By Archbishop Thomas Wenski - The Archdiocese of Miami
El Arzobispo Thomas Wenski escribió esta reflexión para una sección en El Nuevo Herald que recordaba la figura y persona de Mons. Agustín Román, obispo auxiliar de Miami, en el décimo aniversario de su muerte, que ocurrió el 11 de abril de 2012.
La patria es el patrimonio común de todos los ciudadanos y como tal impone un deber serio. Al igual que Varela, quien dijo: "No hay patria sin valores", Mons. Román comprendió que no era menos patriota por ser católico ni tampoco menos católico por ser patriota. Esta síntesis Vareliana de la fe religiosa y del deber cívico también explica la importancia de la Ermita para la Diáspora cubana — y la importancia del trabajo que Mons. Román hacia allí. Mons. Román era el Félix Varela de nuestros tiempos.
Podríamos decir que el Santuario fue construido como un reproche a la mentira del leninismo marxista que esclavizó a Cuba hace 63 años. El materialismo ideológico pretendió que Dios no existía y trató de borrar toda huella de Dios en la historia de Cuba y de destruir la identidad religiosa de la nación cubana. El mural que adorna el santuario de la Ermita cuenta la historia verdadera de Cuba — una historia que reconoce las contribuciones de hombres y mujeres de fe en la vida e identidad de la nación cubana. Pero también Mons. Román vio a la Ermita como un antídoto para el materialismo práctico, que pone en peligro la vida de fe, aun en esta tierra de grandes libertades y oportunidades. Este materialismo práctico, que valora a las personas por lo que tienen y no por lo que son, pretende que Dios no importa.
La vida de Mons. Román fue un testimonio coherente de que Dios sí importa. Y porque Dios importa también importan las criaturas hechas a su imagen y semejanza, no obstante su vulnerabilidad o su debilidad. Mons. Román no se cansaba de poner ante nosotros las palabras de María, dirigidas a los sirvientes en las bodas de Caná: "Haced lo que él (Jesús) os diga". Y el obispo Román siempre insistió en que para ser devoto de María había que imitarla en su confianza y su obediencia.
El Papa, San Juan Pablo II, en su libro, "Memoria e Identidad," afirmó la diferencia entre un patriotismo constructivo y un nacionalismo destructivo. "El patriotismo es el amor por todo lo relacionado con nuestra tierra: su historia, sus tradiciones, su lengua, sus características naturales. Es un amor que se extiende también a las obras de nuestros compatriotas y los frutos de su genio. Mientras que el nacionalismo implica reconocer y perseguir el bien de la propia nación sola, sin tener en cuenta los derechos de los demás, el patriotismo es un amor por la tierra natal que otorgue derechos a todas las otras naciones iguales a los reclamados por la propia. El patriotismo, en otras palabras, conduce a un amor social bien ordenado".
Mons. Román sufrió exilio por culpa de un nacionalismo destructivo que se apoderó de su amada Cuba, pero nunca dejó de ser un patriota — ni jamás dejó de predicar sin cansancio la buena nueva de Jesucristo que nos da la vida eterna. Se dedicó totalmente a la Patria y a la Vida.
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