By Rogelio Zelada - Office of Lay Ministry
El 8 de septiembre de 1961, un mensajero tocaba con exagerada insistencia a las viejas puertas de la casa parroquial. Sab�a que deb�a asegurarse de que el telegrama llegara a las manos de Mons. Eduardo Boza Masvidal, Obispo auxiliar de La Habana y p�rroco de la Iglesia de Nuestra Se�ora de la Caridad.Con toda la mala intenci�n del mundo, el Ministerio del Interior revocaba los contenidos del permiso concedido para la tradicional procesi�n de la Virgen de la Caridad, que ese a�o deb�a realizarse el domingo 10 de septiembre. No podr�a ser a las 5 de la tarde, sino a las 7 de la ma�ana. Quer�an mostrar un acto religioso deslucido, al que hubieran asistido poqu�simas personas, ya que la Iglesia no ten�a acceso alguno a los medios de comunicaci�n para informar del cambio de horario. Una imagen de una procesi�n muy poco concurrida, que ser�a presentada como una evidente falta de apoyo popular a la Iglesia.
Que el obispo suspendiera la procesi�n, nada resolvi�. La maquinaria del poder se encontr� con una muchedumbre exaltada y molesta, que no s�lo grit� ��Libertad!�, sino que de todas maneras intent� llevar a cabo la procesi�n. Esa tarde la Iglesia cubana cont� con un joven m�rtir, Arnaldo Socorro, abatido por los disparos de los milicianos cuando, sobre los hombros de un amigo, llevaba en alto un cuadro de la Virgen de la Caridad.
A partir de ese momento se multiplicaron los atropellos, vejaciones, intimidaciones; proliferaron las detenciones injustas, verdaderos atentados contra la dignidad y el decoro de sacerdotes y religiosos; se procedi� al desmantelamiento de todas las estructuras educativas y sociales de la Iglesia.
La salida de casi todas las religiosas y la expulsi�n de cientos de sacerdotes dejaban a los cat�licos cubanos en la m�s absoluta pobreza y desamparo espirituales. Junto con los 131 sacerdotes sacados a la fuerza de sus parroquias y obligados a embarcar en el vapor espa�ol Covadonga, subi�, como �ltimo pasajero, Mons. Eduardo Boza Masvidal.
El obispo hab�a nacido en Camag�ey, el 18 de septiembre de 1915, el decimotercero de catorce hermanos. Para que los hijos mayores pudieran asistir a la universidad, en 1922 la familia se traslad� a La Habana, donde Eduardo Boza curs� la ense�anza primaria y la secundaria con los Hermanos de la Salle.
Mientras estudiaba Filosof�a y Letras en la Universidad de La Habana, ingres� en la Agrupaci�n Cat�lica Universitaria y en 1935 entr� al Seminario de San Carlos y San Ambrosio, como alumno externo, hasta terminar sus estudios universitarios.
Mons. Manuel Arteaga y Betancourt lo orden� presb�tero el 27 de febrero de 1944, en la Catedral de La Habana, y celebr� sus dos primeras Misas en la capilla de las Esclavas del Sagrado Coraz�n y en la de las Religiosas de Mar�a Reparadora, porque en ambas comunidades ten�a una hermana religiosa.
Como joven sacerdote trabaj� pastoralmente en la parroquia del Cerro, ense�� Historia en el reci�n construido Seminario del Buen Pastor, fue p�rroco de Madruga y finalmente de la centenaria parroquia de Nuestra Se�ora de la Caridad, en la calle Salud, entonces el �nico templo dedicado a la Patrona de Cuba en la Arquidi�cesis de la Habana.
En enero de 1959, el P. John Kelly lo invit� a sustituirlo como rector de la Universidad de Santo Tom�s de Villanueva, regentada por los Padres Agustinos, cuando comenzaban grandes tensiones y presiones por parte del gobierno comunista de Cuba.
Recibi� el episcopado, junto con Mons. Jos� Dom�nguez, el 15 de mayo de 1960, y su lema fue: �No he venido a ser servido, sino a servir� (Mt. 20, 28).
Hombre de palabra clara y valiente, luch� incansablemente para defender la libertad y el derecho de todos, especialmente de los creyentes, y por eso tuvo que sufrir hostigamiento, prisi�n y la humillaci�n de verse exiliado a la fuerza.
Su expulsi�n fue un drama para la Iglesia cubana y una bendici�n para los cat�licos que tuvimos que abandonar nuestro pa�s. Su presencia, su testimonio de vida santa, su pasi�n por Cuba y por Cristo nos iluminaron y nos hicieron m�s suave la lejan�a de la tierra. �l nunca dej� solo a su pueblo, nunca dej� de predicar el Evangelio de Cristo, de iluminar las conciencias con firmeza y claridad, y su ideario sigue siendo fuente de inspiraci�n para todos los que hemos tenido que dejar la patria para comer en el exilio el pan de la libertad. Para unir y fortalecer la fe y la cuban�a de los exiliados, fund� la Uni�n de Cubanos en el Exilio (UCE), organizaci�n que permanece viva todav�a.
Su vida consisti� en desgastarse sacerdotalmente en todos los campos del apostolado y del servicio; recorri� cada uno de los pa�ses donde hab�a grupos de cubanos y pas� a servir a la iglesia de Venezuela como obispo auxiliar de Los Teques, di�cesis donde falleci� el 17 de septiembre de 2003.
A petici�n de los obispos de Venezuela se acaba de abrir el proceso can�nico de la causa de beatificaci�n de este gran obispo cubano. La Congregaci�n para la Causa de los Santos concedi� el 31 de enero de 2013 el Nihil Obstat para que la Conferencia Episcopal Venezolana pudiera iniciar este proceso, que comenz� oficialmente el 14 de diciembre de ese mismo a�o, en la di�cesis de Los Teques, en cuya catedral reposan sus restos.
El obispo Freddy Jes�s Fuenmayor Su�rez presidi� la ceremonia oficial que abri� el proceso de beatificaci�n de Mons.
Eduardo Boza Masvidal, que ya puede ser llamado Siervo de Dios. Comienza as� un largo y complicado camino, que finalmente elevar� al honor de los altares a este gran obispo del exilio cubano, una de sus voces m�s valientes y claras, el que nos convoc� a conservar nuestra fe, nuestra identidad, nuestros valores y nuestro amor por Cuba, por la Iglesia, y por la Virgen de la Caridad.
Un faro de Dios por su palabra y por el testimonio de santidad de su vida.
Comments from readers
!Amor sin l�mite! Primero de Enero de 1959.
Cuba estaba en el albor de un cambio que nos entristecer�a por casi 50 a�os.
La residencia donde viv�amos estaba situada a una cuadra de la Parroquia de La Virgen de la Caridad de la calle Salud en La Habana..
Ese d�a nuestra casa fue asaltada por una de las turbas enfurecidas que recorr�an la euf�rica Habana. A mis hermanas y a mi, nos hab�an llevado en la madrugada a casa de mi t�a Carmen. Quedaban en casa, mi abuela Matilde, y mi madre, Margarita.
En medio de los destrozos que estaban ocurriendo, ellas se habian refugiado en una esquina de la sala para protejerse.
Es en ese momento en el que apareci� la figura de Monse��r Boza, qui�n se lanz� por la misma ventana por donde hab�a penetrado la turba, y de hecho, y en mi estimaci�n, aceptando la corona roja del martirio al situarse frente a la multit�d que amenazaba con asesin�r a mi madre y abuela con los postes de los parqu�metros arrancados de la calle, as� evitando que ocurriera.
Aunque no muri�, por este valeroso hecho, el Padre Boza, con el nombre que cari�osamente siempre lo recordar�, al enfrentarse valerosa y santamente a la muerte, estaba dispuesto a renunci�r a su vida por salv�r la de dos de sus semejantes.
� Am�r sin l�mite ! Un H�roe de la Caridad.
Que inmensa suerte haber conocido a alguien a qui�n debo la vida de dos seres queridos.
Deus caritas est.