By Ana Rodriguez Soto - The Archdiocese of Miami
MIAMI | El día que los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II fueron canonizados, el P. Rafael Capó publicó una fotografía histórica en su página de Facebook: él mismo cuando era adolescente, saludando a Juan Pablo II en Roma, en el Primer Día Mundial de la Juventud, en 1985.
El entonces estudiante de secundaria formaba parte de una delegación de jóvenes de su natal Puerto Rico que asistieron a ese Día Mundial de la Juventud.
"Tenía esa pequeña semilla de la vocación desde bien pequeño", dijo el Padre. "Pero estaba peleándolo. De hecho, estaba pensando más en una chica de nuestro grupo que en una vocación".
Entonces, el Papa comenzó a hablar: Abran ampliamente sus corazones al Señor. No tengan miedo de decir "sí" a su llamado.
"Por favor, cállese. No quiero escuchar eso”, recuerda haber pensado el P. Capó. "Lo reconocí como el momento de un llamado muy fuerte a la vocación".
Tiempo después, ya de vuelta en Puerto Rico, y a punto de graduarse de la escuela secundaria, decidió hablar con un sacerdote sobre ese llamado, “para sacármelo de la mente".
Después de todo, él tenía otros planes, incluyendo el aceptar una beca para la Universidad de Yale. Pero cuando fue a hablar con el sacerdote, "Dije un par de palabras y me puse a llorar. Lo sabía. Era un ‘sí’. ¿Por qué estaba luchando?”
Recuerda que fue el 2 de febrero de 1986, que luego se enteró es la fiesta de la Presentación del Señor. Hoy lo llama, "el día más feliz de mi vida".
Ordenado sacerdote en 1996, para la Orden de los Escolapios, el P. Capó tuvo muchas oportunidades de reunirse y hablar con el futuro santo cuando pasó dos años, de 1994 a 1996, estudiando en Roma y ayudando en la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas.
"Tuve la oportunidad de hablar con él muchas veces. Dejó un sello muy, muy grande en mi corazón. Todo lo que hizo es una parte grande de mi vocación”, dijo el P. Capó.
Lo que hace la historia aún más interesante es que él no tenía entradas para la audiencia papal ese Día Mundial de la Juventud. Sabiendo que acabaría en los extremos de la Plaza de San Pedro - si no aún más lejos, en la Via della Conciliazione - tomó la decisión: "Voy a entrar".
Junto con otro joven, también miembro de la delegación de Puerto Rico, trató de colarse con un grupo de una escuela de niñas. La Guardia Suiza frustró ese plan. Lo intentaron de nuevo, esta vez pidiéndole ayuda a un grupo de religiosas mejicanas. La Guardia Suiza trató de frustrar ese plan también, pero las hermanas se impusieron.
“Llegamos a la primera fila, adelante, y tuvimos la oportunidad de hablar con el Papa”, recordó el P. Capó.
Años más tarde, se enteró que su amigo también se ordenó sacerdote, para la Arquidiócesis de Boston.
"Sólo dos llegamos. Y los dos somos sacerdotes", dijo el P. Capó.
Por eso, años antes de la canonización oficial, y hasta hoy en día, "le pido a San Juan Pablo que interceda por mi vocación y por la vocación de muchos otros Escolapios y sacerdotes de la Iglesia".
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