invitación a ponernos en camino, confiados siempre en la gracia de Dios, que nos precede y acompaña.
Por su parte, el Evangelio de la transfiguración nos alerta sobre una tentación siempre latente en el corazón de los discípulos de todos los tiempos; la de eludir el camino de la cruz, la de rehuir la misión recibida, la de instalarse en una vida cristiana fácil y exenta de desafíos. Y aunque la intención de Jesús era fortalecer la fe de los discípulos, frente a las duras pruebas que estaban a punto de enfrentar, estos, sin embargo, solo pretendían permanecer en la cima del monte, y así continuar disfrutando de una experiencia espiritual inolvidable. Al final, la vida de Jesús les mostró, a ellos y también a nosotros, que no hay victoria sin sacrificio, que no hay gloria sin cruz. Pues, el camino hacia la gloria pasa por el sendero de la cruz.
Hermanos y hermanas, en este Segundo Domingo de Cuaresma se nos recuerda nuestra vocación misionera y la importancia de confiar plenamente en Aquel que nos ha llamado. Como creyentes, enfrentamos pruebas que desafían nuestra fe; no olvidemos las palabras del Libro del Eclesiástico: “Si decides servir al Señor, prepárate para la prueba” (Eclo 2, 1). A veces, como Abraham, nos cuesta ver con claridad el cumplimiento de las promesas, y en otras ocasiones, como los discípulos, anhelamos permanecer en el consuelo de una fe adormecida, quizás demasiado centrada en devociones, pero con escasa dimensión profética y nulo compromiso con los más necesitados. El pasaje de la transfiguración nos invita a dejarnos desinstalar por la Palabra de Dios; a ser enviados como profetas de nuestro tiempo, conscientes de que en el camino siempre nos encontraremos con la cruz, que es fuente de vida y salvación.
Aprovecho esta oportunidad para expresarles, en nombre de nuestra Archidiócesis de Miami, el más sincero agradecimiento por la valiosa labor que realizan, así como animarlos en el seguimiento de Jesús, obedientes a la voz de Dios que nos dice: “Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”.
Que María, modelo de escucha obediente de la Palabra, y ejemplo insuperable de discípula misionera, nos anime a todos con su intercesión y ayuda. Amen.