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Columns | Tuesday, November 26, 2013

Lázaro, el pobre de Dios

La devoción al Lázaro el pobre de Dios permanece firmemente anclada en el pueblo senci

Casi sin fuerza, hambriento y adolorido, Eleazar ha buscado abrigo a la sombra del p�rtico de la casa de un rico del lugar, all� lo han dejado unas buenas manos, con la esperanza de que pueda lograr alguna limosna.
El riqu�simo due�o de la casa ha dado un rodeo para entrar en la vivienda: le repugna aquel sucio amasijo de llagas, que gime maloliente a la entrada de su palacio y que le incomoda cada d�a oblig�ndolo a mirar hacia otro lado.

Desde el 17 de agosto de este 2013, la centenaria imagen del San Lázaro del Rincón en La Habana aparece ante sus devotos totalmente renovada y mostrando a todos su aspecto original; apenas con un breve manto que sólo cubre un hombro y una parte de su cuerpo, escoltado por dos perros que lamen sus llagas, con la mano extendida en actitud de limosnear, mientras hace sonar una pequeña campana que avisa de su condición de leproso.

Photographer: COURTESY PHOTO

Desde el 17 de agosto de este 2013, la centenaria imagen del San L�zaro del Rinc�n en La Habana aparece ante sus devotos totalmente renovada y mostrando a todos su aspecto original; apenas con un breve manto que s�lo cubre un hombro y una parte de su cuerpo, escoltado por dos perros que lamen sus llagas, con la mano extendida en actitud de limosnear, mientras hace sonar una peque�a campana que avisa de su condici�n de leproso.

L�zaro se muere de hambre, mientras el rico, en un interminable banquete, se limpia la grasa de los dedos con grandes trozos de pan que arroja a los perros que se acercan a su mesa. �l sabe de L�zaro, conoce su nombre, pero nunca lo ha visto. Tal vez lo ha mirado, pero no lo ha visto, porque mirar es el trabajo de los ojos, pero el ver es cosa del coraz�n.

La par�bola recogida por San Lucas retrata una escena cotidiana del tiempo de Jes�s. Un rico que vive como si no existiera Dios. Lo tiene todo, no est� contra Dios, pero no lo necesita en absoluto. No oprime al pobre, pero est� ciego y s�lo puede verse a s� mismo. Al final de la historia, L�zaro, el-azar, �Dios ayuda�, recibir� en el cielo la atenci�n que nunca tuvo en la tierra, y subir�, aupado por coros ang�licos, para sentarse con todos los honores al lado del Padre Abraham, a su derecha y recostado sobre su pecho.

De poco le ha servido al rico el espl�ndido funeral que tuvo en la tierra; su ceguera lo ha lanzado muy lejos de la felicidad, lamentando, tal vez, el no haber escuchado a tiempo el clamor de Isa�as: �partir tu pan con el hambriento, albergar al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y no volver tu rostro ante tu hermano�.

L�zaro, el pobre de Dios, tambi�n fue muy bien recibido en la tradici�n popular de la Iglesia. El arte lo reprodujo en mosaicos, frescos, pinturas y estatuas; el pueblo fiel le levant� santuarios, templos, capillas y lazaretos; antiqu�simas �rdenes religiosas lo llevaron por patr�n e inspirador y la comunidad creyente reconoci� en su imagen llagada y sufriente, el modelo de la confianza absoluta de quien ha podido unir en su misma carne la pobreza, la paciencia y la piedad de las bienaventuranzas evang�licas.

La Iglesia ha reconocido desde un principio el valor y la importancia del culto a los santos; hermanos nuestros que han demostrado con su vida que el Evangelio no es una hermosa utop�a, sino algo que puede vivirse en la vida diaria. Estos modelos, que la iglesia desde los primeros siglos reconoci� con honor, recibieron, a partir del siglo X, un reconocimiento oficial que finalmente fue llamado �canonizaci�n�. As�, el Papa Juan XV canoniz� a San Ulrico en el a�o 933, y en tiempos de Gregorio IX, a�o de 1234, el ejercicio de la canonizaci�n qued� finalmente reservado al romano pont�fice. Posteriormente, la Iglesia encomend� al erudito jesuita P. Boland la investigaci�n de la historicidad de los santos antiguos, para deslindar toda posible intromisi�n de leyendas que pudiera haberse generado a lo largo de los siglos. Las comisiones creadas al respecto, y que todav�a existen, fueron llamadas �bolandistas� en honor a su fundador. Estas comisiones, en much�simas ocasiones, han aportado su valiosa opini�n a la Congregaci�n para la Causa de los Santos, y su criterio ha servido para la purificaci�n y restauraci�n del santoral (lista de santos a lo largo de los siglos) y del calendario (lista de santos cuya fiesta la Iglesia celebra).

La investigaci�n de estos historiadores hizo que a principios del siglo pasado muchos santos quedaran fuera del santoral o del calendario; bien porque no se pudo comprobar por completo su existencia, o porque los documentos que apoyaban su culto eran muy posteriores a su muerte, como las actas del Martirio de Santa B�rbara, una joven virgen africana que mantiene una extraordinaria presencia de culto en todo el mundo grecobizantino. De esa lista fueron eliminados, entre otros: San Jorge (nada menos que el santo patr�n de Rusia, Grecia y medio mundo oriental), San Cristobal (el patr�n de La Habana y de todos los que recorren los caminos en cualquier veh�culo posible), San L�zaro (considerado a partir de ese momento s�lo como el sujeto de una par�bola), Santa Filomena, y much�simos m�s.

Imagen de San Lazaro el pobre, creada por los escultores de los talleres Casa Granda, que ahora se encuentra en la parroquia de San Lázaro en Hialeah. Tiene características similares a las del santuario habanero, y su presentación oficial será el próximo 17 de diciembre, en una devota ceremonia de bendición con procesión incluida, y presidida por el Arzobispo Thomas Wenski.

Photographer: ANA RODRIGUEZ-SOTO | FC

Imagen de San Lazaro el pobre, creada por los escultores de los talleres Casa Granda, que ahora se encuentra en la parroquia de San L�zaro en Hialeah. Tiene caracter�sticas similares a las del santuario habanero, y su presentaci�n oficial ser� el pr�ximo 17 de diciembre, en una devota ceremonia de bendici�n con procesi�n incluida, y presidida por el Arzobispo Thomas Wenski.

A principios del siglo XX, el entonces Obispo de la Habana, el cubano Mons. Pedro Gonz�lez Estrada (1903-1925), crey� su deber asumir el empe�o de convertir al popular�simo San L�zaro (el pobre de Dios, el mendigo llagado, enfermo y harapiento, escoltado por sus perros, patr�n de los leprosos y los leprosorios, invocado por los panaderos, que cre�an que su oficio causaba la lepra, y santo patr�n de los mendigos y sepultureros, junto con Tob�as y Jos� de Arimatea) en L�zaro, el disc�pulo resucitado, hermano de Marta y Mar�a, el amigo por el que Jes�s llor� de dolor y tristeza frente a su tumba.

Sin embargo, la devoci�n al L�zaro el pobre de Dios permaneci� firmemente anclada en el pueblo sencillo, que conserv� muy bien, como tradici�n oral, la convicci�n de que, debajo de esos rojos mantos de m�rtir que le hab�an colocado, la antigua imagen venerada en el Santuario del Rinc�n conservaba escondidas sus llagas y sus perros.

El culto p�blico a San L�zaro, el pobre de Dios, ha permanecido hasta hoy muy vivo en much�simos lugares del mundo, en santuarios, leprosorios y capillas; establecido, por ejemplo, en un buen n�mero de parroquias de Italia, como en Asti, Bologna, Roma, Venecia, Vincensa, Borgo MonteMario, Carrara, Capua, Pedersano, Vallonello, Lucardo. En Espa�a, en varios templos de las Islas Canarias, Asturias y Andaluc�a, y tambi�n en Macao, Varsovia, Guatemala y Per�.

San Antonio Mar�a Claret, el gran santo evangelizador de la Isla de Cuba en el siglo XIX, reparti� a su paso miles de ejemplares del Nuevo Testamento en los que, como nota marginal a Lc. 16,19-31, afirmaba lo que entonces era una creencia generalizada: que L�zaro debi� existir, ya que es el �nico nombre propio que aparece en toda la colecci�n de par�bolas de Jes�s. En el leprosorio de la ciudad de Camag�ey, fundado por el Padre Valencia, se encuentra la que posiblemente sea la primera pintura al fresco hecha en Cuba: la representaci�n de San L�zaro, con perros y muletas, en lo alto del retablo mayor de la capilla. Tambi�n all� se conserva �nunca fue retirada del culto� una imagen con id�nticas caracter�sticas, muy querida y visitada.

Esta fuerte presencia y tradici�n, y el extendido afecto popular hacia L�zaro, el pobre, han motivado a la Conferencia de Obispos de Cuba a purificar su imagen para presentarla dignamente a la contemplaci�n de los fieles, que en tan gran n�mero son muy devotos de este santo. Millares de peregrinos llegan a su santuario ininterrumpidamente, pero, de manera puntual, en los alrededores de su fiesta, cada 17 de diciembre. Para eso, desde el 17 de agosto de este 2013, la centenaria imagen aparece ante sus devotos totalmente renovada y mostrando a todos su aspecto original; apenas con un breve manto que s�lo cubre un hombro y una parte de su cuerpo, escoltado por dos perros que lamen sus llagas, con la mano extendida en actitud de limosnear, mientras hace sonar una peque�a campana que avisa de su condici�n de leproso.

Se intenta recuperar todo lo recuperable y de purificar todo lo purificable, aunque el peso del sincretismo presente en la imaginaci�n religiosa del pueblo cubano necesitar� de mucho esfuerzo, tenacidad, constancia y un esfuerzo pastoral serio y prolongado.

Consecuente con una pastoral de religiosidad popular de conjunto, la parroquia de San L�zaro de Hialeah ha querido asumir tambi�n ese reto, y ha solicitado a los expertos escultores de los talleres Casa Granda, la confecci�n de un L�zaro el pobre con caracter�sticas similares a las del santuario habanero, cuya presentaci�n oficial ser� el pr�ximo 17 de diciembre, en una devota ceremonia de bendici�n con procesi�n incluida.

L�zaro, el pobre de Dios, nos invita a releer el Evangelio de Lucas y a meditar sobre toda la profundidad del mensaje de Cristo: el camino de esta vida hacia la otra est� en un plano de continuidad; cada uno, libremente, con su capacidad de ver la realidad del otro y actuar en consecuencia, va iluminando ese camino, el suyo propio, con paso firme y seguro.

Rogelio Zelada es Director Asociado de la Oficina de Ministerios Laicos y miembro del Subcomit� para los Hispanos en la Liturgia de la USCCB. Escribi� este art�culo para la edici�n de noviembre 2013 del peri�dico arquidiocesano, La Voz Cat�lica.

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