By Fr.JuanJ.Sosa - St. Joseph Catholic Parish
- Palabras del Arzobispo Thomas Wenski al concluir la celebración
- Pronto: Álbum de fotos de la celebración
Esta es la homilía predicada por el P. Juan Sosa, párroco de la iglesia St. Joseph en Miami Beach, en la fiesta anual de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, celebrada el 8 de septiembre del 2019 en el Watsco Center de la Universidad de Miami.
“A los pies de la Virgen traigo mis penas, mis plegarias, mis sueños, mi vida entera”.
Excmo. Mons. Thomas Wenski, arzobispo de Miami...hermanos sacerdotes y diáconos...pueblo amante de Nuestra Señora de la Caridad de Cuba y de América...
Hoy nos congregamos como hacemos cada año desde 1961 para celebrar esta gran fiesta de Miami. Hoy, en especial, queremos recordar agradecidos el aniversario de ordenación como Obispo de nuestro querido Mons. Agustín Román. Y como siempre aprendí de él, quien amaba la Palabra de Dios intensamente y siempre quiso que la Ermita fuera un Santuario donde los fieles se encontraran con la Palabra que la Virgen guardó en su corazón de Madre, al ser llamado a compartir la Palabra con Ustedes esta noche, me encomiendo al Señor por la intercesión de la Virgen y de Monseñor, quien participa para nuestro bien espiritual en la comunión de los santos.
¿Se han fijado en el desarrollo del Evangelio que hemos escuchado? Sin saberlo, los novios de Caná recibieron en su banquete de bodas un regalo especial de una invitada especial. María de Nazaret escuchó el clamor que hicieran quizá los padres de los novios, e intercedió ante el Hijo amado: “No tienen vino”. “No es mi hora”, le responde Jesús. “Atiéndelos; llévenle las tinajas con agua”, le indica la Madre al mayordomo, porque bien sabía que, por mediación de Su Hijo, del agua que da la vida pronto disfrutarían del vino alegre que sacia toda sed.
Sabemos que la escena que nos narra el evangelista san Juan trasciende un banquete de bodas. Es el signo de un nuevo comenzar, de una nueva alianza, la transformación de un pasado que marcó la travesía del pueblo de Israel desde la esclavitud a la libertad, hacia un presente y un futuro donde la libertad se pueda respirar con pulmones llenos de fe y de esperanza. Es la Iglesia de los primeros discípulos que celebraba cada domingo la presencia eucarística de Cristo Resucitado a pesar de las confusiones religiosas, del rechazo y de la crítica que la sociedad y la cultura de la época reflejaran (muy parecido a nuestro tiempo, ¿verdad?).
Año tras año escuchamos este Evangelio en esta hermosa fiesta de nuestra Patrona. Año tras año, desde hace seis décadas, nos hemos congregado a los pies de la Virgen y le hemos traído nuestras penas, plegarias y sueños porque nos falta algo. Tenemos sed de estar completamente alegres, y muchos están cansados. Nos falta el vino que nos da la alegría de esperar cuándo podrá respirar nuestro pueblo un aire libre con los pulmones llenos de fe donde se vislumbren los derechos humanos y la dignidad de cada persona. Nos falta caminar sin miedo por aquella tierra roja y fértil que aún da frutos abundantes. Nos falta subir a los montes y escuchar al ruiseñor entonar su canto refrescante. Nos falta ver la danza de las palmas en el cañaveral y un sol brillante que anuncie un nuevo amanecer. Nos falta compartir con otros hermanos y hermanas las historias de sacrificio y de duelo que forjan nuestra identidad nacional y espiritual.
Y porque nos falta, necesitamos hacer memoria de un pasado no muy lejano para que el Señor transforme las aguas turbias de estos sesenta años y al sanarnos, las convierta en el vino alegre que proclama y canta la esperanza de una nueva realidad en el corazón de cada familia cubana y de cada creyente. ¿Por qué, entonces, no atrevernos a imaginar que, inspirados por la narración del Evangelio de esta noche, cada tinaja de agua que el mayordomo le presenta a Jesús llegue a representar para nosotros una década distinta de nuestro exilio, de nuestra diáspora, fuera de Cuba?
“A los pies de la Virgen traigo mis penas”
La primera tinaja: los años sesenta, años llenos de confusión y de dolor por la separación de nuestros seres queridos; fusilamientos en la Isla; promesas de libertad no cumplidas, 14,000 niños y adolescentes arriban a esta ciudad de Miami para descansar en los brazos de la Madre Iglesia que les brinda hogar y alimento hasta el día de su reunificación familiar, el testimonio de la salida de múltiples religiosos y la expulsión de 131 sacerdotes y un Obispo, quien serenamente proclama cómo Dios llama a la Iglesia de Cuba a ser misionera, la crisis de octubre de 1962, los primeros seminaristas cubanos comienzan a estudiar en nuestro Seminario de St. John Vianney.
La segunda tinaja, los años setenta, la construcción de la Ermita, el ansia de ayudar desde afuera a los que viven dentro de la Isla, la oración diaria por los presos, una segunda salida por barcos en búsqueda de las costas de la Florida, las primeras visitas de la “Comunidad” a la Isla, y la ordenación episcopal de nuestro querido Padre-Obispo Monseñor Román, un regalo para la Iglesia local. Continúa la oración por los presos y los encomendamos a Nuestra Señora.
A los pies de la Virgen traigo mis plegarias
La tercera tinaja, los ochenta, la acogida de los barcos del Mariel, el desarrollo de agencias locales para la adaptación de jóvenes y adultos que sin ninguna orientación se ven solos y angustiados en nuestras ciudades y en las cárceles; más cartas que recuentan los actos de repudio y la recogida de presos, el clamor de los que viven encarcelados y sin juicio en Texas y Luisiana, la intervención que por ellos hace la Iglesia en nombre de la justicia y de la paz y, de nuevo, los logros heroicos y a la vez misericordiosos de nuestro querido Padre-Obispo Monseñor Román. Oramos por los presos de allá y por los de acá y los encomendamos a Nuestra Señora.
A los pies de la Virgen traigo mis sueños
La cuarta tinaja, los noventa, la esperanza que conlleva el anuncio de la visita Papal de San Juan Pablo II para todos los cubanos; las palabras de acogida que le hiciera al Santo Padre Monseñor Pedro Meurice en la Misa de Santiago de Cuba, el encuentro eclesial de clero y de laicos que conversan entre sí para reconocerse como hombres y mujeres de fe y para proponer una pastoral en conjunto por el bien de la Iglesia y del pueblo Cubano, el Proyecto Varela del Movimiento Cristiano, la visita a los balseros que fueron trasladados de las aguas del Caribe a la base naval de Guantánamo. Y el afirmar en la historia que nuestra Madre del Cobre fue la primera balsera que llegó a nuestras costas y a nuestro corazón.
La quinta tinaja, el agua del nuevo milenio en que la Iglesia, en la voz inconfundible de San Juan Pablo II, proclama justicia y paz para todas las naciones del mundo; para nosotros, seglares y clero de ambas costas, lograr transformarnos en un puente dispuesto a promover la llamada a la reconciliación y al perdón, no al odio ni al resentimiento; y poco a poco poder ver desde afuera a la Iglesia de Cuba renacer y ganar espacios y acoger a un segundo Papa en su seno, el Santo Padre Benedicto XVI; la imagen del Cobre se ha paseado por la Isla y arde el fervor del pueblo.
A los pies de la Virgen traigo mi vida entera
Es la sexta tinaja, la de esta década, la Congregación de los Santos reconoce al Padre Félix Varela como Venerable y en camino a santidad; se introduce formalmente la causa de canonización de Mons. Eduardo Boza Masvidal, y no muy lejos de aquí fallece repentinamente nuestro Padre Varela, Monseñor Román, quien bien cerca de Jesús y en los brazos de la Virgen, sigue intercediendo por todos, los de aquí y los de allá. Desde la gloria, después de sesenta años, contempla con nosotros la llamada a la caridad en nuevos rostros, en rostros jóvenes y comprometidos que anuncian la Palabra de Dios sin miedo y anhelan seguir celebrando la nueva evangelización a la que, desde el amor, nos invita el tercer Papa que visita la Isla, el Papa Francisco quien anuncia persistentemente “La Alegría del Evangelio”.
“Hagan lo que Él les diga”, le dijo nuestra Madre al mayordomo de la fiesta... ¿Acaso ha llegado tu hora, Señor, para nosotros que vivimos en esta tierra de emigrantes? Si no, ¿cuándo? ¿Cuántas décadas más? No hay más tinajas, solo nuestra confianza en el Espíritu Santo quien nos ha de regalar de seguro la plena libertad, los derechos humanos y el respeto a la persona; le pedimos especialmente que se los regale pronto a aquellos que, junto a la danza de las palmas y el canto de los sinsontes quieren respirar dentro y fuera de la Isla con pulmones llenos de fe el aire de un nuevo amanecer. La Virgen sigue intercediendo ante el Hijo Amado en nuestras bodas de esperanza. Y Aquel que lo puede todo nos invita a contemplar en Su Madre la presencia viva de la Iglesia que nos llama en el presente a servir al que más nos necesita, a ser Iglesia misionera en nuestros propios barrios, como lo han sido los millones de cubanos que viven lejos de su tierra y celebran hoy el encuentro con la Madre de la Caridad del Cobre quien siempre los acoge bajo su amparo.
Como hiciéramos hace sesenta años, hoy celebramos la Eucaristía con paciencia y lealtad, con una fe viva; aquí se hará presente el Señor para ser nuestro alimento, nuestra luz y salvación, la defensa de nuestras vidas, la única brújula que nos puede orientar y guiar. Disfrutemos del vino transformado por Cristo en nuestras propias experiencias y aprendamos a caminar juntos como hermanos y hermanas acompañados por la Madre de la Caridad que siempre se preocupa de cada uno de nosotros, nos consuela en el dolor y nos anima en la alegría.
Por ello, hoy podemos proclamar con fe y responder sin ningún miedo:
- ¿Quién quiere al rico y al pobre? La Caridad del Cobre.
- ¿Quién nos muestra al único Dios? La Caridad del Cobre.
- ¿Quién nos invita al perdón? La Caridad del Cobre.
- ¿Quién nos congrega en su amor? La Caridad del Cobre.
- ¿Quién quiere que seamos Iglesia? La Caridad del Cobre.
Madre de Dios, Madre Buena
En el monte se escucha el rumor de las flores
que, serenas, sonríen con su cuchichear.
Los sinsontes, unidos a los ruiseñores,
a Dios le prometen con brío cantar.
De las flores que anuncian la luz de este día
se vislumbra a lo lejos un gran Girasol.
Unos dicen que esa flor es María;
otros buscan en Ella, en sus brazos, al Sol.
Madre de Dios, Madre buena,
Únenos en el amor
Virgen del Cobre, Morena,
Siembra en nosotros perdón.
Si las sombras del odio, del rencor y del miedo
se refugian con fuerza dentro del corazón,
haz brillar en tus manos preciosas
la Cruz de tu Hijo que nos llama al perdón.
Madre de Dios, Madre buena
Únenos en el amor
Virgen del Cobre, Morena,
Siembra en nosotros perdón
Hoy la Iglesia celebra con gran alegría
que en las aguas de Nipe nos llamaste al amor.
Hoy tu pueblo te canta de noche y de día,
que de sombras y penas nos conduces al Sol.
Ruega, Oh Madre, por todos los que al conocerte
encontramos en Ti a Cristo para vivir en El.
Ruega, Madre, por todos los que al venerarte
en tu imagen descubren nuestra historia de fe.
El Señor resucita con todo Su pueblo
Y en Ti, Madre, nos llama a cantar la canción
que en los montes se escucha entre aves y flores,
esperanza y plegaria que complacen a Dios.
Madre de Dios, Madre buena
Únenos en el amor
Virgen del Cobre, Morena,
Siembra en nosotros perdón.
Comments from readers