By Archbishop Thomas Wenski - The Archdiocese of Miami
Homilía del Arzobispo Thomas G. Wenski en la Misa de Exequias por el Dr. Horacio Aguirre, líder comunitario y fundador del Diario Las Américas. La Misa se celebró el 25 de septiembre en la iglesia de St. Rose of Lima, Miami Shores.
Queridos hermanos y hermanas,
Nos hemos reunido en torno al altar del Señor para pedirle por el eterno descanso de nuestro hermano Don Horacio Aguirre y dar gracias por la vida y obra de quien, siguiendo la definición de la Real Academia de la Lengua, podríamos calificar como un caballero en toda la extensión de la palabra: alguien que supo vivir su paso por este mundo con distinción, nobleza y generosidad. Un católico de arraigados principios que deja una imborrable huella de gratitud en nuestra comunidad. Un hombre de fe que hizo de la verdad su camino en la vida, y que sirviendo a la verdad supo servir a Cristo, que es la verdad que no defrauda y la vida que no termina.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida” le escuchamos decir a Jesús en el evangelio que ha sido proclamado, y esta afirmación nos llena de esperanza al reconocer que encontrándonos con El, descubrimos la verdad sobre Dios y sobre nosotros mismos, y aseguramos el camino que nos conducirá a la vida plena. Porque la muerte no es el fin sino un comienzo; porque Dios es un Dios de vida que quiere compartir su misma vida con nosotros; y porque esa plenitud la alcanzamos cuando también nosotros somos capaces de ofrecer la propia vida al servicio de los demás.
Y es en la búsqueda de esa vida en abundancia que vamos experimentando el amor de un Dios cercano y bondadoso, que una vez más nos quiere invitar a no temer, a no estar tristes; a creer en su Palabra, que es siempre palabra de vida eterna. Porque el Señor conoce por experiencia propia, que en la vida humana nos encontramos con circunstancias -y la muerte es una de ellas- en que pueden hacerse presentes la duda, el temor o el desconcierto. Por eso comprende bien la angustia de sus discípulos ante su inminente partida, y desde el corazón les asegura que tendrá preparado un lugar para ellos junto al Padre.
Es ese el destino final para el cual nos vamos preparando a lo largo de toda la vida, entre pruebas, sufrimientos, gozos y esperanzas; preparación necesaria para así experimentar un día la plenitud del amor de Dios. Y ante las preguntas y dudas de Tomas y de Felipe, que también son las nuestras, el Señor nos ofrece la respuesta que tanto necesitamos y que sólo El nos puede brindar: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; camino seguro que conduce al Padre; vida sin fin y verdad plena.
Hermanos y hermanas, es esa la gloria y la plenitud que creemos ya está disfrutando el Dr. Horacio Aguirre, luego de completar su paso por este mundo, y después de haberse esforzado por defender la verdad a través de su vocación y misión de periodista. Una verdad de la que nunca se sintió poseedor absoluto, sabiendo reconocer con humildad, -y así lo expresaba con frecuencia-, que la verdad última sólo pertenece a Dios, porque El es la Verdad.
Fue ese amor por la verdad quien lo impulsó a convertirse en abanderado de la prensa en español y en voz de la comunidad hispana en el sur de la Florida y en todos los Estados Unidos. Al fundar junto a su hermano el Diario Las Américas en 1956, se convirtió en promotor de unos valores morales enraizados en el mensaje cristiano. También en defensor de unos principios democráticos que muy poco después serían tan vulnerados en Cuba, así como en otros países del continente, desde donde miles de hermanos nuestros llegarían escapando de la injusticia de regimenes totalitarios y corruptos. Pero eso si, todos al llegar, en diferentes etapas, pudieron encontrar en esta ciudad multicultural abundante caridad cristiana, generosa hospitalidad y apoyo, y también cada tarde, elDiario Las Américas.
En las páginas del Diario pudieron encontrar siempre sincera acogida las ideas de la libertad y del respeto a los derechos humanos. Defensor de la libertad de prensa en todo el continente, el Dr. Aguirre ocupó dignamente en su momento la presidencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), defendiendo ese derecho como valor esencial de toda democracia. Y cómo olvidar su ayuda irrestricta a la causa de la libertad de Cuba y a tantas destacadas figuras y organizaciones del exilio cubano que siempre le estarán en deuda, y para quienes Don Horacio y su diario fueron siempre un apoyo incondicional en las horas más difíciles. Y cómo no reconocer su apoyo a la democracia y la justicia en Nicaragua, tierra que tanto amó, y en Venezuela, y en tantos otros pueblos, inmersos por años en dictaduras militares, guerras fraticidas, y otros tantos males.
De igual manera, y de la mano de su querida esposa Helen, supo desempeñar un rol importante en la promoción de la educación y la cultura en nuestra comunidad. Importantes proyectos como Pro Arte Grateli, Florida Grand Opera o Miami Art Museum pudieron contar con su fiel apoyo. Y es que por más de medio siglo, en esta ciudad de Miami, toda iniciativa justa en favor de la libertad, de la fe, de la convivencia multiétnica, de la educación y las artes, pudo encontrar eco en el corazón de Don Horacio Aguirre, y espacio y promoción en las páginas de su querido diario.
Por eso el huracán Irma no podía impedirnos dar gracias a Dios por el regalo de este valioso líder comunitario, querido padre de familia, amigo de todos y católico comprometido con su fe, que entre tantos honores recibidos a lo largo de su vida, ostentaba con orgullo la medalla “Primum Regnum Dei”, que es el más importante reconocimiento que otorgan el Arzobispo y la Arquidiócesis de Miami a quienes se han destacado de manera ejemplar en el servicio a Dios y a su Iglesia. También, el Papa San Juan Pablo Segundo le hizo caballero de San Gregoria y le concedió la cruz, Pro Ecclesia et Pontifice, que se concede a laicos que se han distinguido por su labor en favor de la Iglesia y del Papa.
Se trata de un testimonio de fe, vivido en el ámbito público pero alimentado y sostenido en cada eucaristía, que recibió en la que fue siempre su parroquia desde 1953, “Santa Rosa de Lima”, donde no dejó nunca de sentarse en un primer banco al que llegó a considerar como “cosa y posesión suya”. Que el Señor le permita ahora sentarse eternamente junto a Él en el banquete de su Reino, y a nosotros nos ayude como a él, a hacer de nuestro compromiso con la verdad, el camino que nos lleve a la Vida. Así sea.