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Feature News | Wednesday, November 26, 2014

Desde ense�ar espa�ol hasta dar clases de cocina

Los voluntarios del Centro La Salle en Homestead

 
HOMESTEAD | Enseñar español a los adultos, ayudar a los niños con sus tareas de la escuela y darles clases de cocina, son algunas de las actividades diarias que realizan los voluntarios del Centro de Artes y Oficios de La Salle, en el campamento para trabajadores del campo South Dade, en Homestead.
 
“Nunca había enseñado a nadie a leer”, dijo Karla Andrade, de 18 años, una de los tres voluntarios del programa de Voluntariado Internacional de La Salle, de México, que llegaron en agosto a convivir por seis meses con las familias de los trabajadores agrícolas, que en su mayoría son de origen mexicano y centroamericano.
 
Heidi Cerecedo, voluntaria de México ayuda a hacer las tareas después de la escuela a  niños de 10 a 15 años en el Centro de Artes y oficios de La Salle, en Homestead.

Photographer: ROCIO GRANADOS | LVC

Heidi Cerecedo, voluntaria de México ayuda a hacer las tareas después de la escuela a niños de 10 a 15 años en el Centro de Artes y oficios de La Salle, en Homestead.

Andrade ayuda a los niños pequeños a hacer sus tareas de la escuela. “La idea es ayudarles con cosas pequeñas, matemáticas, inglés, cosas sencillas para nosotros”, dijo. Pero se dio cuenta de que algunos niños no sabían leer y les dejaban tareas de lectura en inglés. “Cuando vi eso, dije: bueno vamos a enseñarles a leer.

Nunca me imaginé enseñar a leer, fue algo bonito”, agregó. El Centro La Salle es un centro comunitario de artes y oficios que brinda apoyo extraescolar a niños, jóvenes y adultos del campamento South Dade. El Centro se sostiene a través de donaciones y a través del trabajo de los voluntarios. “No hay suficientes fondos, el profesorado que tenemos es poco y el voluntariado nos está apoyando mucho”, dijo José Dorado, tesorero del centro.
 
“Me impresionaron mucho todas las historias de las familias; muchas son tristes y duras. Me ha ayudado a valorar a mi familia”, dijo Gustavo Carrasco, de 18 años, voluntario de México. “Es una experiencia que sí te cambia, porque no es lo mismo ayudar en tu propio país que irte a una cultura totalmente nueva, que por más que son mexicanos, la cultura es totalmente distinta”, agregó.
 
El trabajo de los voluntarios que llegaron de México es integral. Por las mañanas, ayudan en las tareas administrativas y están realizando un video promocional del centro.
 
Por las tardes, colaboran directamente con el programa de después de la escuela, ayudando a los niños de 1º a 12º grados con sus tareas y proyectos escolares. Asimismo, ayudan a implementar y desarrollar talleres para niños, como clases de guitarra, deportes, manualidades, corte y costura y cocina. No sólo para los niños del programa para después de clases, sino también para los niños del campamento que deseen participar.
 
Por las noches, ayudan con los talleres para adultos, como cursos básicos de español, inglés y computación. “La idea de estos talleres es que no sean sólo de entretenimiento, sino, más que nada, que les ayuden a algo en el futuro”, dijo Andrade.
 
“Nunca imaginé ayudar a alguien a lograr cosas que antes no podía; cosas tan simples como aprender a sumar, las tablas de multiplicar, o a decir ciertas palabras en inglés”, dijo Carrasco.
 
Los voluntarios ayudan también con la catequesis de los niños. Los sábados tienen un foro de cine. “La idea es atraer a jóvenes para que ellos, después de que no estemos, continúen la labor para que quieran ser voluntarios acá, dentro de los Estados Unidos”, dijo Heidi Cerecedo, de 20 años, otra voluntaria de México.
 
Para ser voluntario, se requiere de preparación previa. “El voluntariado te enseña la filosofía de ayudar al prójimo, de entenderlo y adaptarte a lo que él necesite.
 
Nosotros venimos de escuelas Lasallistas y allí te enseñan muchos valores”, dijo Carrasco. El voluntariado Lasallista internacional, con sede en México, tiene diferentes sedes que comprenden México, República Dominicana, Puerto Rico, Cuba, La Florida, en los Estados Unidos, y Haití.
 
“Escogí aquí porque éste es un centro de artes y oficios; quiero estudiar diseño y dije: esto es lo mío”, dijo Andrade.
 
El centro ha recibido a otros grupos de voluntarios por períodos más cortos, de dos semanas a tres meses. Ellos son el primer grupo que viene por seis meses para ser “voluntarios de 24 horas”; después de los seis meses, vendrán otros tres.
 
Además de los voluntarios que vienen de México, el Centro La Salle también tiene voluntarios del Sur de La Florida, jóvenes provenientes de los Colegios de Belén, St. Brendan High School, Christopher Columbus High School, Keys Gate Charter High School, entre otros. Además, los mismos jóvenes de los Campamentos South Dade, Everglades, Redlands y Naranja, que comprenden los campamentos de la Misión Santa Ana.
 
Los voluntarios del Colegio de Belén, con un nivel más alto de inglés, dan un curso de preparación para la ciudadanía a las personas dentro del campamento. También colaboran con el club de guitarra y con los talleres de deportes con los niños, pero “su mayor aporte es el trabajo físico: una vez al mes limpian el centro”, dijo Susana Sánchez, directora del Centro.
 
El 5 de octubre pasado, el centro organizó una reunión con todos los jóvenes voluntarios, un promedio de 25 entre las edades de 18 a 21 años, con la finalidad de crear un espacio para que los jóvenes de México puedan compartir con los jóvenes del Sur de La Florida.
 
“Estamos tratando de que los voluntarios de Miami se involucren más y se queden más fijos”, dijo Cerecedo.
 
El Centro La Salle, en Homestead, ofrece servicios a 300 familias de bajos ingresos vinculadas a labores agrícolas desde 1991.
 
Están próximos a cumplir 23 años de creación y 25 años desde que llegó el primer grupo de voluntarios a la Misión Santa Ana, en Naranja, y fueron enviados a South Dade a dar la catequesis.
 
“La Salle está dirigido y orientado a la educación de los pobres; es la razón de que estemos allá”, dijo Dorado.
 
Actualmente hay 33 niños que asisten al programa de después de la escuela; en la catequesis hay 88 niños.
 
En los talleres para adultos, que comprenden inglés básico, español, informática y preparación para la ciudadanía, hay 14 personas.
 
Lo particular del campamento South Dade es que es una comunidad muy inestable: la población se mueve mucho por su condición de inmigrantes; “algunos de los padres de los alumnos son deportados por ser indocumentados, o porque el trabajo de la agricultura concluyó y se mueven para otro lado y se llevan a los niños… Por eso [también] los talleres de adultos son cortos, no duran más de ocho semanas, porque es la única garantía de que acabarán”, dijo Sánchez.
 
“Pero muchos han logrado graduarse y dejar la labor agrícola y están trabajando en una tienda o en una cafetería, y no en la agricultura desde las cinco de la mañana”, agregó Sánchez.
 
“Creo que esta experiencia a los tres nos ha ayudado a abrir nuestro panorama de lo que es el mundo, nos ha abierto la mente a nuevas ideas. En lo personal es algo que a mí me gusta muchísimo”, dijo Carrasco.
 
“Uno piensa que viene a ayudar a cambiarles la vida, pero te das cuenta de que ellos son los que te cambian a ti la vida y, ya dándote cuenta de eso, buscas tú la manera de tratar de cambiarles la suya”, agregó.
 
Cuando termine su periodo de voluntariado en diciembre, Carrasco quiere estudiar para ser director de cine, Andrade quiere estudiar diseño industrial, y Cerecedo, que está en el segundo año de comunicaciones, quiere enfocarse en producción de televisión o administración de empresas. Ella, por su trayectoria de labor social y después de pasar un examen, se ganó una beca completa para estudiar en la Universidad Iberoamericana, en México.
 
“Antes de venir ya sabía qué era lo que quería hacer de mi vida; esto me ha abierto el panorama y, aparte de lo que quiero hacer de mi vida —ir a la universidad, una carrera, un trabajo— también quiero en el futuro seguir ayudando, seguir hacienda más cosas”, dijo Carrasco.
 
Karla Andrade, voluntaria de México ayuda con sus tareas a niños que asisten al programa de después de clases.  A su derecha Diana Sandoval de 8 años e Islen Calderón de 6 años.

Photographer: ROCIO GRANADOS | LVC

Karla Andrade, voluntaria de México ayuda con sus tareas a niños que asisten al programa de después de clases. A su derecha Diana Sandoval de 8 años e Islen Calderón de 6 años.


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